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Escalada de ataques entre las milicias chiíes iraquíes y el Ejército estadounidense

La escalada entre el Ejército estadounidense en Irak y las milicias chiíes pro-iraníes ha encendido todas las alarmas en el Gobierno de Bagdad y preocupa gravemente a la ONU. EEUU ha matado a 26 milicianos en el ataque a una base en la frontera siria después de que dos soldados y un mercenario estadounidense murieran en un ataque con mortero a su base de Taji, al norte de la capital.

Milicianos chiíes iraquíes en las frontera con Siria. (Ahmad AL-RUBAYE/AFP)
Milicianos chiíes iraquíes en las frontera con Siria. (Ahmad AL-RUBAYE/AFP)

Dos soldados, uno estadounidense y otro británico, y un mercenario murieron el miércoles en un ataque con morteros sin precedentes en Irak.

EEUU respondió con un bombardeo aéreo contra una base de las milicias chiíes iraquíes en la región siria de Al Bou Kamal, cerca de la frontera con Irak. Se ha saldado con al menos 26 muertos, el balance más mortífero hasta ahora en estos periódicos ataques.

A finales de 2019, los últimos bombardeos estadounidenses mataron a 25 milicianos, aquella vez de las Brigadas de Hizbullah iraquíes, también en respuesta a la muerte de uno de sus mercenarios en un ataque de las milicias proiraníes a una base en el norte de Irak. 

Días después, el Ejército estadounidense mató en un raid en Bagdad al comandante de la brigada internacional de la Guardia Revolucionaria iraní (Al Quds). Qassem Suleimani, y al líder de las Brigadas de Hizbullah y número dos de la coalición de milicias proiraníes Hachd al-Chaabi (Multitud Popular), Abu Mahdi al-Muhandis. Las milicias prometieron entonces venganza por la muerte de sus dirigentes.

EEUU no ha reivindicado, por ahora, el bombardeo contra la base de las milicias iraquíes pero  la agencia de noticias estatal siria, SANA, indicó anoche que varios aviones desconocidos «enemigos» lanzaron un ataque en el sureste de Al Bukamal, en la provincia de Deir Ezzoor.

Al Bukamal está controlado por las fuerzas gubernamentales sirias y es un punto de tránsito habitual de las milicias chiíes iraquíes que apoyan a Damasco.

Alarma en el Gobierno

El ataque previo a la base de Taji, situada 30 kilómetros al norte de Bagdad y en el que se lanzaron 18 proyectiles Katyusha de 107 milímetros tampoco  ha sido, de momento, reivindicado. Como no lo fueron ls anteriores 22 ataques con morteros contra bases estadounidenses registrados desde el pasado mes de octubre.

El alto mando militar iraquí, presidido por el primer ministro dimisionario, Adel Abdel Mahdi, ha denunciado el ataque contra la base de Taji, «un desafío de seguridad muy peligroso», y ha ordenado  la apertura de una investigación para dar con los responsables del lanzamiento de los cohetes, «sean quienes sean».

Tras la muerte de Suleimani, el Parlamento iraquí votó la expulsión de 5.000 soldados estadounidenses y, en medio de crecientes presiones, la llamada Coalición Internacional liderada por EEUU anunció la suspensión total de sus actividades. Pero continúa con sus operaciones –el domingo perdió a dos soldados en enfrentamientos contra el ISIS en el norte de Irak– y el Gobierno sigue sin aplicar la expulsión ordenada por los diputados.

Irak está sumido en una grave crisis política endémica y desde octubre hace frente a un movimiento de protesta antigubernamental inédito y que mantiene paralizadas a las instituciones.