Josean Larrañaga “Urko” (Donostia,1948) se subirá al escenario del Teatro Victoria Eugenia acompañado de Javier Pérez de Azpeitia (piano y dirección musical), Lerman Nieves (bajo), Rubén Caballero (guitarra), Igor Telletxea (batería), Jorge Pacheco (percusión), Satxa Soriazu (teclado) y L. Mª Moreno Urretabizkaia ‘Pirata’ (saxo). Los arreglos son de Iñaki Salvador, que estará en el concierto como artista invitado, y de Iñaki Urkizu.
Está feliz por la calidad de los músicos que lo arroparán en esta cita especial. En su ciudad, en un teatro en el que –paradojas de la vida– todavía no ha actuado en solitario.
El donostiarra se resarcirá este domingo. «Ofreceré canciones hechas por mí y que para mí son las mejores –afirma–. Son dieciséis canciones, todas ellas recogidas en mis discos, pero que hace mucho tiempo que no canto».
Ha elegido un repertorio especial, en el que destaca el homenaje que tributará al escritor José Bergamín, a quien conoció personalmente en Donostia. «Son canciones del disco que le dediqué y que no he cantado frente al público prácticamente nunca», cuenta. Se lamenta por la poca repercusión que tuvo el disco entre nosotros. «En España vendí 27.000 copias, pero aquí nada. Soy el único que le ha dedicado una obra completa de 10-12 temas».
Será un concierto único e irrepetible.«La producción es muy cara y no creo que se vuelva a repetir. Hemos preparado partituras para todos los integrantes de la banda, y voy con un plantel de músicos de primera línea», remarca.
Afirma no ser pesimista ante los nuevos tiempos que corren, pero a lo largo de la conversación mantenida con GARA, se adivina un desencanto y un enfado debido a la poca valoración que se otorga a la música en Euskal Herria. «La cultura no cuenta, es una palabra vacía. La pandemia no ha hecho más que agravar una situación crítica que venimos arrastrando desde hace años», señala.
«Si la persona que te contrata tiene la mitad del aforo del espacio, te pagará la mitad, y tú, a su vez, pagarás la mitad a los músicos, a los técnicos de sonido... ¿Compensa hacer bolos para sobrevivir de mala manera?», se pregunta. «Si estás sobreviviendo, no tienes capacidad para sentarte y pensar, componer... que es a lo que deberías dedicarte». Agradece la labor de Miguel Martín, principal impulsor del concierto de Donostia.
No tiene duda. «Es el mejor momento de la música en Euskadi en cuanto al nivel que tienen los músicos, instrumentistas y creadores, pero los grupos son efímeros».
Ve imprescindible la realización de un foro colectivo en el que se debata y examine la situación actual. «Tiene que haber una generación nueva de cantautores, pero no de uno, sino de 50 cantautores que puedan trabajar y ganar dinero para poder vivir. Yo vendí muchos discos, pero ahora los músicos están buscando otros empleos y dejando la música, eso es una realidad que existe».
Comenzó su andadura musical en 1972. Tiempos de represión, tiempos convulsos. Es autor de temas como “Guk euskara” y “Usurbilgo eliza”, parte del repertorio popular. Y puso música a autores como Bitoriano Gandiaga, Gabriel Aresti y Joseba Zulaika.
Personalmente no se queja. «He podido dedicarme a la música. Me lo tomé como un trabajo profesional. El público me paga para ver un espectáculo y tiene que ser en condiciones. He tenido la inmensa suerte de tener una empresa de sonido y producción –ya no lo tengo–y he cuidado mucho los espectáculos, desde el escenario al último detalle. En los años setenta, imagínate, cantábamos donde podíamos, pero después había que dignificarlo y quien da dignidad al espectáculo es el músico, exigiendo las condiciones necesarias. Luego tiene que responder, claro». Anima a los jóvenes a pelear por sus derechos, por una «cultura digna».