Si los rigores de una final no encorsetan sus estilos, a priori el duelo entre los dos conjuntos británicos se antoja de lo más interesante para el espectador, habida cuenta del ritmo de juego que han exhibido ambos en las eliminatorias previas a la disputa de este último partido.
Saben los dos manejarse con destreza a la hora de mover el cuero y hacerlo con la suficiente velocidad como para desarbolar al rival, tampoco son mancos cuando hay que recuperarlo presionndo al adversario y disponen de la necesaria calidad ofensiva como para que todas esas cualidades se transformen en goles.
Todo ello hace que la contienda sea de lo más equilibrada, independientemente de que al Manchester City se le haya otorgado la etiqueta de favorito, que no le corresponde si tenemos en cuenta los últimos resultados que se han producido entre los de Guardiola y el Chelsea.
Los blues le tienen tomada la medida últimamente a los citizens, a los que derrotaron en las semiinales de la FA Cup (1-0) e hicieron lo propio en la Premier (1-2), sendas bofetadas que son un aviso más que serio para los pupilos del técnico de Santpedor.
Necesita el entrenador catalán volver a levantar la Champions para acallar las bocas de quienes le han recriminado que sus pasados éxitos europeos se han debido a la magia de un Messi en su mejor momento, habida cuenta de que ni en el Bayern primero, ni hasta ahora en el City había podido optar a ella de nuevo.
Se encuentra Guardiola, además, en la tesitura de hacer historia en un club que ha invertido una ingente cantidad de dinero para conformar un equipo que ha barrido a sus rivales últimamente en el torneo doméstico, pero al que le falta la guinda de llevar a sus vitrinas el trofeo continental.
Espina clavada de Tuchel
Algo similar ocurre con su homólogo en el otro banquillo, el alemán Thomas Tuchel, que todavía tiene clavada la espina de la derrota en la final más reciente, en esa ocasión al mando de un PSG que no pudo con el puño de hierro que fue el ejercicio pasado el citado Bayern de Münich.
Independientemente de lo que ocurra, lo que nadie le puede quitar al preparador teutón es que, en apenas cinco meses, ha conseguido con un juego ordenado y eléctrico llevar a lo más alto a un Chelsea que estaba yendo prácticamente a la deriva.
Y eso que su propietario, el magnate Roman Abramovich, había batido el récord de gasto este pasado verano –pandemia mediante–, un capítulo en el que el City tampoco se queda corto cuando saca a relucir su chequera. Quien gane al menos habrá "justificado" la millonaria inversión procedente del petróleo, bien sea ruso o árabe.
La recompensa por el título también tiene su repercusión vasca. Juanma Lillo (Tolosa) ejerce casi de confesor de Guardiola y Xabi Manzisidor (Pasai Donibane), al cargo de los porteros, son dos piezas importantes en el entramado técnico del City. En el Chelsea, César Azpilicueta (Zizur Nagusia) será titular como uno de los fijos de Tuchel y Kepa Agirrezabalaga (Ondarroa) aguardará en el banquillo por si es necesario su concurso.
Aficionados e incidentes
En sintonía con la actual desescalada y la vuelta de los aficionados a los estadios de fútbol, el estadio Do Dragao, al igual que ocurrió en la final de la Europa League, acogerá la presencia de espectadores en sus gradas. En concreto, se permitirá la entrada a unos 5.000 seguidores por cada equipo.
Algunos de ellos ya han adelantado su presencia en Oporto, donde la madrugada del jueves al viernes protagonizaron incidentes en sus calles coincidiendo con el cierre de bares y restaurantes. No hubo detenidos, pero sí cargas de la policía lusa y un herido leve.