En un momento en que la situación epidemiológica se encuentra en una fase de meseta, con las curvas de incidencia prácticamente planas, la evolución que mantiene el colectivo que conforman las personas de mayor edad impide, por un lado, que la afección pique hacia arriba, y constata por otro lado el efecto de las vacunas como herramienta para atajar la crisis.
En la CAV, el informe epidemiológico de Osakidetza es elocuente, y muestra que la franja de los mayores de 80 años presenta una trayectoria significativamente mejor que el resto, con una razón de tasas a siete días –compara la incidencia acumulada en 14 días con la que había hace una semana– de 0,71. Es bastante inferior al resto de grupos, entre los que no hay ninguno que baje de 0,8, con un máximo de 0,88 para quienes se hallan entre los 65 y 79 años.
Este es un dato llamativo, porque hace justo una semana la razón de tasas entre mayores de 80 años era de 0,8, exactamente la misma que en las franjas entre 65-79 y 40-64, y apenas algo mejor que el 0,81 de las personas entre 19 y 39 años de edad. Ese día, 2 de marzo, solo los menores y jóvenes entre 0 y 18 años estaban mejor, con 0,71.
Desde entonces, todos los grupos han empeorado, salvo el de 40-64, que sigue igual, y el de los mayores de 80 años, que ha bajado a 0,71 y ha permitido que la razón de tasas general solo haya subido de 0,80 a 0,82.
En otras palabras, la buena evolución de la pandemia entre las personas de mayor edad está impidiendo que la incidencia general empiece a crecer y hace que se mantenga de momento en una situación de impasse.
Este desarrollo positivo en ese colectivo no se limita a la CAV, pues también en Nafarroa el mayor descenso de contagios se aprecia entre los mayores. En este caso, entre quienes están por encima de los 75 años, que es la referencia que se utiliza en ese herrialde. Así, según el informe epidemiológico de la semana pasada, la caída de casos en ese grupo fue de un 32%, frente al 11% de bajada general; el triple.
El impacto de la vacunación
Aunque la incidencia entre las personas mayores, que son también las más vulnerables, ha sido desde el principio algo inferior que en el resto, la mejor evolución de estos días parece corroborar el impacto de las vacunas en ese grupo, que es donde más ha avanzado el proceso.
Sobre todo en las residencias, en las que viven miles de personas pertenecientes a este colectivo, y donde el virus ha ido desapareciendo al ritmo al que avanzaba la inmunización de los usuarios, prácticamente completada. De hecho, a día de hoy solo hay contabilizados tres casos activos en los centros de Hego Euskal Herria, los tres en Araba, en la residencia de Iekora.
Esta relación entre la vacunación de los mayores –Osakidetza espera comenzar esta semana a administrar el suero a la población entre 80 y 90 años– y el descenso de contagios en ese tramo de edad es una buena noticia, pero tiene su reverso negativo, pues los datos apuntan a que restando el efecto que está ejerciendo ese colectivo la incidencia subiría de forma clara.
Es decir, los números parecen indicar que el virus vuelve a expandirse, y lo hace cuando aún no ha habido tiempo de que se note el posible efecto de la relajación de las restricciones en la hostelería y los aforos, en Nafarroa, y la movilidad, en la CAV.