La curva del cuadro adjunto refleja la clara remontada del independentismo de izquierdas en estos dos comicios, y hasta se queda corta: si se computara el voto municipal en vez del foral recogería 30.345 votos más, yéndose hasta 346.905. Suponen el mayor volumen nunca acumulado por el independentismo de izquierdas, por encima de la gran marca de Amaiur en noviembre de 2011, con el viento de cola de la Declaración de Aiete y el fin de la lucha armada de ETA apenas un mes antes.
Sin embargo, en la comparecencia de ayer de sus representantes tras la reunión de la Mesa Política era inevitable la sensación agridulce, tanto que Arnaldo Otegi tuvo que insistir en el carácter histórico de los votos y en que esos casi 347.000 sufragios, las 1.247 actas de concejal y los 1.250.000 apoyos cosechados por Ahora Repúblicas-Orain Errepublikak «son datos objetivos». En el subconsciente pesaban como una losa los tres retos «cualitativos» (así los llamó Otegi) que se han quedado sin superar, bien por que los socios han hecho aguas (Nafarroa e Iruñea) o porque el PNV no deja de succionar voto anti-Bildu (Gipuzkoa y Gasteiz).
Esta dicotomía sitúa a la fuerza abertzale de izquierdas ante una cierta sensación de insatisfacción. Y en una contradicción temporal: tras un pasado revuelto (de la eclosión de 2011 a los batacazos locales de 2015 y la cierta depresión de 2016), el presente toma un color algo pálido sin ninguna gran institución que gobernar, pero anticipa un futuro que puede ser potente.
Sobre todo municipal
EH Bildu no tiene en sus manos ninguna capital (al contrario de 2011, en que ganó Donostia, y 2015, Iruñea), pero esas 1.247 concejalías la sitúan como la principal fuerza municipal vasca. Para Otegi, esto deja una conclusión positiva y con recorrido: «Donde se gestiona más cerca de la gente, a ras de suelo y mirándole a los ojos, la gente premia a EH Bildu».
Con todo, para conocer el grado de poder municipal resultante de este 26M habrá que esperar a la constitución de los ayuntamientos el sábado 15 de junio. A preguntas de los periodistas, Otegi no ocultó ayer que teme que PNV y PSE intenten descabalgar a sus candidatos más votados en Andoain, Pasaia y otras localidades guipuzcoanas. En el otro lado de la moneda, el PNV contempla que EH Bildu pueda cogerle las varas de mando en Durango o Galdakao apoyándose en listas del espacio de Podemos y/o vecinales. Y otro tanto le ocurre a Navarra Suma en Tafalla, otra de las localidades principales que puede gestionar EH Bildu junto a Errenteria, Azpeitia, Bergara...
Hacer política
Tan importante como el grado de representación alcanzado en este ciclo electoral primaveral será su gestión política. En el mapa municipal, allá donde no tiene alcaldías EH Bildu será principal fuerza de oposición casi siempre. También lo es en el Parlamento de Gasteiz, donde su papel es clave tanto en el ámbito presupuestario como en la cuestión del Nuevo Estatus. En Nafarroa tendrá la llave si el PSN aspira decididamente a la Presidencia del Gobierno. En las Cortes españolas no solo ha duplicado representación, sino que está madurando una unidad de acción con ERC que puede multiplicar su importancia política. Y en Bruselas sigue, pero ahora incluida en un paquete de 2,3 millones de votos independentistas en el Estado que pueden dar mucho juego.
Que EH Bildu apuesta por hacer política ya ha quedado claro en todos estos ámbitos en los últimos meses. Otegi sostuvo ayer, además, que ahí estriba parte del buen resultado del 26M: «La gente sabe que la izquierda independentista tiene una hoja de ruta para el país. Y que estamos comprometidos en alcanzar grandes acuerdos».