NAIZ
QUITO

Desinformación y deshumanización, el otro drama carcelario en Ecuador

La muerte de al menos 116 presos en una cárcel de Guayaquil, ahora militarizada, ha vuelto a poner sobre la mesa la crisis carcelaria endémica que padece Ecuador. Se trata de la tercera masacre que ocurre en un prisión en lo que va de año con un balance total de más de 230 muertes.

Familiares de presos encarcelados en la Cárcel Número 1 de Guayaquil preguntan con desesperación por sus familiares en la morgue policial. (Fernando MÉNDEZ/AFP)
Familiares de presos encarcelados en la Cárcel Número 1 de Guayaquil preguntan con desesperación por sus familiares en la morgue policial. (Fernando MÉNDEZ/AFP)

Hacinamiento y violencia son parte del día a día de los presos en Ecuador. En lo que va de año se han producido tres masacres en cárceles ecuatorianas con más de 230 fallecidos, la última de ellas el pasado martes, con un balance provisional de al menos 116 presos muertos, seis de ellos decapitados. En febrero se produjeron amotinamientos simultáneos en cuatro cárceles de tres ciudades del país, incluida Guayaquil, que dejaron 79 presos fallecidos. Entonces circularon imágenes de cuerpos desmembrados y quemados.

Ayer, cientos de personas seguían acercándose a las puertas de la Cárcel Número 1 de Guayaquil para saber si entre los fallecidos están familiares suyos.

«Mi hijo estaba en el pabellón donde ha habido más muertes y quiero saber si vive o no. No nos dan ninguna información, me encuentro desesperada», manifestó en declaraciones a Efe y con la voz entrecortada Isabel Zambrano en el parque Samanes, en el norte de Guayaquil.

En las instalaciones del Coliseo Abel Jiménez Parra del parque se encuentra el centro de apoyo social y psicológico abierto por la Gobernación de Guayas para hacer frente a esta nueva crisis humanitaria.

Zambrano llegó el jueves desde la vecina ciudad de Durán con la esperanza de obtener noticias sobre su hijo, pero la información escasea.

Nadie tiene la lista completa de identificación de víctimas, y los cadáveres, muchos de ellos mutilados siguen en la morgue, a unos 10 kilómetros.

El coronel Henry Coral, encargado de Criminalística, dijo que están pidiendo información a los familiares para identificar los cuerpos, pues carecen de una base de datos de los presos que estaban en los pabellones donde ocurrió la masacre.

«Les pedimos estatura, contextura, color de cabello y ojos, si es que tiene o no algo que lo individualice como cicatrices o intervenciones quirúrgicas. O tatuajes que puedan ser exclusivos», señaló.

Datos distintivos con los que el personal técnico forense está tratando de establecer una identificación, una labor que, según dijo el coronel, puede llevar varios días.

«No les interesa»

«Nos preguntan qué tatuajes tiene el preso y cuántos tiene, pero no debe ser así. Tienen que organizar bien esto. La mayoría de nosotros somos pobres y tenemos quehaceres», se quejaba Antonio Mojarrango, quien desconoce incluso en qué pabellón está su hijo encarcelado. «No sé en qué pabellón estaba. Ha estado mucho tiempo. Entraba y salía y ahora tenía como tres meses ahí», dijo con impotencia.

Rosa Lastra llevaba ayer tres días buscando a su sobrino, condenado por «microtráfico», un delito tipificado en el Código Penal de 2014 que ha incrementado el hacinamiento en las prisiones.

«Ellos mismos no saben ni cuántos muertos hay. No nos dicen nada. De la gente que está quemada no hablan nada. Aquí nos tienen pasando tiempo, la Policía no sabe nada. Dicen que luego nos van a llamar. Estoy sin comer, sin dormir, preocupada por mi sobrino, pero aquí no nos dan respuesta porque no les interesa. Dicen que son lacras y que se mueran, que no les interesa», denunció.