Iker BIZKARGUENAGA

La ribera del Ibaizabal busca recuperar su carácter fabril

Más de 70.000 personas viven en Basauri y Galdakao, y muchas de ellas se han visto afectadas de forma directa o a través de allegados por la pérdida de industria sufrida en los últimos años. La ribera del Ibaizabal es un páramo, terreno abonado para la especulación.

El proceso de desindustrialización que se ha vivido en la comarca de Hego Uribe ha sido de una intensidad y profundidad casi sin parangón, afectando a muchísimas familias y dejando desangelada la que hasta hace pocos años era una de las zonas fabriles más prósperas de Euskal Herria.

En concreto, entre el barrio galdakoztarra de Zuhatzu y el basauriarra de Urbi, justo donde el Ibaizabal se une con el Nerbioi, durante décadas floreció un entorno industrial en el que se fueron estableciendo empresas como Formica, Outokumpu, Theis Ibérica, Edesa y Bridgestone, entre otras, que dieron empleo a una parte significativa de los vecinos y vecinas de ambas localidades y de toda la zona. Sin embargo, han bastado unos pocos años para que ese fértil microcosmos haya quedado arrasado. Todas las factorías del listado han ido bajando la persiana, y sólo la multinacional japonesa de neumáticos –que compró Firestone en 1988– sigue abierta, aunque no sin importantes turbulencias.

Mercadona, de punta a punta

El cierre de Formica, a finales de junio de 2012, fue un duro golpe para Galdakao. Un palo. En primer lugar, claro, para las 240 personas que se quedaron en la calle, pero también para el conjunto del municipio, pues en su medio siglo de actividad había dado trabajo a una parte importante de sus vecinos. Cinco años antes, en mayo de 2007, la compañía había sido adquirida por Fletcher Building, una de las constructoras más grandes de Australia, y poco antes del cierre se produjeron medio centenar de despidos consensuados. Fue en vano, y aunque el comité de empresa propuso ejecutar un ERE prolongado para evitarlo, la clausura acabó consumándose. Formica, eso sí, mantuvo abierta su planta de Valencia, a pesar de que su volumen de actividad allí era inferior.

Las instalaciones de la empresa fueron derruidas, y las obras de demolición causaron una fuerte polémica en 2016, ya que Formica trabajó con materiales como fenol, formol y naftalina, y aquellas tierras se estaban tapando sin acometer las tareas de descontaminación necesarias, lo que ocasionó que EH Bildu acusara al Consistorio de no cumplir con su labor de inspección y control.

Sea como fuere, la emblemática fábrica, obra del arquitecto Ricardo Bastida, ya no existe, y en su lugar está proyectado un espacio comercial donde van a instalarse firmas como Bricomart y, según se ha conocido recientemente, Mercadona. Lo llamativo en este caso, al margen del secretismo en que se ha visto envuelto, es que Mercadona abrió hace muy poco otro establecimiento cerca de allí, en Basauri, a menos de dos kilómetros de distancia por el cauce del río.

Ocurrió en los terrenos que ocupaba Theis Ibérica, cerrada un año antes que Formica. Sesenta personas trabajaban entonces en esta empresa dedicada a la fabricación de fleje industrial. Llevaban dos años en proceso concursal, «durísimo» según denunció entonces ELA, que criticó que «la dirección huyó con todo el dinero que pudo, dejando a la empresa a su suerte». Tres años después, en verano de 2014, derribaron la fábrica, y en noviembre de 2015 abrió sus puertas Mercadona. De esta forma, la compañía de Juan Roig ha puesto sendas picas a ambos lados del corredor industrial del Ibaizabal, un doloroso símbolo de los tiempos que corren.

Outokumpu, un cierre premeditado

En medio de esos dos extremos, cerca del punto en que se unen Basauri, Galdakao y el barrio Arkotxa de Zaratamo, estuvo Pradera Hermanos, posteriormente Outokumpu Cooper Tubes. En 2008 la fábrica fue adquirida por Leaf Business Holdings, y a partir de ese momento todo estuvo encaminado a la clausura de una planta que en 1999 contaba con 1.500 trabajadores y trabajadoras.

En 2011 la plantilla denunció la existencia de una operación inmobiliaria en el proceso de desmantelamiento de la factoría, pero esta acabó cerrando poco después, cuando ya era sólo una sombra de lo que había sido.

En 2013, el respuesta a una denuncia de LAB, el Juzgado de lo Mercantil de Bilbo declaró a Leaf responsable de la liquidación de la empresa, y los directivos Javier Valdés Valbuena y Alfonso Ortega fueron condenados a inhabilitación para administrar sociedades durante cinco años y a asumir con su patrimonio el 50% de la deuda que no se saldara con la liquidación o venta de activos. El fallo declaró probado que las condiciones de compra de Outokumpu por parte de Leaf supusieron, de facto, dejar sin liquidez a la empresa, situándola en una situación de insolvencia, de modo que aquella fue una compraventa sin intención de continuidad empresarial. Inspección de Trabajo ya lo había considerado «cierre patronal». Pero también en este caso, allí donde se levantaba una gran fábrica ahora hay un enorme solar.

No ha sido menos traumático lo ocurrido en la planta de Edesa en Basauri. Arrastrada por la marejada que se llevó por delante a Fagor Electrodomésticos, y a pesar de la entrada de la catalana CNA en 2014, el año pasado se presentó un ERE de extinción para toda la plantilla. El proceso, que ha incluido episodios tristemente hilarantes como el protagonizado por el ex diputado general de Bizkaia José Luis Bilbao al anunciar un acuerdo salvador que quedó en nada, ha sido en este caso larguísimo, con un sinfín de movilizaciones y el apoyo masivo de los vecinos y vecinas, que se han manifestado varias veces por el futuro de la empresa.

«Se nos fue una parte de nuestra vida»

Hace cinco años, los trabajadores y trabajadoras llevaron a cabo un encierro que se prolongó durante meses, y las instalaciones de Urbi fueron lugar de encuentro para muchas personas y colectivos que quisieron expresarles su solidaridad. «Ver cómo los vecinos, los gremios, los repartidores, bajaban al muelle donde estábamos encerrados a traernos periódicos, café o bollos, y las manifestaciones en las que había más gente del pueblo que trabajadores... aquello fue duro pero inolvidable», recuerda Exabier Arrieta, trabajador de Edesa, que fue presidente del comité de empresa, vicepresidente del Consejo Social y portavoz de la plantilla. Explica a GARA que en este caso «ha habido un componente emocional. Nuestros padres y madres trabajaron allí. Es una cooperativa y el empleo pasaba de padres a hijos. Además, estábamos muy unidos y llevamos muchos años juntos. Se nos fue una parte de nuestra vida, y con todo lo que luchamos en contra del cierre la sensación fue tremenda».

Más allá de Edesa, cree que el impacto del cierre de todas estas fábricas «ha sido bestial. Estamos hablando de un auténtico desmantelamiento industrial, con la pérdida de empresas de gran tamaño, con plantillas amplias, y en un radio geográfico muy concreto». Preguntado sobre si los espacios comerciales pueden cubrir el hueco que deja la industria, responde «rotundamente» que no. «En primer lugar –explica–, la industria no sólo es la empresa en cuanto a empleo, también el empleo inducido, la industria auxiliar. Y eso un centro comercial es difícil que lo genere. Por otro lado, las condiciones laborales de la industria son mejores que el convenio comercial. Además, cuando se habla de los puestos de un centro comercial, ¿cuánto se destruye en el comercio local?».

Arrieta encabeza la lista de EH Bildu en Basauri en los comicios de mañana, y desde su experiencia cree necesario «un verdadero plan industrial, coordinado, con industria sostenible en términos de valor añadido, pues el empleo intensivo en mano de obra no va a volver nunca. Eso y la diversificación sectorial, así como planes concretos de cualificación». También apuesta por «potenciar el comercio especializado como complemento, protección y formación para la gente que pueda quedarse en paro, y dedicar suelo a la industria y no a la recalificación».

Las dos últimas legislaturas han cambiado sustancialmente el paisaje económico y social de una zona que siempre ha sido obrera y que se ha enorgullecido de ello. La legislatura que arranca el lunes será determinante para saber si seguirá siéndolo en el futuro.