Iñaki Vigor
Entrevista
Santiago Lesmes Zabalegui
Creador de ‘Pamplona cachonda’

«Queremos contar la historia divertida, transgresora y pecadora de la ciudad»

Nacido en Iruñea hace 51 años, Santiago Lesmes Zabalegui es un abogado que se considera «investigador, curioseador y contador de historias». Hace visitas guiadas por la ciudad, escribe libros y ahora está preparando una ruta sobre la ‘Pamplona cachonda’, que se pondrá en marcha en enero. En esta entrevista nos adelanta datos sorprendentes sobre los ‘pecados’ de los iruindarras a lo largo de la historia. 

Santiago Lesmes, creador de ‘Pamplona cachonda’. (FOTOGRAFÍAS: Iñaki VIGOR)
Santiago Lesmes, creador de ‘Pamplona cachonda’. (FOTOGRAFÍAS: Iñaki VIGOR)

Usted ya ha elaborado una ‘Ruta por la historia de la pelota’ en Iruñea, y ahora está preparando una ruta denominada ‘Pamplona cachonda’. ¿Qué entiende por ‘cachonda’?
Entiendo por ‘cachonda’, divertida, transgresora, subversiva… Se trata de mostrar otra visión de la historia que no esté centrada solo en los grandes personajes y las guerras, sino contar también la diversión y las fiestas a lo largo de la historia, y contarlo desde la población, desde la gente corriente. Existe una historia muy curiosa y divertida que yo intento contar, y también los pecados, tanto grandes como pequeños.

¿Qué le ha impulsado a hacer esta ruta?
Cuando repasamos la historia de Pamplona siempre nos centramos en los grandes momentos históricos, pero la inmensa mayoría de la población lo que hacía era padecer las vicisitudes históricas y las batallas que se han ido sucediendo. Lo que la gente quería era disfrutar de la vida, no solo sobrevivir, sino también vivir. Siempre se ha dicho, y es cierto, que Pamplona es una ciudad de curas y militares, pero debajo de esa visión tradicionalista subyace una Pamplona cachonda, divertida, que ama, que ríe, que bebe, que juega… Esta parte de la historia da mucho juego para entender cómo se ha vivido. Incluso, a veces se explica mucho mejor la vida de la población desde estas cotidianidades que desde los grandes hechos históricos, que al fin y al cabo han sido decididos por la nobleza, la realeza y los grandes centros de poder. El carácter de la población y su idiosincrasia se manifiesta muchísimo más a través de sus bailes, sus fiestas, sus juegos y transgresiones.

¿Esta va a ser la primera ‘ruta cachonda’, o existen rutas similares en otros lugares?
En Tudela tengo un amigo, Santi Lorente, que posee una empresa llamada ‘Tudela me pone’ y empezó a hacer visitadas guiadas que llamaba ‘erótico-festivas’. Aunque no está basada en hechos reales, sí me dio la inspiración para hacer una ‘Pamplona cachonda’ y contar la historia desde el punto de vista de la diversión y de los pecados. Quiero que sea algo original, es decir, no hacer la típica visita de las fechas, los nombres y los lugares clásicos, sino mostrar Pamplona desde un punto de vista diferente y, sobre todo, divertido, tanto para la gente que viene a vernos como para la gente de aquí que desconoce esos aspectos de su ciudad.

Aunque la ruta está en preparación, ¿puede adelantar algunas pinceladas?
Básicamente, hablaremos de las fiestas y diversiones, como teatro, torneos medievales, danzas y carnavales, y nos centraremos en dos aspectos que definen bastante bien la idiosincrasia de Pamplona: la pelota y los encierros. Ambos tienen nexos en común muy claros, que nos definen internamente y también hacen de espejo hacia el exterior. Los dos comienzan como un acto trasgresor de la gente, que pelea contra las prohibiciones y las órdenes gubernamentales y de alcaldía para seguir jugando a pelota y seguir corriendo los encierros.

El origen del encierro de Pamplona es una gamberrada pura y dura, ya que el ganado bravo se traía por las cañadas, se dejaba a las afueras de la ciudad, y por la noche, cuando no había nadie, se conducían las reses por las calles hasta el lugar donde se iba a celebrar la corrida de toros. Tenemos datos de que, a partir del año 1700, muchos mozos que estaban de juerga y cachondeo se ponían a citar a los toros. El Ayuntamiento lo prohibió, pero al final no tuvo más remedio que institucionalizarlo, y acabó dándole nombre y aprobando ordenanzas para regularlo. Ahora es el acto más conocido y universal de Pamplona en todo el mundo. Por encima de las multas y prohibiciones, lo que la gente quería era divertirse, y lo que subyace ahí es el concepto subversivo y trasgresor de la diversión.

Con la pelota sucede algo parecido. Desde el siglo XVI tenemos peloteros y jugadores de todas las clases sociales, hasta el punto de que el Ayuntamiento prohibió su práctica en las calles y plazas, que es donde jugaban los aficionados sin recursos para ir al frontón. Lo prohibieron porque pegaban pelotazos a la gente, rompían tejas y además los aficionados se quedaban jugando, viendo y apostando en los partidos, y no iban a trabajar. Al final, el Ayuntamiento optó por construir el juego de pelota en la Misericordia y regularlo. 

 

También hablará de los pecados. ¿De cuáles, en concreto?
Los pecados nos cuentan mucho de cómo era la vida en la población de Pamplona. Hablaremos de la avaricia, la gula, que se manifiesta tanto en la comida como en la bebida, y de la lujuria, que es un pecado que a todos nos hace mucha gracia y que hace alusión al título de ‘cachondo’.

¿Qué zonas de la ciudad recorrerá esta ruta, qué lugares ‘cachondos’ se podrán visitar?
Sobre todo, el recorrido del encierro y los numerosos lugares vinculados a la pelota. Tenemos muchísima documentación sobre cómo se jugaba en las calles y en las plazas. Hay carteles sanfermineros del siglo XIX que recogen el juego de pelota en la Plaza del Castillo, en la Takonera o al lado de las murallas, y sabemos perfectamente que también se jugaba en la calle Nueva y en San Fermín de Aldapa. Básicamente, en esta ruta haremos un recorrido por la Plaza del Castillo, Paseo de Sarasate, calle Salsipuedes, Catedral, el Palacio Real, la calle Comedias y el Monumento a los Fueros.

Volvamos a los ‘pecados’. Ha comentado que en esta ruta se abordarán la avaricia, la gula y la lujuria. ¿Puede poner un par de ejemplos de cada uno de ellos?
Respecto a la gula, hablaremos de la bebida, de cómo funcionaba el comercio del vino. Sabemos que había privilegios y monopolios para el consumo del vino en la época medieval; que en Pamplona había más de 200 tabernas en el siglo XVI, lo cual es una auténtica barbaridad, y hablaremos de un personaje muy peculiar, Aniceto Petit, que estaba en la perrera municipal en el año 1915 y se presentó a alcalde de Pamplona. Era el txikitero más popular de las calles San Gregorio y San Nicolás, y se presentó a la alcaldía con un programa electoral muy curioso: entre otras cosas, quería desmontar San Cristóbal para acabar con el paro, y construir una tubería desde Pasajes para traer pescado fresco a la ciudad. Era un personaje que lo aclamaban allí donde iba y lo ponían como ejemplo de txikitero clásico, una figura que en la actualidad está casi en retroceso.

En este capítulo nos remontaremos a los mismos orígenes de la Pamplona documentada, porque la primera vez que nuestra ciudad entra por primera vez en la documentación histórica es a través de Estrabón, un geógrafo e historiador griego-romano de hace 2.000 años que nos presenta a Iruñea como capital de los vascones y que tienen la costumbre de sentarse todos alrededor de una mesa, de comer con la mano y de tocar flautas y tambores mientras comen, y también de ponerse a bailar. Es decir, este fenómeno tan nuestro del comensalismo, de aprovechar cualquier excusa para estar los amigos comiendo, bebiendo, hablando y bailando, es algo totalmente ancestral. No hay nada que nos una más a nuestro pueblo, llámalo navarro, vascón o como quieras, que una mesa, comida y banquete aderezado de cantos y bailes.

¿Y respecto a la avaricia?
Desgraciadamente, en este capítulo tenemos demasiados datos, y digo desgraciadamente porque tenemos amplia documentación de muchos casos de ajusticiamiento por robos. En esta ruta contaremos, sobre todo, el robo de la Catedral en 1935, que fue el robo más importante y famoso de la historia de Pamplona. Fue un caso sonadísimo en aquella época.



Nos queda la lujuria.
Aquí distinguiremos varios tipos de lujuria. Por un lado está la lujuria real, y ponemos como ejemplo a Carlos III, el rey que unifica Pamplona en 1423 y acaba con la guerra de los burgos. Contaremos que en aquella época tener hijos bastardos o ilegítimos era absolutamente normal, y cómo Carlos III tuvo seis hijos bastardos. Era la cosa más habitual del mundo y estaba completamente consentida. Mantenían a las queridas con dinero real, y a los hijos les daban los apellidos, los educaban y después los nombraban obispos, caballeros o señores de lo que fuera. Los amoríos de la clase noble era algo totalmente asimilado y normal.

En este sentido, nos parece importante destacar la hipocresía general de algunas épocas, y ponemos el ejemplo de Josephine Baker, una mujer que vino en 1930 al Teatro Olimpia y fue un escándalo sonadísimo. Algunas crónicas nos cuentan cómo algunos beatos acudían a las misas de desagravio y luego iban corriendo al teatro a ver a esta mujer.

Otro ejemplo es el de la Estatua de los Fueros, símbolo de nuestros sacrosantos fueros y libertades. Para esculpir a la matrona que está representada en esa estatua tomaron como modelo a la amante del arquitecto constructor del monumento, Manuel Martínez de Ubago. Hay quien dice que está todavía sin inaugurar por el gran escándalo que supuso en la Pamplona de la época. Esta mujer se llamaba Rosa Oteiza y tuvo dos hijos con ese señor de buena posición, un arquitecto muy renombrado, pero no se casaron. Más tarde Martínez de Ubago se fue a vivir a Zaragoza y allí se comprometió con una señora de alta posición, pero el día de la boda Rosa Oteiza se presentó en el altar mayor con sus dos hijos, uno de cada mano. Fue tal el escándalo, que hubo que anular la boda.      

En su página web también habla de «curas y monjas pecadoras en la historia de Pamplona». ¿Era algo habitual o esporádico?
Está documentado que, pese a las prohibiciones y al pecado, aquí se fornicaba mucho, tanto casados como curas, monjas, reyes, plebeyos… Era muy habitual. Aunque hoy nos sorprende, lo de los curas amancebados y con queridas ha sido una constante a lo largo de los siglos. En los concilios de 1123 y 1139 ya empiezan a preocuparse por estas prácticas, porque desde los inicios de la religión cristiana lo normal era que los curas tuvieran parejas, estuviesen amancebados e incluso se casaran. En esos concilios lo prohibieron, pero no hacían ni caso, porque 400 años después seguían con el mismo problema. Hay un dato muy curioso de 1295. Ese año un arzobispo visitó todas las parroquias de Navarra y dio el dato de que la mitad de los aproximadamente 2.000 curas y clérigos vivían amancebados. Muchos de ellos tenían hijos, y una de las preocupaciones de la Iglesia era que dejaban la herencia a sus hijos ilegítimos. La Iglesia se quedaba sin los bienes, casas y tierras porque los curas los cedían a los hijos que habían tenido fuera del matrimonio, porque la mayoría de ellos no se casaban. Están documentados muchísimos casos de curas, clérigos y párrocos, pero muy pocos de monjas y novicias.       

¿Dónde ha recogido tanta información para elaborar esta ruta?
Con trabajo de bibliografía y biblioteca, ya que ahora hay mucha hemeroteca digitalizada y es fácil seguir rastros en periódicos y otras publicaciones. Y también con una labor propia de archivo, para intentar sacar algo que sea inédito.

¿Hay algún dato o caso que le haya llamado la atención de forma especial?
Sí. La primera, la cantidad de juicios que hay de bestialismo, por fornicar a burras, mulas, gallinas y ovejas. La mayoría de estos juicios se celebraron entre los siglos XIV y XVI, y acababan con la condena a muerte del acusado o con su traslado a galeras, es decir, a estar atado en un barco y remar hasta morir. A raíz de la conquista de Navarra, principalmente, el imperio necesitaba mano de obra para darle al remo, y uno de los recursos eran los condenados a galeras.  
En esas sentencias también se dice que los condenados tienen que perecer en la hoguera con el animal que han fornicado. Es decir, condenaban al animal porque lo consideraban parte del pecado.

Otro aspecto que me ha llamado mucho la atención son las diferencias de clase social, de sexo y de religión que vemos tanto en las violaciones como en los adulterios. Es decir, si un noble violaba a una campesina, pagaba una multa y ya está. No hay casos de plebeyos que violasen a una noble, pero seguro que hubieran sido condenados a la pena capital.


Algo parecido ocurría con el adulterio, ya que las penas eran desproporcionadísimas si quien lo había cometido era hombre o mujer. Lo mismo ocurría con la religión. Si el adulterio lo cometía un cristiano con una judía, le ponían una multa o le daban unos azotes, pero si lo cometía un judío con una cristiana, le condenaban directamente a muerte.