«Vendrá el lobo de verdad y no les creeremos»
Catedrático de Parasitología y profesor de Inmunología en la Universidad de Valencia, Toledo ha alzado la voz recientemente en medios especializados para alertar de los mensajes alarmistas que se han reactivado tras la aparición de la cepa india.
Con cada variante se azuza el miedo a que las vacunas no funcionen. ¿Hasta qué punto esto puede ocurrir?
Que aparezcan variantes es lo más normal del mundo y más en una pandemia. Los linajes del virus se sustituyen unos a otros. Antes de navidades, había descritas más de 1.200 cepas. La posibilidad de que una se salte las vacunas es muy compleja por varias razones. Los coronavirus, en general, tienen muy poca capacidad de mutación. Mutan poco, si los comparamos con otros virus, claro. Por eso, si nos fijamos en las diferentes variantes que han ido apareciendo, se repiten las mutaciones. En segundo lugar, la respuesta inmunitaria natural como la inducida con vacunas reconoce al virus por muchos puntos. Le ataca por distintos flancos. Aunque cambie uno, el resto seguirá. El virus muy hipotéticamente, podría cambiar todos esos flancos, pero si cambiara tanto, probablemente perdería su capacidad para infectar la célula humana.
Pare, por favor. Eso lo quiero entender bien.
El virus infecta porque su proteína S es complementaria con el receptor ACE2 que está en la superficie de las células humanas. Si esta proteína S cambia tanto como para eludir al sistema inmunitario, probablemente perderá esa complementariedad y no podrá infectarnos.
Le confieso que también necesito ayuda para comprender bien lo de los flancos.
El sistema inmunitario no reconoce virus, sino moléculas. Ni siquiera eso, reconoce partes pequeñitas de moléculas que se llaman epítopos. Se despierta una respuesta inmunitaria frente a cada uno de ellos. Son muchas respuestas paralelas e independientes. Si la proteína S tiene 23 epítopos, son 23 respuestas diferentes contra ella. Si cambia alguno de estos epítopos debido a una mutación, la inmunidad perderá eficiencia contra esa parte, pero nos quedan otras 22 activas. Y no solo eso, gracias a la células TCD4, el sistema humano tiene capacidad para redirigir la respuesta. Si el epítopo cambia, las defensas humanas cambiarán para atacar ese flanco nuevo. El virus usa sus herramientas –que son aleatorias, que no son conscientes– pero el sistema humanitario humano tiene las suyas.
Las células T humanas han identificado, al menos, 23 epítopos diferentes del coronavirus y saben a quién atacar
Eso sí se me hace más sencillo de entender. Digamos que el sistema inmunitario lleva evolucionando en paralelo a los virus. Si ellos han aprendido a mutar, también nuestra inmunidad se ha preparado para detectar mutaciones.
Cuando se explica la inmunidad, hablamos de anticuerpos porque es lo más gráfico de la respuesta inmunitaria, pero no es la parte más importante. Los anticuerpos y la células B son como las balas y los artilleros. Es sencillo de entender cómo funcionan, pero el peso lo llevan las células T. Estas células reconocen al virus y por distintas partes. Basta que reconozcan uno de esos puntos para que redirijan al sistema inmune contra él. El virus puede, en cierta medida, disfrazarse, pero las células T tienen capacidad para reconocer ese disfraz y, por tanto, ordenar a las células B que fabriquen y disparen anticuerpos contra este virus disfrazado. Sabemos que, concretamente, las células T humanas han identificado, al menos, 23 epítopos diferentes del coronavirus. Y esos puntos los memorizan y saben a quién atacar.
Pero sí parece haberse constatado que ante ciertas variantes, como la brasileña, la sudafricana y la india, las vacunas pierden algo su efectividad.
Muchas veces se ha dicho que esta vacuna pierde tanta efectividad ante tal cepa. Pero si lees el trabajo, suelen estar basados en pruebas con sueros. Un suero es una solución de anticuerpos, donde no están las células T, luego están obviando la respuesta celular. Eso son resultados ‘in vitro’, pero también sabemos que los resultados ‘in vivo’ son muy diferentes y las vacunas no fallan tanto como habían predicho los sueros. Esto sucede así porque está activa la respuesta celular y, por tanto, esa capacidad humana de dirigir y reorientar, la respuesta inmune.
Cuando me ha tocado divulgar la función de las células T en artículos previos, hay una parte que siempre dejo fuera para que no me explote la cabeza ni a mí ni al lector. He leído que la forma de rastrear epítopos de las células T varía en función del HLA, lo mismo que se mira para ver si un donante de médula es compatible.
Te lo explico. Las células T se forman en la médula ósea y en un estadio muy temprano pasan al timo, que es un órgano del cuerpo humano. En el timo esas células se van filtrando a través de muchas moléculas nuestras. Aquellas células T que reconocen moléculas nuestras y reaccionan ante ellas son eliminadas. Sufren apoptosis y mueren en ese órgano. Solo salen a periferia, al resto del cuerpo, aquellas células T que no reaccionan ante moléculas humanas, que no son autorreactivas. Esas células que pululan por el organismo quizá no sirvan para nada, pero al menos no van a hacer daño, ni despertar respuestas autoinmune. Nuestro cuerpo no sabe si esas células serán útiles o no. Nadie lo sabe, porque cuando se fabrican el cuerpo desconoce qué existe fuera de él ni con qué se va a encontrar. Las células T que circulan en periferia son una batería enorme de linfocitos capaces de reconocer 10 elevando a la vigésima potencia de epítopos diferentes.
Le confieso que parece ciencia ficción.
Imagínate que te digo que los dos nos vamos de viaje, pero no te digo el destino. ¿Qué meterías en la maleta?
Supongo que un poco de todo, chanclas, bañador, abrigo, un pantalón… Y la chaquetica por si refresca.
Exacto: un poco de todo. Pondrías cantidades pequeñas de cada uno. De otro modo, no te cabe en la maleta. Si metes un abrigo, toalla y botas no te van a caber diez camisetas. Pues eso es lo que hace el sistema inmunitario. Cuando contacta con un virus nuevo, como con este SARS-CoV-2 , al principio hay muy pocas células T que lo reconozcan. En consecuencia, la respuesta contra él es más lenta y el virus es más patógeno, hace más daño. Eso sí, una vez lo ha reconocido, el organismo aprende que ese virus existe y que además se lo puede encontrar. ¿Qué hace? Selecciona esas células que le han sido útiles y las amplifica. Por eso, después de haberse infectado una vez, la respuesta es más rápida, más eficiente y en muchas ocasiones genera inmunidad completa. A partir de ahí, cada vez que te vas encontrando con el mismo virus, o te vas vacunando, vas amplificando la cantidad de células útiles contra el virus. Esas células quedan de memoria y reconocen al patógeno. Con lo cual, aunque cambie, conseguirán redirigir las defensas. Si tiene mucha capacidad de mutación, que ocurre en algunos casos, los virus dan lugar a serotipos. Eso sí son variantes que no son reconocibles por el sistema inmunitario. Pero en un coronavirus no se ha conocido nunca esto.
Hay que saber leer los datos y, muchas veces, no se saben leer. Hablamos de contagios, pero esto ya es secundario.
Una vez hemos arrancado nuestra respuesta inmune con las vacunas, multiplicando nuestras células T que son útiles contra el virus, ¿en qué momento estamos? ¿De verdad es esto el final?
Sí, esto es el final. Estamos al final, porque la situación no es la misma. Aunque las prevalencias son muy similares a las de julio del año pasado, ahora hay mucha gente inmunizada. Hay que saber leer los datos y, muchas veces, no se saben leer. Hablamos de contagios, pero esto ya es secundario. Antes había una correlación, una proporcionalidad, entre los casos detectados y la presión hospitalaria, de formas graves. Eso ya se ha perdido hoy en día, pero seguimos con la normativa en función de los contagios. Realmente, cuando la población vulnerable está protegida, esos contagios no tienen por qué traducirse en casos graves o tensión hospitalaria.
Usted lo ha dicho muy claro, pero existen otras voces que son más prudentes.
En mi opinión, se está adoptando una postura ultraconservadora y excesivamente alarmista con cada una de las variantes que han ido apareciendo. Esto puede ser peligroso. Los mensajes pueden acabar haciendo perder credibilidad al colectivo sanitario. Noto en la calle que conforme aparece una variante nueva y se lanza la alarma de que viene el lobo, la gente se lo cree cada vez menos. Si seguimos así, va a llegar un día –y no digo que sea con este virus– en que haya otra alarma real y puede ocurrir como en la fábula del pastor y el lobo. Vendrá el lobo de verdad y no les creeremos.
¿Se erradicará este virus?
El virus tiene reservorios animales, hay muchos asintomáticos... será imposible erradicarlo. El coronavirus se endemizará y será un virus respiratorio más. Estoy convencido de que, a futuro, los ambulatorios ni se molestarán en diferenciarlo de la gripe o de otra infección. Habrá qué ver qué ocurre este otoño, cuando los virus respiratorios se reactivan, pero entonces ya estaremos protegidos.