Mark Barnés
DONOSTIA

Que te vaya bien, querida Jone

La 54ª edición del Jazzaldia donostiarra se inauguró con el tradicional Jazz Band Ball, que incluía la despedida de Joan Baez de los escenarios y la nueva visita de Jamie Cullum. Pudimos degustar, además, una variadísima oferta musical que acogía propuestas pop, swing, blues o soul, e incluso hubo lugar para la música árabe y jamaicana

Jamie Cullum, durante la actuación de ayer en Donostia. (Jon URBE / FOKU)
Jamie Cullum, durante la actuación de ayer en Donostia. (Jon URBE / FOKU)

Eran las 19:30 cuanto arrancaron las tres primeras actuaciones simultáneas en los tres escenarios situados en las inmediaciones del Kursaal. Por un lado, el Espacio Frigo acogía el debut donostiarra del cantante anglonigeriano de soul Ola Onabulé, una especie de clon de Seal –a quien se parece tanto físicamente como en el timbre de su voz– que estuvo acompañado por John Crawford (piano) –que por cierto tiene ascendencia donostiarra por parte materna–, Guillermo Hill (guitarra), Patrick Scales (contrabajo), Will Fry (percusión) y Christopher Nichols (batería). Una propuesta elegante y correctamente ejecutada, aunque tal vez poco original, y cuyo sonido pecó de estar ecualizado prácticamente sin presencia de graves, lo que hizo deslucir el papel del contrabajista.

Por otro lado, la Terraza Heineken hacía lo propio con la cantante y guitarrista japonesa Rei, que se presentó en formato de power-trío junto al bajista Katsuhiro Mafune y la baterista Miyoko Yamaguchi, demostrando tener energía a raudales y presentando un proyecto realmente divertido y sin complejos. Pero ojo, que además toca muy bien la guitarra. Habrá otras dos ocasiones más para volverla a escuchar en los próximos días, sobre el mismo escenario. No se la pierdan.

Y en tercer lugar, el Espacio Coca-Cola recibió el proyecto Saxophone Con-Clave, una amplia formación que toma su nombre del disco que publicaron conjuntamente los saxofonistas Hank Mobley, Al Cohn, John Coltrane y Zoot Sims titulado ‘Tenor Conclave’ (Prestige, 1957) y que se caracteriza por adaptar la música de estos y otros autores a los ritmos caribeños. De ahí el juego de palabras «con-clave», que hace referencia al patrón rítmico típico de la música cubana. No obstante, y a pesar del interés de la propuesta, la acústica del citado escenario dejó bastante que desear, por lo que no pudimos degustar la actuación como podríamos haberlo hecho en otras circunstancias.

Inmediatamente después de que finalizasen estos tres conciertos, llegó el momento más esperado de la noche: la actuación de Joan Baez en la que está siendo su gira de despedida. El icono de la canción protesta subió al Escenario Verde de la playa de la Zurriola a las 20:45 escoltada por el multiinstrumentista Dirk Powell (guitarra, mandolina, contrabajo, piano y violín) y el que es hijo suyo, el percusionista Gabriel Harris. Comenzaron con ‘Don’t Think Twice, It’s All Right’, el primero de los varios temas que sonarán durante el concierto cuya autoría es del que fuera pareja musical y sentimental de la neoyorkina, Bob Dylan.

A continuación interpretó en solitario ‘Llegó con tres heridas’, canción de Joan Manuel Serrat compuesta sobre un poema de Miguel Hernández, para dar paso a ‘Me and Bobby McGee’, tema compuesto por Kris Kristofferson y popularizado por Janis Joplin, ya con la banda de vuelta sobre el escenario a la que además se había sumado la cantante Grace Stumberg. Posteriormente llegó ‘Deportee (Plane Wreck at Los Gatos)’, de Woody Guthrie, a quien mucha gente reconoce por ser el cantautor cuya guitarra lucía un letrero en el que podía leerse «esta máquina mata fascistas».

Después volvió a recurrir a Dylan para interpretar ‘It Ain’t Me Babe’, así como ‘Diamonds and Rust’ –esta última de autoría suya pero en la que describe su relación con el bardo beatnik– y ‘No More Auction Block / Oh, Freedom’. E inmediatamente después llegó el momento que tanto nos habían anunciado: tras pedir la colaboración del público como apoyo, interpretó el himno de Mikel Laboa con texto de Joxan Artze, ‘Txoria txori’. A pesar de lo digno de la versión que realizó, el hecho de que se equivocase en varias ocasiones durante su interpretación nos hace preguntarnos si realmente tenía en mente el interpretarla o si lo hizo a causa de la insistencia en las peticiones por parte de la organización del Festival.

Nuevamente en solitario, interpretó ‘President Sang Amazing Grace’, canción de su último trabajo discográfico ‘Whistle Down The Wind’ (Proper, 2018), para continuar con ‘Suzanne’, de Leonard Cohen, ‘Joe Hill’ y ‘The Boxer’, de Simon & Garfunkel, que el público pareció corear más fuerte incluso que con el himno de Laboa. Seguidamente ‘The House of the Rising Sun’, canción que aunque Baez había grabado previamente fueron The Animals quienes más la popularizaron.

Para ir cerrando la actuación, dedicó ‘(Ain’t Gonna Let Nobody) Turn Me Around’ al movimiento feminista y ‘Gracias a la vida’ de Violeta Parra sirvió como último tema del concierto, si bien salió hasta en dos ocasiones más para regalarnos ‘Forever Young’, nuevamente de Dylan, ‘Imagine’, de John Lennon, ‘Here’s To You, Nicola and Bart’, compuesta por ella misma junto a Ennio Morricone y, como también era de esperar, ‘No nos moverán’, a la que añadió otra propina más: ‘Fare Thee Well (Dink’s Song)’. 

Tras la actuación de Joan Baez, se retomaron los conciertos en los tres escenarios previamente mencionados. Así, el trío del organista donostiarra Mikel Azpiroz Elkano Browning Cream se apoderó del Espacio Frigo, mientras que en la Terraza Heineken se pudo contemplar el espectáculo titulado ‘Love & Revenge: Music and Cinema from the Arab World’, en el que se combina la música electrónica árabe con proyecciones de antiguas películas de Oriente Medio, y que resultó muy interesante para que el público pudiese contemplar en dichas filmaciones cómo era la indumentaria previa a la revolución islámica de 1979. El Espacio Coca-Cola albergó un magnífico concierto de jazz clásico a cargo del trombonista Dan Barrett, si bien la amplificación de dicho escenario fue tan escasa que tan solo el público más cercano al escenario pudo disfrutar verdaderamente de la actuación.

Artista menudo, menudo ego

Nada más terminar esta nueva triple sesión simultánea, era el turno de Jamie Cullum, que se subió al escenario Verde de la playa a las 23:30 acompañado por Tom Richards (saxo, teclados), Rory Simmons (trompeta), Aisha Sheerena y Shanna Ofebia Goodhead (coros), Tom Varrall (guitarra), Loz Garratt (bajo) y Brad Webb (batería) para presentar su último trabajo discográfico, ‘Taller’ (Island, 2019), y cerrar la primera jornada de la presente edición del Jazzaldia.

Tal vez fuese por el hecho de haber realizado aquella triple visita a nuestra ciudad hace cuatro años y que por ello se sintiese «como en casa» a la hora de subirse al escenario donostiarra pero, si una de las señas de identidad del inglés son su energía y vitalidad, lo cierto es que en esta última actuación pecó de ello en exceso. Exceso de energía, exceso de vitalidad, exceso de confianza, exceso de gesticulación, exceso de postureo y exceso de tópicos: se puso de pie sobre el piano ya en el primer tema, interpretó la primera balada demasiado pronto, como si ya hubiese conquistado al público nada más salir, bajó a la arena a la mínima ocasión que tuvo, subió a dos niños al escenario para que se pusiesen encima del piano para imitarle… Hasta la elección del repertorio incluyendo temas como ‘Sinnerman’ de Nina Simone o ‘Just a Gigolo’ fue típica y predecible en su caso.

A pesar de todo, el público reaccionó bien y parecía estar más o menos satisfecho. Y al final de todo, se trata de eso, ¿verdad? ¿O tal vez no?