En una temporada normal, el equipo de programación de un festival de cine dispone de prácticamente un año para confeccionar la selección oficial de películas. Doce meses, más o menos, para meter en la retina una cantidad sobrehumana de títulos, para descartar la gran mayoría de estos, para negociar por los que interesan… para dar forma, en fin, a otra edición de ese certamen que tiene que permanecer en la memoria cinéfila.
Pero como sabemos, venimos de una última temporada horrible. De un espanto, un sufrimiento insoportable, un infierno… todo, menos aquello que antes considerábamos «normal». 2020, el año en que el mundo se detuvo por la pandemia mundial del coronavirus, también será recordado en el sector como el año en que no viajamos a Cannes. Al festival de cine más importante del mundo, las fechas le jugaron en contra (pues cuando debía celebrarse su 73ª edición, aún nos estábamos reponiendo de la primera ola), esto y un convencimiento inamovible por parte de sus organizadores: en la Croisette, el online no sirve; o es presencial, o Cannes no es.
Total, que no pudo ser. La edición 2020 sobrevivió como una entidad casi fantasmal: una serie de títulos que acabarían esparcidos por los certámenes que sí tuvieron el favor del calendario (como Zinemaldia, uno de los más afortunados en este sentido, plataforma de lanzamiento de los nuevos trabajos de Dea Kulumbegashvili o Thomas Vinterberg). Y nada más, tocaría esperar al año siguiente.
Y aquí estamos, en 2021, no tan mal como en 2020, y mucho mejor a nivel cinéfilo. Al final del túnel nos cegó la luz de Thierry Frémaux, director artístico del Festival de Cannes.
Cuando al hombre le tocó presentar la lista de títulos de esta 74ª edición, incidió en lo que comentábamos al principio: que veníamos de una temporada tan atípica, que las películas que vendrían a continuación respondían no a uno, sino a casi dos años de trabajo.
Y en efecto, cuando a un monstruo como Cannes se le da tanto el tiempo, el botín que consigue es de auténtico escándalo. Para hacernos a la idea, uno de los anuncios más sonados este año fue el de la creación de una nueva sección de films (la llamada Cannes Premières), síntoma que evidencia la necesidad del festival para dar cabida a la lista de interminable de grandes nombres que este año darán brillo a su cartel: el año de las mil y una estrellas; el «all-star» de Thierry Frémaux.
Así, entre esta sección, el Concurso, el Fuera de Competición y las Sesiones de Medianoche, podremos ver “Benedetta”, nueva provocación de Paul Verhoeven, o “Annette”, del virtuoso Leos Carax, o “Bergman Island”, del talento naturalista de Mia Hansen-Løve, o “Vortex”, del siempre bestial Gaspar Noé, o “The French Dispatch”, nueva y súper-glamurosa «casa de muñecas» a manos de Wes Anderson, o “Memoria”, esperadísima colaboración del tailandés Apichatpong Weerasethakul con Tilda Swinton. Y todo esto es solo una minúscula muestra de todo lo que está por venir. Queda claro que Cannes no podía permitirse un año más de inactividad. Queda claro, una vez más, que la Croisette va a aglutinar buena parte de ese cine sin el cual no se podrá entender hacia qué dirección apunta el séptimo arte. Así de importante, así de insaciable: ayer, a falta de poco más de tres días para el inicio del festival, la organización anunció la inclusión de “Belle”, nuevo trabajo de Mamoru Hosoda, quien en 2015 se apuntara la gesta de competir por la Concha de Oro con un film de animación (“El niño y la bestia”). Este es el nivel: en los próximos doce días no habrá ni un segundo de descanso. Gloria cinéfila.