Maite Ubiria
Aktualitateko erredaktorea, Ipar Euskal Herrian espezializatua / redactora de actualidad, especializada en Ipar Euskal Herria

Un barómetro alerta del riesgo «limitado pero real» de una victoria de Marine Le Pen en 2022

A un año exacto de la próxima elección presidencial en el Estado francés, con una izquierda que no acaba de encontrar un nexo de unión y una derecha tradicional sometida a un constante estrés incluso en sus feudos, el último barómetro de la Fundación Jean Jaurès alerta del peligro «azul marino».

El primer secretario del PS, Olivier Faure, con Marine Le Pen a sus espaldas, en el homenaje a una policía muerta de forma violenta en Rambouillet. (Ludovic MARIN/AFP)
El primer secretario del PS, Olivier Faure, con Marine Le Pen a sus espaldas, en el homenaje a una policía muerta de forma violenta en Rambouillet. (Ludovic MARIN/AFP)

El sondeo publicado por el iconoclasta semanario francés ‘Marianne’, el pasado 17 de marzo, según el cual en caso de que se repitiera ahora el duelo en segunda vuelta de 2017, entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, el actual inquilino del Elíseo saldría airoso por la mínima (53%) cayó como una bomba.

Y sobre su onda expansiva ha difundido su último Observatorio de Opinión la Fundación Jean Jaurès, creada hace dos décadas en la esfera del otrora pujante Partido Socialista.

Tras el sondeo de ‘Marianne’, el propio primer ministro, Jean Castex, trasladó públicamente su «preocupación» por el ascenso demoscópico atribuido a Marine Le Pen y azuzó a quienes «podrían negarse a hacer de barrera» para cerrar el paso a la ultraderecha.

Ninguna alusión hizo, sin embargo, Castex a la doble incursión en los platós de televisión del ministro de Interior, Gérald Darmarin, primero para debatir de seguridad con la propia Marine Le Pen, y después para abordar en su galería habitual de temas, de las leyes «antiterroristas» a la migración, ya en comandita con tertulianos que desgranan de forma cotidiana las tesis ultraderechistas, caso de Eric Zemmour, sobre el que pesa al menos una condena firme por injurias e incitación al odio.

El barómetro de la Fundación Jean Jaurès corrobora que, cuando falta un año para la elección presidencial, Marine Le Pen es la candidata autoproclamada que dispone de una fidelidad de voto más elevada.

Así, el 89% de las personas que le dieron su confianza en la primera vuelta de mayo de 2017 aseguran que repetirían su opción.

Con todo, un 71% de los ciudadanos que apoyaron a Emmanuel Macron aseguran que volverían a hacerlo, lo que da a entender que la campaña para presentar al actual presidente como el peaje a pagar para cortar las alas a la ultraderecha empieza a dar sus frutos, para satisfacción de su gabinete de comunicación.

El «voto con la nariz tapada» al que aboca el escrutinio uninominal a dos vueltas catapultó en 2017 a Macron a la condición del presidente todopoderoso, ya que su éxito en la presidencial jugó a su favor en los comicios legistativos, celebrados solo un mes después, y en los que sumó una abultada absoluta.

¿Que ocurriría si ahora una parte del electorado no se considerara convertido por ese llamamiento a ejercer ese papel de salvaguarda de los llamados «valores republicanos»?

La Fundación Jean Jaurès toma como punto de partida para su análisis la evolución ascendente del voto del antes Frente Nacional (FN) y hoy RN desde la década de 2010.

La primera constatación que se hace en el estudio es que la formación azul marino ha sabido consolidar en la última década su nicho de votantes y convencer a nuevos electores de forma cada vez más eficaz en las distintas citas electorales, viéndose cada vez menos penalizada por los tipos de escrutinio.

¿Tanto como para atisbar una posibilidad real de que Marine Le Pen ponga sus maletas en el Palacio del Elíseo en la primavera de 2022?

Los analistas de la fundación socialdemócrata afirman que no es lo más probable «a condición de que siga funcionando el voto barrera republicano». Y toman así partido en una cuestión no resuelta en la izquierda.

El «cordón sanitario» de Chirac

Frente a la ascensión de Jean-Marie Le Pen en las presidenciales de 2002, el aspirante conservador, Jacques Chirac, activó la lógica del «cordón sanitario» tras asociar al patriarca de la ultraderecha a «una amenaza para la continuidad de la democracia francesa». Incluso se negó a debatir con él entre las dos vueltas.

Una posición que hoy se valora como un gesto de altura política, pero que se explica sobretodo por la cotización al alza de la marca ultraderechista que la derecha interpretaba como una amenaza futura a sus dominios, mientras, por cierto, la izquierda rosa seguía embelesada en la estrategia desplegada en tiempos de François Mitterrand de dar cierto aire al lepenismo para obtener réditos a corto en la correlación política.

En 2017, Macron debatió y ganó con claridad el cara a cara frente a Le Pen antes de endosarle una abultada derrota en las urnas entre apelaciones a esa barrera de contención republicana que cada vez más aparece como un objeto de colección del mundo político analógico, pese a que el riesgo de penetración del proyecto de la ultraderecha es más evidente que nunca.

Como recuerda en su informe la Fundación Jean Jaurès la espita la abrió Nicolas Sarkozy, en 2012, cuando el expresidente proclamó a Marine Le Pen como «compatible con la República». Una confesión que abrió camino a que, tres años después, su movimiento político, la UMP, estrenara oficialmente «la política del ni-ni». Ni frente republicano, ni Frente Nacional.

Con sus más y sus menos, la izquierda institucional se ha mantenido fiel a ese compromiso. Y a la endémica práctica del cainismo.

El ya autoproclamado como presidenciable, Jean-Luc Mélenchon, declinó pedir automáticamente el voto para Macron tras la primera vuelta de 2017. Optó por organizar una consulta interna en su Francia Insumisa, que se saldó con un resultado bastante variopinto, ya que el 36,1% de los simpatizantes de esa formación abogaron por el voto blanco o nulo en la segunda vuelta, y el 29% por la abstención, mientras que el 34,8% se inclinaba por votar a Macron.

¿Y si Le Pen llega a la cabeza en primera vuelta?

Mélenchon asumió, en todo caso, un riesgo mesurado. En 2017, Emmanuel Macron ganó en primera vuelta con un 24,01% de los votos frente al 21,30% cosechado por Marine Le Pen. Además, el candidato revelación disponía de una reserva de voto claramente a su favor para la liza definitiva, ya que François Fillon, el luego defenestrado líder de la derecha tradicional, que cosechó un 20% de los sufragios, pidió de inmediato a sus votantes que apoyaran a Macron y el anti-candidato del PS, Benoît Hamon (6,36%) hizo lo propio.

¿Que ocurriría en la hipótesis a la que, en la línea de lo apuntado por unos sondeos que no son inocentes y que, sin duda, buscan crear un cierto relato político, Marine Le Pen se impusiera en la primera vuelta?

Partiendo de lo ya ocurrido –Marine Le Pen solo aumentó tres millones de voto de la primera a la segunda vuelta hace cuatro años, mientras que Emmanuel Macron engulló doce millones de sufragios– el informe analiza los factores que podrían hacer bascular la balanza en favor de la ultraderecha francesa en 2022.

Primera condición. La lideresa «ultra» debería atraer no ya a los sectores duros sino a una derecha moderada a la que los miedos ligados a la pandemia empujarían hoy más fácilmente hacia su campo.

Segunda condición. Marine Le Pen debería rebajar el nivel de animadversión que genera su proyecto, o lo que es lo mismo completar la tarea de desdiabolizar su figura y su proyecto político, para empujar, al menos, a la abstención, al electorado de los aspirantes que no superen la primera vuelta.

Tercera condición. La candidata de RN debería disipar las dudas que genera su propuesta socioeconómica y de política exterior en sectores conservadores que, según refleja en barómetro de la Jean Jaurès, no exhiben ya incompatibilidades insuperables con el RN en lo que atañe a la identidad, ya que comparten sus proclamas en defensa de la cultura «franco-francesa», del principio de autoridad, de la respuesta represiva reforzada contra el «terrorismo» y la migración irregular, o sobre la islamofobia.

Ya el muestreo dado a conocer en setiembre de 2020 dentro del estudio  ‘Fracturas Francesas’ se constataba la convergencia en (anti)valores de los electorados de la derecha tradicional y la ultraderecha.

Prueba de ello, un 71% de electorado de Les Républicains (LR) avalaba entonces la restauración de la pena de muerte, medida a la que decía aspirar el 85% de los simpatizantes de RN.

Por contra, las reformas de «flexibilización laboral» obtenía un apoyo del 73% en el seno de LR mientras que solo el 39% de los votantes de RN -entre los que destacan los jubilados, los autónomos, los trabajadores con menos cualificación amenazados por las deslocalizaciones pero también jóvenes con estudios superiores pero con expectativas laborales raquíticas-  apoyaba de forma expresa esa receta.

La candidata solo «cae mal» al 34%

Las encuestas realizadas de 2018 a esta parte trasladan, por lo demás, una percepción menos negativa de la candidata ultraderechista que tiene que ver en parte con la purga interna que ha aplicado en su partido con vistas a quitar «radicalidad» a su mensaje.

A día de hoy solo un 34% de los consultados asegura tener una mala opinión de Marine Le Pen, once puntos por debajo de lo que arrojaban los sondeos en abril de 2016, a un año de la anterior elección presidencial.

De se capaz de cumplir con las condiciones antes señaladas, en 2022 Le Pen contaría con un as añadido.

Se trata del rechazo creciente que muestra la ciudadanía ante Emmanuel Macron. En el barómetro se sugieren diferentes opciones para definir los sentimientos que inspira el mandatario galo. Este es el ránking de respuestas: un 28% confiesa sentir «enfado», y cuentan con un 21%  de apoyo las opciones de «desencanto», «rechazo» y «vergüenza».

«En la perspectiva de una repetición del duelo Macron-Le Pen en la segunda vuelta de la presidencial, hay un riesgo que no debe ser minimizado de que una parte importante de los electores de los candidatos que caigan en la primera vuelta se abstengan, al ser cada vez más similar el grado de rechazo que les genera la candidata de RN y el actual presidente», señala el estudio.

En su capítulo de conclusiones llama a desplegar estrategias efectivas ya que «cuando una formación está tan fuertemente implantada la mera oposición moral se revela claramente ineficaz».

Aunque sigue abogando por «la barrera republicana», estima como prioritario que «la izquierda retome contacto urgente con las clases populares», que en 2017 aportaron el 37% del voto de Le Pen en segunda vuelta.

Defendiendo un cambio del sistema electoral que aboca a la elección «no del candidato deseado, sino del menos odiado», pero sabedor de que tal reforma no se produciría en ningún caso antes de la próxima elección presidencial, el think tank rosa apela a «tomar en cuenta desde ahora el riesgo, limitado, pero real, que encarna Marine Le Pen».

Y hace un llamamiento urbi et orbi a impedir que el 20 aniversario del 21 de abril de 2002 –fecha en la que Jean-Marie Le Pen se plantó en la segunda vuelta, desbancando a un favorito Lionel Jospin, que puso el rostro trágico a un declive que no hacía más que empezar para la socialdemocracia gala– quede marcado por «la mala sorpresa de que la candidata de extrema derecha logre situarse a la cabeza de Francia».