Pudiera ser que el PNV se hubiera dado a sí mismo la misión histórica de marginalizar al PP hasta hacerlo residual en la CAV y neutralizar al PSE a través de sus constantes abrazos del oso, en los que le cambia cargos por complicidad. Y cuando el objetivo esté alcanzado, volverá a los principios históricos del partido y declarará la independencia. Lamentablemente, no parece que esto vaya a ser así. Al engordar jeltzale no se le observa otro fin que seguir acumulando poder para tener cada vez más.
En su avanzar como un trasatlántico, deja espacios en el soberanismo y la izquierda por los que crece también EH Bildu, caminando hacia un mapa, sobre todo en ámbito municipal, en el que jeltzales e independentistas van repartiéndose casi todo el pastel. Eso sí, el trozo más gordo se lo comen en Sabin Etxea. 123 de los 253 ayuntamientos de la CAV los gobernará directamente con sus propias siglas.
En muchos de estos municipios con más habitantes se da una combinación de dobles mayorías. Por un lado, PNV y EH Bildu podrían dar lugar a ayuntamientos soberanistas. Por otro, EH Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos podrían conformar alcaldías de izquierda o progresistas. El pacto general de PNV y PSE bloquea ambas posibilidades en casi todos los casos. Los jeltzales consiguen hacerse con un poder que se basa en el mantenimiento del statu quo sin desafíos soberanistas frente al Estado, al tiempo que acomoda las políticas sociales que el PSE podría desarrollar en teoría. Es lo que la patronal y los principales medios alaban porque garantiza «la estabilidad», la estabilidad que a ellos les conviene, más concretamente.
Por debajo y en los laterales que tapa el manto que conforma el pacto PNV-PSE surgen otras realidades. Más allá de las localidades en las que la makila de la alcaldía ha cambiado de partido, muchas de las cuales habían estado históricamente ancladas en una misma sigla, hay comarcas de la CAV en las que se pueden observar tendencias interesantes de cara al futuro. Una de esas zonas es la de Hego Uribe, donde a los jeltzales no les es suficiente el pacto con el PSE para mantener ya el poder. Otra es Arabako Errioxa, donde antaño reinaba el unionismo. Primero fueron los jeltzales y ahora, gracias al avance del independentismo, son los acuerdos entre PNV y EH Bildu los que hacen que el PP siga perdiendo poder.
Mención especial merece el oficialmente denominado Condado de Treviño, provincia de Burgos. Desde ayer al mediodía en Argantzun gobierna EH Bildu en coalición con los jeltzales, y en Trebiñu la alcaldía es del PNV con apoyos progresistas. Más allá de los titulares previsibles a los que esto dará lugar, el hecho evidencia el anacronismo que supone que Araba sea legalmente un donut.
El PP va hacia la insignificancia y parece difícil que la fiebre de foralismo que calienta al partido haga que quienes por estas tierra ya se le han marchado no vean que del Ebro para abajo se ha convertido en el socio mayor de Vox. El partido de Alfonso Alonso tiene en estos momentos 55 concejales en todo Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, cuando en 2003 tenía 232. Tuvo la alcaldía de Gasteiz y ahora es la cuarta fuerza. Entre 1994 y 1997 fue el partido más votado en Donostia en municipales, autonómicas, europeas y a Cortes. En 1998 y 2001 era la segunda fuerza en el Parlamento. Ahora el PNV se lo está comiendo con patatas mientras brinda con copas de buen vino de Rioja Alavesa.
Alfonso Alonso se hace el ofendido, no sabiendo si reir o llorar. Amenaza con otra pataleta como cuando la moción de censura se llevó a Mariano Rajoy y el PP aparcó su secular apoyo a los presupuestos de Urkullu, lo que dejó a los jeltzales sin alternativa, porque no están acostumbrados a negociar las cuentas sino a comprar apoyos a bajo precio.
El PP tendrá que volver a esos tiempos en los que a los pactos presupuestarios que firmaba con el Gobierno le ponía mucha prosa y algunos números para los municipios que gobernaba. Y al PNV le saldrá ahora más barato, porque ya solo son dos en lugar de cuatro.
La imagen del PP dejando aprobar los próximos presupuestos de Urkullu, donde las consejerías jeltzales se llevan las mayores partidas mientras el PSE sonríe feliz, volverá a evidenciar antes de que acabe el año el enorme poder que el PNV ha conseguido acumular. Como dice la canción, «ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio, contigo porque me matas y sin ti porque me muero».
El PP necesita mostrar a su cada vez más reducido número de votantes que tiene alguna utilidad, y no le conviene amenazar mucho a Iñigo Urkullu, porque como se le ocurra adelantar las elecciones la catástrofe del hipercentrismo foralista indisimulado amigo de Vox puede ser absoluta.
EH Bildu es la segunda fuerza en número de concejales, ayer consiguió alcaldías inesperadas, y se abre una vía de acuerdo con sectores de la izquierda que puede consolidarse, porque además se basa en programas y confianzas mutuas. Pero sus posibilidades de crecer más están todavía limitadas.
Mientras en Nafarroa el PSN reparte puñaladas para desangrar a la izquierda, en la CAV el PSE apuntala el poder del PNV obteniendo a cambio las alcaldías de Andoain y Pasaia, poco botín (aunque doloroso para los ganadores en ambos municipios) si se compara con la fuerza municipal que el PSE tuvo en tiempos.
El mapa que salió ayer durará cuatro años. Al PNV no se le puede pedir que cambie porque su actual estrategia le va muy bien. El resto de agentes políticos deberán repensar cuál es su papel si quieren que en 2023 se alteren los colores con los que se pinta cada municipio. Al menos los que no estén ahora a gusto.