La huella de siglos de conflictos sociales y laborales en Bilbo
Nos adentramos en la capital vizcaina para conocer, a través de varios lugares, algunos de los conflictos sociales y laborales, la vida de las mujeres trabajadoras y los entresijos de la política municipal de los últimos quinientos años.
Bilbo está repleto de pequeñas historias que, aunque seguramente no salgan en las grandes guías turísticas, nos acercan a conocer la vida de los bilbainos durante los últimos siglos. En este reportaje no veremos los importantes museos que han dado reconocimiento mundial a la villa, tampoco pondremos la atención en los señoriales palacios de las familias más pudientes, ni en los imponentes templos religiosos.
En este reportaje iremos a los barrios más populares, como el Casco Viejo, Bilbao la Vieja o San Francisco, para conocer más sobre los conflictos sociales y laborales como la Rebelión de la Sal o la primera gran huelga obrera, pero también a las orillas de la ría para conocer el duro trabajo de las sirgueras. También nos meteremos en los entresijos de la política a través del Banco de Beteluri.
Rebelión de la sal
Comenzamos el recorrido en la famosa Iglesia de San Anton, situada en el Casco Viejo bilbaino a orillas de la ría. En la fachada que da a las siete calles podemos observar una placa que contiene seis caras y los escudos de Bilbo y Bizkaia. «Mártires del Señorío de Bizkaia y de su libertad», se puede leer en una placa bajo los nombres de Martin Otxoa de Aiorabide, Licenciado Morga y Sarabia, el escribano Juan de Larrabazter, los hermanos Juan y Domingo de Bizkaigana, y Juan de la Puente Urtusaustegui.
Son las personas que en la primavera de 1634 fueron ejecutados en ese mismo lugar, donde antes también se hallaba la casa consistorial, por ser los cabecillas de la conocida como Rebelión de la sal.
El conflicto comenzó tres años antes, cuando el monarca español Felipe IV impuso un impuesto sobre la sal para financiar sus guerras en el norte de Europa, vulnerando así los derechos que otorgaban los fueros vizcainos. La medida supuso el incremento del precio de la sal, fundamental para la conservación de los alimentos en aquella época, hasta un 44%. La Corona española también ordenó la requisa de toda la sal almacenada, que a partir de ese momento sólo podría ser vendida por la Real Hacienda.
El pueblo llano vizcaino venía sufriendo una gran pobreza, y esa medida fue la gota que colmó el vaso. Las clases populares no tardaron en levantarse contra los privilegios de los jauntxos y las imposiciones de la Corona española. La revuelta comenzó por el precio de la sal, pero acabó en una insurrección para reclamar que se revocasen todos los impuestos abusivos y se volviese a la exención fiscal recogida en los Fueros.
La rebelión duró algo más de tres años y fue sofocada definitivamente en la primavera de 1634, cuando los principales cabecillas fueron detenidos y ejecutados. Sin embargo, el rey, para calmar los ánimos, perdonó al resto de los rebeldes y suspendió el impuesto a la sal.
Banco de Beteluri
Colocándonos de cara frente al Ayuntamiento, vemos en una pequeña zona verde situada a su derecha (entre dos carreteras) un gran banco con un alto respaldo que contiene el escudo de Bilbo. Se trata del Banco de Beteluri, un asiento que ha tenido sobre él a numerosos alcaldes y ha sido testigo de la vida política-administrativa de la zona conocida como Venta Alta (Anteriormente las cuatro Artigas), que comprendía los barrios de Beteluri, Orzekauko, Sebereche y Buia, y del sometimiento de este enclave a la Villa.
Ya sin uso, durante el siglo XX el banco estuvo situado en el Parque de Doña Casilda y desde 2002 al lado del ayuntamiento, en su localización actual. Sin embargo, y pese a que el banco que ha llegado a nuestros días fuese construido en el 1742 por el maestro carpintero Juan de Urigüen, la función de este se remonta probablemente a la fundación de Bilbo, cuando Diego López de Haro confirma el sometimiento de la actual zona de Buia a la jurisdicción de Bilbo.
El banco estuvo desde épocas medievales en Beteluri, seguramente cerca de la antigua calzada y camino Real que iba a Orduña y a Pancorbo. Cada año, el alcalde de Bilbo se trasladaba a ese banco para celebrar el concejo de la Villa. Estos actos servían para administrar justicia y satisfacer a los vecinos que presentasen quejas y agravios.
Tal y como detalló el historiador bilbaino Teófilo Guiard (1876-1946) en uno de sus escritos, también se nombraba cada año a un ‘fiel’ entre los pobladores de aquella zona para que representase al alcalde y se hiciese responsable de solucionar los problemas de los vecinos. Este representante, que funcionaba como un alcalde pedáneo, juraba su cargo en el banco.
Sirgueras
Caminando por el muelle de Uribitarte podemos ver junto a la ría un un grupo escultórico creado por Dora Salazar llamado ‘Las sirgueras’. Las sirgueras eran mujeres que, especialmente durante el siglo XIX, tiraban desde la orilla de barcazas o gabarras con mercancías trasvasadas de barcos que no podían remontar el cauce de la ría por falta de calado o de viento. Lo hacían a través de una sirga, que era un cabo sujeto a su cuerpo por el hombro o por el pecho. Era un labor extremadamente dura y muy mal pagada, de hecho anteriormente era un trabajo que realizaban los bueyes y después los barcos a vapor.
Aunque era un trabajo que también lo realizaban hombres, a partir de las guerras carlistas lo realizaron especialmente mujeres, debido a las multitudinarias bajas que habían dejada las sangrientas guerras entre los varones.
El Ayuntamiento de Bilbo inauguró en Olabeaga el Muelle Sirgueras, en sustitución del Muelle Alfonso Churruca, con el fin de homenajear a estas trabajadoras. Aunque los dos recuerdos a las sirgueras se encuentren en la margen izquierda de la ría, realmente este trabajo lo realizaban por la margen derecha.
Otro lugar donde las mujeres realizaban un duro trabajo lo encontramos en la Plaza de los Tres Pilares (denominada popularmente Plaza de las Lavanderas), entre Bilbao La Vieja y San Francisco. Desde 1889 hasta la década de 1970 existió en este lugar un lavadero público, reservado exclusivamente para las mujeres. «Estas trabajadoras sacaron a lo público lo doméstico y colaboraron en la salud de los barrios altos tan densamente poblados», indica un panel que hay allí.
Varias calles más arriba, adentrándonos ya en el barrio de Zabala, encontramos un graffiti pintado por Laura López Bello en una persiana donde se puede observar el rostro de una mujer que porta en su mano una tijera y un dedal. A simple vista parece un dibujo sin más, pero hay algo detrás. Tal y como explica un pequeño panel colocado al lado, se trata de un homenaje al Sindicato de la Aguja, el primer sindicato de mujeres del Estado, fundado en 1911.
Era una época en la que el movimiento obrero comenzaba a cobrar fuerza y los sindicatos comenzaban a coger protagonismo en la vida sociopolítica. La gran mayoría de las mujeres todavía se dedicaban al trabajo doméstico, sin embargo, ya se empezaban a ver las primeras fábricas donde trabajaban exclusivamente ellas, como las de confección de ropa, un bien que empezaba a tener cada vez más demanda. Sin ningún tipo de regulación laboral, las condiciones de trabajo eran muy duras y, en ese contexto, comenzaron a organizarse en demanda de sus derechos. La jornada laboral de ocho horas y el descanso dominical fueron los principales reclamos. Este sindicato nació en diferentes puntos del Estado, y en el barrio de Zabala tuvo su representación.
Este mural es parte de un proyecto de la cooperativa Urbanbat que, con la colaboración de varias asociaciones de San Francisco, Bilbao la Vieja y Zabala, pretende poner en valor y visibilizar el importante, y sin embargo invisibilizado, papel de las mujeres en el desarrollo de estos barrios. Bajo el nombre ‘¡Haciendo la Calle!’, han creado un recorrido con diez puntos diferentes donde se recuerda también a las inmigrantes que trabajan como empleadas de hogar, a las vendedoras de tela o a las prostitutas.
Primera huelga obrera
Adentrándonos en el barrio de San Francisco encontramos la Plaza Cantera, que debe su nombre a la cantera de piedra caliza y cayuela existente en sus inmediaciones. No es una plaza muy grande y está rodeada de edificios. Destaca en ella un arco triunfal (con reminiscencias clásicas) obra de Hoffmeyer en 1885. La plaza surgió ante la necesidad de un espacio público abierto en el barrio, para favorecer la salubridad de una zona que había visto crecer mucho su población durante el siglo XIX.
Pero no es en eso en lo que nos vamos a centrar en este reportaje. Lo que vamos a abordar va a ser un momento histórico que sí vivió en este lugar el 4 de mayo de 1890: La primera gran huelga obrera de Bizkaia. Tal y como narra el historiador de la EHU/UPV Ricardo Miralles en su escrito ‘La Gran Huelga Minera de 1890. En los Orígenes del Movimiento Obrero en el País Vasco’, este momento es considerado por muchos como el inicio del movimiento obrero en Bizkaia. En la manifestación del 1 de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, los socialistas convocaron una jornada de huelga para el 4 de mayo, con la jornada laboral de ocho horas como exigencia principal.
Tal y como narra el periódico ‘El Noticiero Bilbaino’, para aquel día las fuerzas policiales y del Ejército prepararon un fuerte dispositivo controlando los edificios oficiales, bancos y lugares estratégicos de la ciudad y de sus accesos. Desde la mañana cientos de trabajadores se agolpaban en la Plaza Cantera, y tras la llegada de unos 1.000 mineros de La Arboleda, la movilización comenzó con un gran mitin de Facundo Perezagua y Felipe Carretero, miembros de UGT y PSOE. Además de los mineros, también había trabajadores de otros sectores.
Tras recorrer las calles de San Francisco con varias pancartas en la delantera, la manifestación tomó la Gran Vía y finalizó en la Plaza Elíptica. Por la tarde hubo otro mitin en La Arboleda, donde Perezagua defendió la organización de los trabajadores ante 4.000 mineros. La jornada acabó sin incidentes, pero marcaría un antes y un después.
No hubo que esperar mucho para ver la siguiente movilización. No habían pasado ni diez días cuando, el 13 de mayo, cinco miembros del Comité Socialista de La Arboleda fueron despedidos por su participación significativa en la huelga del 4 de mayo. Esto generó otra gran huelga que paralizó toda la zona minera de Bizkaia y, por consiguiente, parte de la industria. Finalmente, tras la intervención del Ejército, los empresarios se vieron obligados a comprometerse a mejorar las condiciones de vida de los mineros. Fue el principio del movimiento obrero, que se desarrolló durante los siguientes años.