Soledad GALIANA

El Gobierno de Dublín, a remolque de la ciudadanía en la crisis del Covid-19

17.607 casos y 794 fallecidos. Aunque las cifras oficiales en la República irlandesa no parezcan altas, menos en comparación con los números en Inglaterra, hay que tomarlas en el contexto de sus 4,9 millones de habitantes. Así, está en el ranking de los diez países con más muertos y en la posición 19ª en número de casos. Y aunque el Gobierno se reivindique, la inconsistencia de los datos ofrecidos hace que muchos cuestionen su gestión de la pandemia.

Comparecencia del primer ministro irlandés, Leo Varadkar. (AFP)
Comparecencia del primer ministro irlandés, Leo Varadkar. (AFP)

El Gobierno en funciones en Dublín, encabezado por Leo Varadkar, fue acusado desde un primer momento por los ciudadanos y los partidos de la oposición de priorizar la economía frente a la salud de los ciudadanos en la crisis del Covid-19.

Un claro ejemplo es la mala gestión en las residencias, que son los mayores centros de infección en la República irlandesa, donde sólo esta semana se han iniciado los test masivos en residentes y trabajadores.

Tony Holohan, asesor médico del Gobierno, ha reconocido que 319 de los epicentros de contagio se encuentran en centros de atención residencial, y de ellos, 191 en residencias de mayores, lo que constituye un 45% del total de las que existen en el Estado.

Aunque el Ejecutivo sostiene que este nivel de infección era inevitable, desde la organización que agrupa a los centros residenciales irlandeses (NHI) se afirma que podría haber sido evitado o reducido.

Tadhg Daly, portavoz del NHI, sostiene que si bien el perfil de edad  y salud de las personas en las residencias las hacía más vulnerables, sus muertes no son «inevitables».

Según Daly, sus esfuerzos por establecer un protocolo adecuado desde finales de enero fueron ignorados por el HSE, organización paraestatal a cargo de la atención sanitaria en el sur de Irlanda, y, de hecho, cuando para el 6 de marzo el NHI propuso restringir el número de visitas a las residencias sólo a aquellas circunstancias urgentes, los funcionarios del HSE insistieron en que aplicar esa restricción a las visitas medicas no era «necesario» debido al impacto que podría tener en los pacientes.

Escuelas y servicios sanitarios

Incluso tras el cierre de escuelas y cancelación de eventos públicos, el HSE siguió manteniendo que las residencias debían seguir abiertas a visitas.

A la falta de previsión en el caso de las residencias, se une la falta de recursos sanitarios. La falta de equipos de protección personal (EPP) en los centros de mayores ha significado que casi 2.000 de entre su personal hayan contraído la enfermedad.

De forma similar, los centros educativos cerraron sin ningún tipo de aviso y por sorpresa el jueves 12 de marzo por decisión del Ministerio de educación y cuando los alumnos se encontraban en los centros y muchos de sus padres en su jornada laboral.

Al cierre de las escuelas le siguieron las primeras advertencias básicas para paliar el contagio del virus, lo que acarreó que muchas familias se vieran obligadas a iniciar el trabajo desde casa o, simplemente, abandonar su empleo.

Para cuando el Gobierno decidió anunciar el confinamiento, el viernes 20 de marzo, muchos negocios habían ya cerrado sus puertas por la falta de clientela o la salud de sus empleados.

San Patricio y el Seis Naciones

Y es que en la estrategia para paliar y contener la pandemia del Covid-19 en Irlanda, el Gobierno ha ido muy a remolque de la opinión pública. Fueron los ciudadanos los que se lanzaron a las redes sociales para exigir la cancelación del Festival de San Patricio (17 de marzo), en el que se congregan medio millón de personas en las calles de Dublín.

Fueron los ciudadanos los que exigieron la cancelación de los partidos del campeonato de rugby Seis Naciones y, especialmente, el que enfrentaba al equipo irlandés con Italia en Dublín el 7 de marzo.

En todos estos casos, el Gobierno de Varadkar se lavó las manos y dejó que fueran las federaciones, los organizadores de los festivales, etc, los que tomaran las decisiones.

Lo que no pudo impedir la opinión pública, en plena parálisis del Gobierno, fue la llegada de 3.000 fans italianos que decidieron hacer uso de su billete de avión y reserva hotelera a Dublín. Muchos de ellos con vuelos directos desde el norte de Italia. Ninguno fue objeto de chequeo alguno en el aeropuerto.

De forma similar, el Ejecutivo de Varadkar ni siquiera publicó ningún tipo de recomendación en lo referido a los fans de la hípica, que decidieron viajar a Cheltenham (Inglaterra) entre el 10 y 13 de marzo, al que acudieron 125.000 personas, y que ahora se investiga en Inglaterra como uno de los epicentros del contagio.

Problemas con el material

El Ejecutivo en funciones de Dublín se ha enfrentado a situaciones similares a la de otros países europeos, como la compra de EPP, como batas de protección de manga corta, inservibles para evitar el contagio, o la falta de materiales para llevar a cabo los test masivos que se habían anunciado.

Lo que es inexcusable es la manipulación de las situaciones, como cuando el jefe de la Sanidad irlandesa manifestó que los equipos no eran los equivocados, sino que parecían diferentes, o que la reducción en el número de tests (que pasaron a administrarse a tan sólo aquellas personas que presentaban dos de los cuatro síntomas que el HSE había decidido) era en respuesta a los requisitos de la Organización Mundial de la Salud, cuando esta apuntaba a que se masificara la realización de pruebas.

Cuando Irlanda entra en la cuarta semana de confinamiento, después que se anunciara que las dos semanas iniciales se extendían hasta el 5 de mayo, aún no se sabe si el confinamiento llegará a su fin.

Quizás por la falta de indicadores claros (los resultados de test realizados en marzo en Irlanda sólo fueron publicados la semana pasada ya que tuvieron que ser enviados a laboratorios alemanes) o quizás porque el anuncio de más de 900 casos ayer jueves (un tercio más que la cifra más alta diaria anunciada hasta el momento) augura que aún queda por hacer para frenar el contagio.