Gervasio Sánchez afirma en el documental ‘Los ojos de la guerra’ (Rafael Lozano, 2011) que es consciente que que no van a cambiar la realidad, pero que documentan unos hechos que están ocurriendo, acontecimientos que en caso contrario quedarían sin constancia alguna. En la cinta, también se puede ver el testimonio de David Beriain y Mikel Ayestaran, entro otros fotoperiodistas.
La muestra ‘Creadores de conciencia’ busca reconocer el trabajo de los profesionales de la fotografía que arriesgan su vida en conflictos bélicos, desastres naturales o regímenes autárquicos. Y precisamente rinde un tributo especial al periodista David Beriain y al cámara Roberto Fraile, que fallecieron el pasado día 28 de abril en un ataque mientras rodaban en Burkina Faso un documental sobre la caza furtiva. «Ellos también querían contar la realidad tal y como es, creando conciencias».
Además de remover conciencias y acercar a las injusticias, los abusos y el dolor humano, la exposición rinde homenaje a «una generación de fotoperiodistas que han reflejado con imágenes algunos de los momentos trascendentales de la historia reciente, a veces en situaciones precarias y asumiendo riesgos. Una tarea muy importante, en momentos históricos agitados y convulsos, tarea que no ha conseguido siempre un justo reconocimiento», aseguran los responsables de la muestra.
La exposición abierta en la Casa de Cultura Okendo de Donostia ha sido producida por la compañía se seguros DKV y comisariada por Chema Conesa. Reúne el trabajo de 40 fotoperiodistas, entre ellos los vascos Andoni Lubaki, Clemente Bernard, Daniel Ochoa de Olza, Fernando Moleres y Ricky Dávila.
También se puede ver la obra de fotógrafos estatales con una larga trayectoria como Gervasio Sánchez, Kim Manresa, Sergi Cámara y Sandra Balcells; y otros más jóvenes como Javier Corso, Manu Brabo, Samuel Aranda, Bernat Armangué y Lurdes Basolí. Asimismo, la muestra incluye trabajos de autores internacionales como Carlos Spottorno y José Cendón. Las fotografías que se presentan se han publicado en los medios de comunicación más relevantes del mundo, y dan a conocer «tanto realidades inquietantes y crudas de lugares lejanos como Siria, Colombia, Venezuela, Irak, Egipto... como situaciones que se pueden vivir en nuestro propio barrio o ciudad. Todas las fotografías están tratadas con seriedad y rigor, y con un alma y una magia especiales, que no dejan indiferente a la persona que las observa», destacan los organizadores.
El conflicto de Siria tiene un protagonismo especial en la muestra. También tienen presencia otros temas como Chernóbil o la prostitución infantil en Brasil, o la ablación de mujeres en sociedades de África. «La idea es hacer un mapa mundi de los desastres humanitarios y los problemas que tiene la sociedad a todos los niveles», cuenta Chema Conesa a NAIZ.
Fue él quien llevó a cabo la selección de los fotoperiodistas participantes en la exposición. En total, son 120 imágenes, algunas realizadas en blanco y negro y otras en color. Cada profesional firma tres obras. Cada uno de ellos envió una amplia muestra de su trabajo a Conesa y tras visualizar más de un millar de fotografías, este eligió las instantáneas expuestas finalmente. En el visionado de los centenares de imágenes, asegura que no le ha sorprendido nada. «He trabajado toda la vida en prensa. He visto el horror diario a nivel de 500 fotografías al día», apostilla.
Conesa incide sobre la posición personal de cada autor. «En el proceso de selección vi personalidades muy diferentes. Hay profesionales a los que les interesa la perfección de la imagen, su belleza, algunos de esos autores terminaron en el cine, llevados por ese interés estético. Y otros fotógrafos en los que prevalece su interés por reflejar una realidad. Mientras unos fotografian de una manera sensitiva, otros van directamente a la noticia, sin ningún tipo de aderezo», cuenta.
Realidad desconocida
La exposición, tras ser vista por más de 127.000 visitantes desde 2018 en diversas ciudades del Estato español, recala ahora en Euskal Herria. Nos acerca a una realidad desconocida, la de los reporteros. «Estos fotógrafos no son conocidos para el gran público, solo entre la gente del oficio. Tienen una profesión dura, arriesgada, económicamente de absoluta inseguridad, no digamos después de la crisis de la prensa», subraya Conesa.
Remarca su calidad. «Son tremendamente buenos. A los fotógrafos se los rifan los grandes medios internacionales, tienen galardones y reconomientos internacionales, y aquí son prácticamente desconocidos», dice. «Es algo que destacan los visitantes, a muchos les sorprende la calidad de las fotografías», agrega.
Aunque no conoce a todos los profesionales personalmente, sí tiene conocimiento de la obra de todos ellos. Para la muestra, entre los proyectos fotográficos elegidos, se interesó especialmente por el proyecto centrado en las consecuencias de Chernóbil, de Ricky Dávila, «unas fotografías de unas colonias que fueron afectadas por la radiación. Los chavales estuvieron en Euskal Herria un verano, recuperándose».
En la muestra también destaca una fotografía firmada por Andoni Lubaki, colaborador de GARA. «Fue portada del ‘New York Times’, una foto realmente buena, muy celebrada. Se ve a un miliciano jugando con un balón. Es una imagen feliz, dice muchas cosas de una manera sencilla. Una guerra, al contrario de lo que todos creemos, es muy aburrida, según dicen los propios corresponsales. No pasa nada o muy poco, es algo que a veces sorprende», explica.
El cruel día a día
La retaguardia frente a la primera línea de la guerra. El día a día de los ciudadanos, es, en numerosas ocasiones, más cruel que el frente. Es algo que se ve plasmado en la muestra. «Las imágenes del día después calan de forma mucho más directa porque las entendemos con nuestra mentalidad de país más o menos rico, civilizado culto. Cuanto más cercano lo sentimos, más nos impacta», afirma.
Pone como ejemplo la imagen del niño ahogado en una playa turca, que tuvo una gran repercusión. «¿Por qué impactó una fotografía así cuando cada día cientos de niños morían igual en aquella época? Fue porque la sociedad lo vio como uno de los nuestros. El niño vestía casi con ropa de boutique de bebé y la proximidad a nuestro hábito de vida es lo que impacta».
Pasó lo mismo con otra fotografía tomada en Grecia de una mujer refugiada que llevaba a su bebé y cayó. «La chica, al bajar de la barcaza, resbaló en una piedra y se cayó. Su cara de susto era tremenda. Y representa a todos otros esos sustos que sabemos que no acaban en tragedia pero que no se han fotografiado. No le iba a pasar nada, estaba a tres metros de los equipos de rescate, pero en ese grito están todos los gritos. ‘Esto lo podemos ver y le puede pasar a cualquiera’, pensamos. Y eso es lo que conmueve», señala.
Al preguntarle por la reacción de los visitantes ante las imágenes, señala que «hay espectadores que califican la exposición como un ‘catálogo de horrores’ ante el que se muestran impactados. Te hacen reflexionar, no te dejan inmune».
El comisario de la muestra pone el foco en la dualidad de la belleza en situaciones tan inhumanas. «El ser humano se defiende ante la crudeza de la vida. Pero en ocasiones dicen ‘qué horror más bello’. Es la dualidad, hay fotoperiodistas que han sido considerados artistas, con obra cotizada en galerías. Es una aberración».
La muestra se puede visitar hasta el 17 de julio. En la primera semana de junio hay prevista una mesa redonda con fotoperiodistas que nos acercarán el día a día de su labor y que podrán compartir las motivaciones que les mueven y las experiencias que les han marcado en su trayectoria.
Para tomar parte en esta propuesta, es necesario inscribirse enviando un correo electrónico (okendokulturetxea@donostia.eus) o llamando por teléfono (943 290672). El plazo se abrirá cinco días antes de la celebración de la actividad.