Actor de cine, teatro y televisión, Aitor Merino parece haber encontrado al otro lado de la cámara un espacio oportuno destinado a la experimentación y a plasmar sus rincones más íntimos sirviéndose de un estilo que se intuye a la vez desenfadado y muy sensible.

Este estilo, muy difícil de equilibrar dentro de una misma película, se advirtió en ‘Asier ETA biok’ y en esta ocasión vuelve a asomarse dentro de un muy interesante y arriesgado ejercicio fílmico de clara connotación introspectiva.

Hace algunos años, Merino se embarcó en un crucero de lujo junto a su hermana y cómplice Amaia y sus padres, septuagenarios jubilados. La excusa de esta odisea íntima fueron sus bodas de oro y de esta ruta nació ‘Fantasía’, un documental sobre la memoria, el paso del tiempo y los afectos.

Consciente del material que tenía entre manos, y lo difícil que a veces resulta mostrar nuestra desnudez –física y emocional– ante un espejo que está siendo visto por todo el mundo, Merino jamás elude en momento alguno las etapas de un viaje a través del mar y a bordo de uno de esos cruceros masivo que tuvo por suerte llamarse ‘Fantasía’, y la propia vida que se coló en el equipaje familiar junto a una quinta pasajera, la cámara.

De las jornadas compartidas en aquella caja de bombones flotante que hubiera hecho las delicias de Federico Fellini, pasamos a un siguiente escenario mucho más reconocible, la casa de los padres, en las que se da cita la mecánica cotidiana y en la que salen a relucir los aspectos más íntimos de un filme que asume su rol de puente por el que circula el tiempo y el espacio.

Con ‘Fantasía’, Aitor Merino despierta nuevas expectativas y da un paso más en un trayecto creativo que, esperemos, haga un alto en los territorios de la ficción.