Iñigo Garcia Odiaga
Arquitecto

Entre los árboles

Tal vez uno de los mayores símbolos de la naturaleza sean los árboles, capaces de generar un bosque como de construir un lugar de referencia en el paisaje bajo el que cobijarse y protegerse. El estudio de arquitectura Florian Busch Architects, con sede en Tokio, ha proyectado una vivienda en una parcela de tres hectáreas en un bosque cerca de la estación de esquí de Niseko, en Hokkaido, al norte de Japón. Una casa zigzagueante que despliega sus estancias entre los árboles, como si se tratase de una de las ramas caídas de uno de aquellos ejemplares.

Bautizada como la ‘Casa en el bosque’, todo el edificio está revestido de cedro y levantado del suelo por pilotes. El desnivel de la parcela permite que la casa toque el suelo en los puntos de acceso y que flote sobre los pilotes y el paisaje en el otro extremo. Los espacios bajo la casa sirven como espacios al exterior y como lugares de almacenaje para la madera que la calentará en los largos y duros inviernos de la región. Sus dueños querían un lugar a donde poder escapar los fines de semana y durante las vacaciones, huyendo de la densidad y el ajetreo de la gran ciudad, pero también de los desarrollos turísticos de la zona, para encontrar la tranquilidad del bosque y pasar tiempo juntos como familia.

La vivienda, proyectada por Florian Busch Architects, tiene 230 metros cuadrados ramificados horizontalmente para acomodarse, esquivar, serpentear y dialogar con los árboles. Más que una casa, es la búsqueda de un refugio dentro y con el bosque. Deambular por el interior de esa casa lineal es en el fondo caminar por el bosque. A medida que se van cruzando estancias las vistas cambian de lejos a cerca, el bosque es tanto un fondo distante como un entorno táctil y cercano. El extremo de cada rama se abre al paisaje, capturando vistas enmarcadas de los árboles, generando que cada pieza de la casa establezca una relación directa con el bosque.

El proyecto tuvo su inicio con el propio solar, un bosque de cerca de tres hectáreas casi intacto. A poca distancia de las pistas de esquí de Niseko, el silencio allí es la antítesis del ajetreo vacacional que ha convertido varias de las ciudades de la famosa zona de esquí, en una extensión de edificios desordenada, con características cada vez más suburbanas.

Encantados por la belleza del lugar, pero perturbados por este pseudo-suburbio que incesantemente invade esos paisajes naturales, los propietarios, una familia numerosa, buscan escaparse a la soledad del bosque. Consecuentemente, el proyecto no es una casa, sino un espacio en conexión con él.

La parcela es un cuadrado casi perfecto con lados de 160 metros de largo, lleno de altos pinos. A medida que uno se aproxima al solar, un montículo impide cualquier vista hacia el lugar: el único acceso, un pequeño camino rural que corre a lo largo del límite norte, fue excavado hace muchos años. Después de subir este montículo, el camino finaliza entre los árboles. Una suave pendiente desciende hacia el sur hasta el final de la parcela. Aproximadamente a media ladera hay un pequeño claro en la parcela, un lugar perfecto para colocar la casa y evitar así tener que cortar cualquiera de los árboles.

Parte del entorno

Moverse entre los árboles despierta curiosidad, como si se estuvieran descubriendo los secretos de los alrededores. Cada movimiento sutil cambia la profundidad de la percepción del bosque. La casa colocada en ese claro queda además protegida por los árboles que la rodean. El edificio se expande horizontalmente construyendo un refugio continuo de una planta, una especie de madriguera que esquiva los árboles. Mientras que la protección del interior separa a los habitantes físicamente de la experiencia del bosque, el encuadre y la gran escala de las ventanas de cada espacio de la vivienda hace incomprensible la casa sin el propio bosque. Al habitarla, sus ocupantes parecen protegerse bajo las ramas de los propios árboles.

El pasillo central de la morada permite múltiples visiones del entorno, esa multitud de vistas del bosque llenan todo el espacio, haciendo que la experiencia original de transitar dentro del bosque siempre esté presente en el habitar de la casa.

La casa en el bosque no se trata, por lo tanto, de una forma prefijada, sino de un diálogo siempre cambiante con el bosque. Lo eventualmente construido es simplemente el resultado de un proceso de preguntas y respuestas al entorno para crear un lugar donde la familia pueda estar junta, y donde pueden convertirse en parte del bosque.