Y en nombre de la unidad, la división. Pere Aragonès, el único candidato con posibilidades de ser elegido president, volvió a recibir ayer los 42 votos a favor que suman ERC y la CUP. En esta ocasión le bastaba con obtener la mayoría simple, pero la abstención de los 32 diputados de Junts convirtió en mayoría los 61 votos del unionismo, que volvieron a frustrar la investidura del candidato de Esquerra. Tendrá que esperar a la tercera, siempre que llegue en un plazo de dos meses. De lo contrario, Catalunya se verá abocada a unas elecciones que todos afirman querer evitar.
No es fácil situar las razones últimas de la abstención de Junts. En la primera votación, celebrada el viernes, se pudo entender como la forma elegida por los de Carles Puigdemont para reivindicarse y recordar su peso, después de que ERC pactase primero con la CUP. La abstención de ayer, sin embargo, cuesta más descifrar.
Por un lado está la razón oficial: la falta de un acuerdo de calado que abarque la totalidad de la legislatura y no solo la investidura. «No lo podemos investir hasta que no tengamos un programa de gobierno y hasta que no hayamos repartido las responsabilidades dentro del Ejecutivo», señaló ayer Gemma Geis, a quien tocó ejercer de portavoz de Junts en el Parlament, dado que Albert Batet y Elsa Artadi están confinados por el positivo de un contacto estrecho. «La desunión es la victoria de la represión», añadió.
Después están las razones confesables, sobre las que se habla de forma bastante abierta. Son, básicamente, el papel del Consell de la República pilotado por Carles Puigdemont desde Bruselas y la actuación en Madrid.
Sobre la primera, Aragonès marcó ayer su línea roja al señalar que no aceptará «sustituciones ni tutelas». Geis le aseguró que no habrá tutelas, pero le pidió flexibilidad. Para Junts, el papel del Consell como órgano coordinador garantizaría mantener a flote la figura de Puigdemont y no ceder del todo el timón del procés a ERC, que habrá que ver hasta qué punto da su brazo a torcer. En el acuerdo con la CUP consta un nuevo espacio de confianza entre partidos y entidades independentistas, entre las que el Consell –dominado por los dirigentes de Junts en el exilio– es solo una más.
Sobre las actuaciones en Madrid puede haber más discusión de si estamos ante un debate estratégico o ante un recurso táctico que sirve a Junts para seguir atizando a ERC con el garrote de la unidad. Junts pide que los diputados independentistas vayan siempre de la mano en el Congreso de los Diputados, como si fuese un único grupo, algo de lo que ERC, con agenda y alianzas propias, no quiere oír hablar.
Y por último, tras la abstención pueden encontrarse también razones menos confesable que beben de una inacabable lista de reproches y agravios. En Junts cuesta ceder el timón y la investidura fallida de Puigdemont tras las elecciones de 2017 –Roger Torrent, de ERC, canceló el pleno tras recibir la amenaza del TC– sigue emergiendo como origen de todos los problemas.
Explicaciones, por lo tanto, las hay para todos los gustos, pero la conclusión es la misma en todos los casos: si no hay pacto en dos meses, elecciones. Si es cierto que nadie las desea, el acuerdo no se antoja tan complicado.