Decía Eduardo Galeano en su “Días y noches de amor y de guerra” que «el torturador es un funcionario. El dictador es un funcionario. Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. Eso, y nada más que eso. No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles esa grandeza» y, tras la muerte ayer, con coronavirus, de Antonio González Pacheco, Billy el Niño, podríamos asegurar que el verdadero monstruo es la impunidad que siguen teniendo el franquismo y los torturadores.
González Pacheco, de 73 años, ha fallecido sin llegar a ser investigado judicialmente por delitos de torturas y detención ilegal, pese a las más de 15 querellas presentadas en los últimos años por sus víctimas, todas ellas archivadas por los jueces que se amparaban una y otra vez en la Ley de Amnistía y en la prescripción de los delitos para no tramitar ninguna investigación penal en su contra. No solo eso, se va con hasta cuatro condecoraciones que nunca le fueron retiradas, una de ellas la impuesta por Rodolfo Martín Villa al mérito policial en 1977.
«Estaba en el calabozo, esperando a otra sesión de tortura, cuando oí en la radio de los policías que nos custodiaban en el Gobierno Civil ‘¡¡Por fin, España en democracia!!’. En mi caso, Billy el Niño era el jefe de la brigada que a mí me estuvo torturando durante 10 días y lo hicieron antes y después de la Constitución», rememora Mikel Korta, víctima de González Pacheco en uno de los múltiples testimonios que se pueden encontrar por las redes.
«Si yo en su día denuncié y sigo denunciando este tipo de hechos, no es por una cuestión de venganza, porque quiera verle en la cárcel para toda su vida, no se trata de eso. Lo importante para acabar con la tortura y obtener la justicia que hace falta en este país es desmontar todo ese entramado legal y jurídico, y mediático de alguna manera también, que hace que se pueda torturar con impunidad. Si mañana, por lo que sea, le interesase volver a realizar esa práctica, tiene todo listo y preparado para seguir haciéndolo», las palabras del donostiarra al programa “En Jake” de ETB, adquieren aún más peso al comprobar cómo ha muerto con las medallas puestas, hasta el punto de que el vicepresidente segundo del Gobierno español y líder de Podemos, Pablo Iglesias, calificara de «vergüenza» su impunidad.
Sadismo vocacional
«Me decía puta, guarra. Era muy despectivo con las mujeres, muy machista. Y disfrutaba imponiendo el terror. Se le veía en los ojos». «Billy el Niño era un sádico terrorista de la tortura, disfrutaba muchísimo, se le veía en la expresión. Se acercaba a tu cara y te echaba el aliento, que era repulsivo porque olía a alcohol». Las descripciones de sus víctimas no varían demasiado, pero las cerca de 30 querellas presentadas no han conseguido condenarle. De hecho, la primera que aceptaron, por «crímenes contra la Humanidad», lo fue el año pasado y ha muerto sin ser juzgado, entre otras cosas por las trabas impuestas por los poderes ejecutivos y judiciales.
La demanda internacional abierta por la jueza argentina María Servini en 2013, también a otro siniestro personaje como Jesús Muñecas acabó igualmente en vía muerta un año después, al denegar la Audiencia Nacional española su petición de extradición con el argumento de que esos delitos estaban «ampliamente prescritos». En este caso, llegó a sentarse en el banquillo, donde declaró que no recordaba «con certeza» si había cometido algún delito en el ejercicio de su profesión: «Quizá algo hace muchos años de malos tratos, pero creo que no fui condenado».
Tampoco ha tenido que devolver ninguna de las cuatro condecoraciones recibidas entre 1972 y 1982, que le suponían un incremento del 50% en su pensión. PSOE y Unidas Podemos adquirieron el compromiso de retirárselas, pero el Covid-19 se lo ha llevado, en la cama y con las medallas puestas.