Fue Manuel Vázquez Montalbán el que definió al F.C. Barcelona como el ejército desarmado de Catalunya, una expresión que hizo fortuna y que requiere mirar al historial de esta institución que los suyos consideran «més que un club». Buena parte de la historia catalana del último siglo se puede seguir siguiendo la pista del equipo. No en vano, han sido muchos los años en que se ha dicho que Catalunya tiene dos presidentes: el de la Generalitat y el del Barça.
Fue el propio fundador del equipo, Joan Gamper, el que en 1908 estableció que «hay un compromiso inicial del Barça como club catalán que quiere representar esta catalanidad en el deporte», según recuerdan Andrés G. Nandín en Vilaweb, echando mano del libro “Futbolítica: historia de clubs políticament singular”, de Ramon Usall.
En la década siguiente, el Barça redactaba ya sus actas en catalán, y tenía un cuarto equipo con el nombre de "Separatistes". En el mismo artículo recuerdan que, en 1920, el club decretó dos días de duelo oficial por la muerte de Terence MacSwiney, alcalde de Cork y militante del Sinn Féin, que falleció tras 44 días en huelga de hambre.
La primera pitada al himno y cierre del estadio
Pero la primera gran fecha grabada a fuego en la memoria culé es la de 1925. En el transcurso de un inocente partido amistoso entre el Barça y el Júpiter en homenaje al Orfeó Català, una banda de la marina británica tocó dos canciones. La primera, el ‘God Save the King’, recibió numerosos aplausos; la segunda, la Marcha Real que entonces era el himno español, fue sonoramente pitada, lo que provocó la ira de las autoridades de la dictadura de Primo de Rivera. El estadio fue clausurado durante tres meses, Gamper dimitió como presidente y tomó el camino del exilio.
Una década más tarde, en agosto de 1936, el presidente Josep Sunyol, militante y diputado de ERC, fue detenido por soldados franquistas camino de Madrid, e inmediatamente fusilado. A la Guerra Civil le siguió una intervención directa del club por parte del régimen franquista; el Fútbol Club Barcelona pasó a llamarse Club de Fútbol Barcelona, y las cuatro barras de la Senyera desaparecieron del escudo.
Uno de los episodios más divertidos del Barça bajo el franquismo lo recoge el periodista Pep Martí en Nació Digital, al recordar cómo sonó por primera vez en décadas el catalán por la megafonía del Camp Nou, en 1972: «S’ha perdut un nen. Es troba a la porta de la tribuna». La llamada de alerta sobre un niño extraviado en catalán provocó la ira de un hiperbólico ministro de Gobernación, Tomás Garicano Goñi, presente en el estadio, que se giró hacia el presidente del club y le aseguró: «¡Es el acto más contrario al 18 de julio desde el fin de la contienda!». Poco después llegaría Johan Cruyff, su hijo Jordi y el brazalete de capitán con la senyera.
1975, las senyeras regresan al Camp Nou
El 28 de diciembre de 1975, apenas un mes después de que Franco muriese, centenares de aficionados colaron miles de senyeras, todavía prohibidas, en el Camp Nou, en un clamor de libertad que se alargó durante toda la «transición», también cuando Tarradellas regresó, después de cuatro décadas de exilio, al estadio del Barça.
En estos 40 años, el Camp Nou ha seguido siendo un gran ágora pública, también para reclamar la libertad de los presos políticos vascos –en 2002, en una acción realizada por Endavant–. De hecho, se puede seguir perfectamente el rastro del proceso independentista en el estadio culé, desde las esteladas que se han ido generalizando estos años hasta los gritos de «Independencia» en el minuto 17:14, entre otros.