Canciones de amor, rimas y folk para la tarde del sábado en Kobetamendi
Los donostiarras Nogen, los madrileños Cupido y la rapera londinense Nadia Rose se encargaron de abrir una nueva jornada del festival. La noche se haría larga hasta la actuación de Hot Chip.
No todas las tardes han de ser soleadas. La jornada de ayer inició su singladura bajo un cielo plomizo que suavizaba las condiciones de todos los asistentes a la cima de la montaña bilbaina. Las primeras notas de la tarde llegaron de la mano de Nogen, joven formación donostiarra con una apasionante carrera por delante.
Nogen volvió a hacer lo que sabe, moverse por el folk épico y el pop con toda la elegancia que permite el medio. Sobre las tablas de Kobetamendi evidenciaron estar ante un reto emocionante: lograr que la energía que imprimen en sus interpretaciones repercutan de una forma más vibrante en su público.
Cierto es que el arranque de un festival como el BBK Live es tremendamente hostil, pero esa necesidad de ver cierto equilibrio entre lo propuesto y lo transmitido pasa por ser algo a superar para una prometedora banda como Nogen.
Pop de querencia ochentera con Cupido en el escenario principal. La formación madrileña ofreció un repertorio mágico apoyado en la temática del desamor y el desasosiego juvenil. Buenas melodías y buen gusto con Pimp Flaco, una de las cabezas del trap español, al micrófono y la literatura.
La rapera inglesa Nadia Rose cerraba los últimos compases de la tarde antes de que Nathy Peluso, The Good, The Bad and The Queen, Weezer y Hot Chip firmasen la hora estelar de la jornada del sábado.
Sofás
En ocasiones parece que el mundo está divido entre esos jóvenes que tienen una lonja alquilada debajo de vuestras casas, y sus progenitores. La juventud se reune allí para fumar, beber, escuchar a Rosalía, jugar al Fifa y estar sentados en viejos sofás rescatados de la basura. Sus mayores hacen lo mismo, pero en sus casas, sentados en esos sofás que dentro de quince años acabarán en cualquier local de jóvenes.
El colectivo rapero de Texas Brockhampton podría haber salido de uno de esos cobertizos. El quinteto de punk crudo y ruidista inglés Idles bien pudiera pertenecer a la generación de los padres de Brockhampton. El elemento diferenciador será que ni a Brockhampton ni a Idles les gusta sentarse en el sofá a esperar que ocurra algo. Procuran que eso que ocurre, ocurra a través de ellos.
La historia de Brockhampton nace en un foro de internet y en su inquietud por redefinir el término musical boy band. En torno a esta idea se creó un amplio colectivo de músicos y productores que perdura un lustro después. Dejaron atrás su particular sofá para articular un discurso musical con el rap como columna vertebral.
Sobre el escenario principal del BBK Live en la tarde del viernes, Brockhampton supuso un soplo de aire fresco en una calurosa y soleada tarde. Convirtieron Kobeta en una fiesta juvenil y dividieron al público en dos. Entre los que vivían la vida en el incesante pogo de las primeras filas y el resto de curiosos.
Acto seguido, Idles en el segundo escenario del recinto bilbaino. Los progenitores. Haciendo lo mismo pero con más recorrido intelectual y temporal que Brockhampton. Profundizando de una forma obsesiva en un punk sátiro, grotesco y feo. Con hedor a cloaca y a cuarto cerrado. Desde la repetición y la cacofonía. Desde el berrido, la desfachatez y la provocación. El punk cuando ya no queda espacio para más punk.
Idles ha encontrado un nuevo terreno en el que moverse y el directo, el de Kobeta también lo fue, es su hábitat natural. Un antes y un después.
Luego vino Rosalía e hipnotizó, en diferentes grados, a 40.000 personas para que escuchasen y viesen su propuesta de flamenco de estadio. Hay poco que discutirle a la artista catalana en cuanto a su capacidad artística. Tampoco hay espacio para el debate en cuanto a su habilidad para vender un producto atractivo a nivel mundial.
Sí existe terreno para la crítica cuando son sus aptitudes artísticas las que quedan a un lado en favor del producto a vender.
El show de Kobeta comprendió tres bloques más o menos diferenciados. El primero, el de la sorpresa; resulta obvio que el espectáculo está hermanado, vía mimetismo, con el de grandes iconos del pop mundial como Beyoncé, Madonna, Katie Perry y Taylor Swift. Por lo tanto, el espectador intenta, atónito, situar en el espacio tiempo a todas las bailarinas, el coro, las luces, las rampas, las pantallas y a la propia Rosalía.
En el segundo bloque, el central, Rosalía se vuelve más intimista dentro de las posibilidades que da un concierto ante 40.000 personas. El flamenco fluye con naturaleza y elegancia y la capacidad artística innata de Rosalía sale a flote entre tanta luz y tanto ruido.
El tramo final es donde quizá todo descarrile. Rosalía representa entonces lo peor de su producto y lo más alejado de su arte. Sin embargo, al gran público le da igual. Al gran público siempre le da igual. La cordura vuelve, en parte, con el hit “Malamente” y Rosalía sale fortalecida del escenario.
La noche continuó con una gran actuación de los veteranos del brit pop Suede. Los de Brett Anderson parecen estar viviendo una segunda juventud, algo que empuja a esta gira de grandes éxitos hacia terrenos memorables.
Posteriormente, The Strokes cerraron la propuesta rockera del viernes noche en el escenario principal con su sobriedad característica.