Nerea GOTI

El síndrome que representa «violencia contra las mujeres»

El procesamiento de cuatro técnicos de Infancia de la Diputación vizcaina por su decisión de arrancar la custodia a una madre basándose en el SAP, pone el foco sobre un síndrome que el propio tribunal considera «una forma de ejercer violencia contra la mujer».

La Audiencia Provincial de Bizkaia ha ordenado el procesamiento de cuatro funcionarios del servicio de Infancia de la Diputación vizcaina, entre ellos dos responsables del mismo, por su actuación en la separación de una madre de su hija, de corta edad. A través de una orden foral, los servicios de Diputación decidieron entregar la guarda y custodia de la menor al padre y establecer un régimen restringido de visistas a la madre, que tiene que seguir viendo a su hija unas horas a la semana bajo el control estricto de educadores.

El auto de procesamiento censura no solo la razón en la que sustentaron su decisión: el llamado síndrome de alienación parental (SAP); sino también las formas: el modo «violento» en que se arrebató a la niña de brazos de su madre. «Arrancar a la niña de la custodia de su madre fue injusta y desproporcionada sin que quepa justificarse en un supuesto interés superior de la menor», establece la Audiencia Provincial de Bizkaia. Consultados los servicios forales sobre esta cuestión, fuentes de la Diputación rehusaron opinar sobre un caso «que está en estos momentos judicializado», aunque subrayaron que el servicio foral de Infancia «cuenta con unos magníficos profesionales».

Dice el auto que lo que la Diputación aplicó es «lo que se denomina SAP y sus consecuencias» y que no es la primera vez que el tribunal advierte de que esta «es otra forma más de ejercer violencia contra la mujer». El llamado síndrome describe una supuesta instrumentalización del menor por parte de un progenitor en contra del otro.

Ni la comunidad científica, ni asociaciones médicas, ni la OMS reconocen este síndrome, según subrayan colectivos de mujeres afectadas, que precisan que a veces se aparece reflejado como tal y otras, a través de eufemismos como «interferencias parentales, instrumentalización, maltrato emocional, madre no colaborativa...». «Los casos no son aislados, se dan por cientos, y son prácticamente idénticos en toda la geografía del Estado, siguen el mismo patrón. Puedes leer un informe de un punto de encuentro de Sevilla o uno de Bilbao y son calcados, aunque los niños, la madre y la situación sea diferente», explica Esther Ruiz, de la plataforma Luna, que reúne a mujeres afectadas por este tipo de casos.

El niño miente, su madre le manipula

El “síndrome” aparece siempre en divorcios llamados «conflictivos», cuando el menor empieza a dar muestras de que no quiere acudir a los encuentros con uno de sus progenitores. El rechazo, casi siempre, suele ser hacia el padre, según apuntan desde el mismo colectivo. Los síntomas entre los niños cuando se acerca la hora de la estancia con el padre también son comunes, se manifiestan en estados como pérdida de control de esfínteres, miedos, insomnio... «El síndrome es un constructo para justificar que el niño no quiere ir con ese padre y una forma de anular o neutralizar la presencia de maltrato, porque parte de la base de que le niño miente porque su madre le manipula y lo aplican para justificar arrancamientos de custodias de madres que siempre están cuestionadas porque hagan lo que hagan , todo puede utilizarse en su contra», explican desde la plataforma.

El citado auto de la Audiencia Provincial de Bizkaia es, precisamente, el último eslabón de una cadena de sucesos que arranca con la decisión de un juez de establecer la custodia compartida en una separación en la que mediaba una denuncia de agresión y que, según la mujer afectada, «no tenía ni pies ni cabeza porque no se había solicitado por ninguna de las partes ni existía relación entre los progenitores». Se invocó entonces el bienestar de la menor, igual que los servicios forales argumentaron después su actuación en pos del bienestar de la niña.

La Audiencia considera que la actuación de los trabajadores forales no está «amparada por el alegado bienestar superior de la menor» y ahonda en que ese interés superior no puede servir «para emitir soluciones más que dudosas» ejercitando «un acto de fuerza contra la madre y la hija». En una extensa referencia al «descrédito científico» del síndrome, el tribunal recuerda que el Consejo General del Poder Judicial informó en su día rechazando su existencia, así como «las medidas que se adoptaron en ocasiones para ‘curarlo’ y que pasaban por arrancar a las criaturas de la guarda de la madre ‘manipuladora’».

La razón más probable, el progenitor

«Hace décadas, la comunidad científica, además de considerar sexista la aplicación de efectos prácticos de estas premisas, alertaba de que estaba siendo un instrumento de peligroso fraude seudocientífico, que está generando situaciones de riesgo para los niños, y una involución en los derechos de sus madres (mujeres)», señala el escrito. Agrega en una acotación subrayada que «la ciencia nos dice que la razón más probable para que un niño rechace a un progenitor es la propia conducta de ese progenitor».

La resolución de la Audiencia levantando el archivo de una denuncia que la madre afectada llevó en dos ocasiones a los juzgados es, en todo caso, la última de una serie de resoluciones en las que es inevitable volver atrás, para ver la sucesión de hechos habiendo de por medio denuncia por violencia hacia la madre y partes de lesiones hacia la menor, según relata la afectada a GARA.

Los hechos se remontan a 2013, cuando abandona el hogar conyugal por un episodio de violencia y se marcha con su hija a vivir con sus padres. En ese tiempo, el padre llega a llevarse a la niña cuando está con sus abuelos pero «no es secuestro, porque como no había medidas previas él alegó que se la había llevado de vacaciones». Se celebra un juicio «sin que yo hubiera visto todavía a mi hija» y el juez decide establecer la custodia compartida. La denuncia por violencia machista había sido sobreseída, según cuenta.

Con la custodia compartida llega el calendario de estancias alternas con ambos progenitores y la aparición del problema, una niña de corta edad que desde el principio muestra un rechazo a acudir a las estancias con el padre que es continuado y que va in crescendo. Según relata la madre, hay incluso parte de lesiones tras algunas estancias.

La niña llegó a contar «delante de la técnico que estaba presente que su padre le había pegado», expone la madre, que concreta que recurrió en dos ocasiones a la urgencia pediátrica y se activó el protocolo de maltrato. El caso llega al juzgado y una jueza determina que «no va a hacer caso a una niña», señala a la madre. El proceso siguió empeorando hasta que «en 2015, la niña empieza a no querer entrar en el punto de encuentro, vomita... todo delante de los técnicos, en un estado de ansiedad terrible, y hasta los técnicos me dicen que no puedo dejarla así, que se tiene que quedar calmada, con lo cual decido que la niña salga. Empieza así un proceso en el que hay días que no entra», apunta.

«El padre me denuncia por incumplimiento de sentencia, con posterioridad la Audiencia de Bizkaia determina en un auto que no hay desobediencia por mi parte, dice que estaba haciendo todo lo que debía hacer para llevar a la hija al encuentro con su padre y que es la niña la que no quería entrar, pero ese auto no aparece a tiempo», según cuenta. «El caso vuelve al juzgado y la magistrada, en un contexto de saturación de casos, deja el nuestro en manos de los servicios forales, que me acusan de maltrato emocional e instrumentalización de la niña en contra del padre» y de ahí a «la separación, sin previo aviso ni preparación, a la fuerza, con más de diez personas, gente que no conocía, policías... traumático».

A partir de esa decisión, «dos meses sin contacto, luego con llamadas supervisadas, visitas vigiladas de una hora después, luego dos horas también controladas, ahora puedo ir a buscarla un día al colegio también con un educador al lado». «Pido estar más con ella, pero me responden que no es beneficioso para la niña, es incoherente, retrasan y retrasan la decisión cuando saben que hay informes que constatan mi estabilidad en todos los sentidos», sostiene la afectada, que no encuentra «cómo salir de este bucle».

Mientras tanto, subraya, su hija sigue en un estado límite añorando volver a estar con su madre. Desde la plataforma Luna alertan del daño que se causa al menor. «Al principio, la figura de la madre desaparece de la vida de ese niño, luego se pasa a visitas vigiladas tipo carcelario, con todo lo que supone», explica Ruiz. Según agrega, las consecuencias son terroríficas para las madres, pero cuánto más para los niños que quedan totalmente indefensos y a merced de un sistema que no les cree».

 

Si el hijo no quiere estar con el padre, ¿es porque su madre le manipula?

Son casos tan sumamente delicados, íntimos y dolorosos (con menores implicados por medio) que pocas veces trasciende la aplicación del SAP y cuando lo hace es de forma aislada, a partir de resoluciones judiciales contundentes como la de la Audiencia de Bizkaia o en casos de mujeres que deciden denunciar públicamente, tan mediáticos como el de Juana Rivas. Varias fuentes consultadas por GARA sostienen que la retirada de custodia a madres o la intervención en las familias tras ser acusadas de manipular a sus hijos es mucho más común de lo que puede pensarse y que incluso repite un mismo patrón en cualquier lugar y situación; «niños que no quieren ir con su padre, la madre manipula, automáticamente, no hay otro por qué». Así lo explica Bea Ilardia, quien comenta que hay casos en los que se está informando de «manipulación marental» hasta ante una desidia manifiesta por parte del padre, dando lugar a una intervención. Ocurre, según indica, en los servicios de infancia y en los equipos sicosociales de los juzgados.

Se están dando casos como que en una unidad con dos hermanos, uno de ellos se niega a estar con el padre porque no se entiende con él, y «como no ven una explicación lógica de por qué ese hijo no quiere ir con el padre, deciden que detrás hay una manipulación materna, y la que tiene que someterse a terapia es la madre no el padre para acercarse a su hijo. No indagan más allá, eso es que la madre manipula, ya veremos cómo va y si le quitamos la custodia», explica Ilardia.

Esther Ruiz, de la plataforma Luna, destaca la situación de «desprotección total» que supone para las mujeres, «porque cuanto más te intentas defender más entras en el bucle, todo lo que utilizas para defenderte es utilizado en tu contra y además se considera manipulacion incluso al resto de personas que pueden intervenir, incluso profesionales». Recuerda que la base del SAP es «la incredulidad del testimonio tanto de la mujer como de los hijos» y señala que «nunca desaparece» una vez que se instala en el proceso da igual si es judicial o en los servicios sociales, nunca se cura , siempre estás cuestionada, si lloras, si ríes, si rehaces tu vida, si no la rehaces, siempre estás en el punto de mira».

Hay otra cuestión que Ilardia pone sobre la mesa, los datos objetivos de abusos a menores. Detrás de la mayoría de ellos, hay una absolución o archivo, pero también una separación de los progenitores «¿Qué pasa con esos niños que no quieren ir con los padres por un motivo que como no es objetivable, se zanja con manipulación de la madre y retirada de custodia? No estamos poniendo en relación los datos con lo que está pasando», señala. GARA