Me he tragado de pe a pa el debate de investidura, he leído los comentarios de hasta siete periódicos, he escuchado tertulias y participado en alguna de ellas y no he encontrado a nadie que explique cuál es la estrategia de Pedro Sánchez para ganarse la investidura pidiendo el favor de la abstención de quienes le insultan y faltando al respeto a quienes podían apoyarle.
Debe ser algo muy sublime, solo a la altura de unos pocos gurús. Pero yo me quedo con el jeltzale Aitor Esteban: «O esta jugando al despiste, o está jugando con fuego o no quiere sacar adelante la investidura. Me tiene desconcertado».
Con las cosas así, el candidato del PSOE ha vuelto a cosechar una nueva derrota en una sesión de investidura. Recordemos la anterior de marzo de 2016 cuando tuvo la ocurrencia de pactar con Ciudadanos y pedir el voto de la izquierda y los soberanistas vascos y catalanes (Esos que Albert Rivera, con modales gamberretes, califica ahora como «la banda» del «plan de Sánchez») Resultado entonces: 130 votos a favor y 219, en contra. Se abstuvo Coalición Canaria.
El resultado de hoy no ha sido mucho más halagüeño: 124 votos a favor, es decir los del PSOE y el comprado al PRC de Revilla con la promesa del AVE; 170 noes de PP, Cs y Vox, ERC, JxCat, Coalición Canaria, Navarra Suma y el anticipado de Irene Montero; y 52 abstenciones de Unidas Podemos, PNV, EH Bildu y Compromís.
Ahora vienen las reuniones de urgencia (¿o de emergencia?) del «núcleo duro» del Gobierno y del PSOE, y para mañana, extraordinaria de la Comisión Ejecutiva Federal. Se habla incluso de una consulta a las bases sobre un acuerdo con Unidas Podemos que se tendría que materializar el fin de semana, cuando la votación definitiva es el jueves. Demencial. Como si no hubiera habido prácticamente tres meses para llegar a acuerdos.
Como ha dicho el parlamentario de Compromís, Joan Baldoví, en el Reform Club londinese Fileas Fogg sentenció y probó que «80 días para darle la vuelta al mundo alcanzan y sobran. En Madrid, 80 días no dan ni para dar la vuelta a una mesa de negociación».
Nadie entiende la estrategia de Pedro Sánchez, pero éste ya ha dejado claro que si finalmente alcanza un acuerdo con Unidas Podemos será únicamente porque a la fuerza ahorcan. Si no hay acuerdo, quedará una segunda oportunidad para setiembre, en la que el PSOE tal vez crea que el vértigo a unas nuevas elecciones puede mover la posición de algún otro partido. Pero deberá tener claro que si opta por buscar apoyos en el PP o en Ciudadanos, no podrá encontrarlos en ningún otro lugar. Ni siquiera en el siempre pactista PNV.
Y si hay elecciones en noviembre, ¿para qué va a pedir el voto Pedro Sánchez? ¿Para hacer frente a la derecha a la que mendiga la abstención? ¿Para pactar con su izquierda a la que ha dejado claro que no quiere tener cerca? ¿Para seguir estigmatizando a los independentistas demonizándolos a la vez al aceptar el marco mental de la derecha?
A Pedro Sánchez no hay quien le entienda, pero lo que es peor para él, apenas ha tenido tampoco quien le votara hoy en su investidura. Le quedan 48 horas para hacerse comprender.