El presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Brahim Ghali, ha salido del Estado español en un avión oficial argelino que ha despegado hacia la 01.30 del miércoles desde el aeropuerto de Noain rumbo a Argel.
El líder saharaui ha permanecido hospitalizado en Logroño desde el pasado 18 de abril, a casua del covid-19 en el hospital San Milán-San Pedro de Logroño, donde ha recibido el alta médica hacia las 22.00, y ha sido trasladado en ambulancia al aeropuerto navarro.
Por la mañana, Ghali había comparecido por videconferencia ante el juez Santiago Pedraz de la Audiencia Nacional española, que no ha visto siquiera indicios de los delitos por los que se habían presentado dos querellas.
Pedraz ha destacado que «el informe de la acusación (...) no ha suministrado elementos siquiera indiciarios que avalen la existencia de motivos bastantes para creerle responsable de delito alguno».
«Las declaraciones de los testigos en la causa no tienen prueba corroborativa», ha añadido.
Por ello, el juez ha vuelto a rechazar las medidas cautelares –prisión provisional y retirada de pasaporte– que pedían las acusaciones al no ver tampoco riesgo de fuga, y se ha limitado a pedir que facilite un teléfono y un domicilio para poder localizarlo.
El Gobierno español informa a Marruecos
Tras la declaración ante Pedraz, la portavoz del Gobierno español, María Jesús Montero, había indicado que el Ejecutivo entiende que, cuando el líder del Frente Polisario y presidente de la RASD se recupere, «volverá a su país de origen, al lugar de donde vino».
Fuentes judiciales ya habian confirmado que, en la actual situación, nada impedía a Brahim Ghali salir del estado español.
El Gobierno ha añadido que las autoridades marroquíes han sido informadas «a través de cauces diplomáticos» de la salida de Ghali, quien «portaba la documentación a su nombre con la que entró en España».
Marruecos había amenazado al Estado español con un empeoramiento de la crisis diplomática si Ghali salía del Estado español, considerando su acusación en la AN como un «test» sobre la confianza que le merece Madrid.
La acogida de Ghali ha servido a Marruecos como detonante de una crisis que derivó hace dos semanas en la entrada de miles de personas a Ceuta y en un pulso político entre Rabat y Madrid que implicó la llamada a consultas de la embajadora marroquí en el Estado español.
El régimen marroquí va más allá y exige al Gobierno español un apoyo «claro y contundente» a la ocupación del Sahara Occidental.