El carismático líder burkinés Thomas Sankara, al que también se conoce como «el Che Guevara africano», fue capturado y ejecutado a los 37 años junto a doce oficiales tras el golpe de Estado de 1987. Su cadáver fue desmembrado y enterrado en una tumba anónima.
Le sucedió Compaoré, quien permaneció en el poder hasta octubre de 2014, cuando huyó del país en medio de multitudinarias protestas contra su intención de modificar la Constitución para presentarse a la reelección.
Compaoré, exiliado desde entonces en Costa de Marfil, ha declarado que no tiene intención de acudir al juicio mientras su defensa argumenta que tiene «inmunidad» frente al proceso. Fue su salida del país la que, precisamente, permitió desatascar este caso en los tribunales.
El pasado 13 de abril, la Justicia de Burkina Faso acusó a Compaoré de «ataque a la seguridad del Estado», «complicidad de asesinato» y «ocultación de cadáveres» en relación con el caso de Thomas Sankara, cargos que él niega.
Del juicio también estará ausente el jefe de seguridad de Compaoré, Hyacinthe Kafando, otro de los acusados.
Entre las personas que fueron acusadas junto a Compaoré está también Gilbert Diendéré, su jefe del Estado Mayor y miembro de su guardia presidencial, quien lideró el intento fallido de golpe de Estado en setiembre de 2015.
En las últimas horas se ha sabido que organizaciones de la sociedad civil y familiares han pedido a la Sala de Primera Instancia del Tribunal Militar de la capital, Uagadugú, donde se celebrará el proceso, la autorización para grabar y difundir el proceso dado su interés histórico, aunque la corte todavía no se ha pronunciado.
«Creo que es importante para la Historia y espero que también sea una forma de convencer a otros políticos de que no todo se resuelve con asesinatos», explica a Radio France Internationale Aïda Kiemdé, hija del asesor Fréderic Kiémdé, también ejecutado durante el golpe de Estado.
Precisamente esta cuestión ha desatado la ira de la defensa de Compaoré. Uno de sus abogados, Pierre-Olivier Sur, denuncia que nunca han tenido acceso al expediente de cargos y que la difusión del proceso podría despejar cualquier asomo de neutralidad. «No vamos a ir allí como títeres», argumenta al mismo medio.
También será de interés la reacción al proceso del Estado francés, antigua potencia colonial, que solo prometió desclasificar sus documentos relativos a la muerte de Sankara en 2017, por orden del presidente Emmanuel Macron.
Aunque las autoridades galas siempre han negado toda participación en el golpe, muchos burkinabeses creen todavía que el Gobierno francés, como mínimo, salió enormemente beneficiado de la muerte del líder panafricano, uno de los episodios más sangrientos de la historia del país.
¿Quién fue Thomas Sankara?
Nacido en 1949 en la colonia francesa conocida entonces como Alto Volta, Sankara hizo carrera militar, creo la Unión de Oficiales Comunistas y se convirtió en jefe de Estado tras un golpe militar en 1983. Inmediatamente cambió el nombre al país y pasó a llamarse Burkina Faso –que en la lengua mooré significa «país de los hombres íntegros»–. Pero su legado, sin duda, va más allá de los gestos simbólicos.
Puso en marcha uno de los programas revolucionarios más radicales de la historia de África. Nacionalizó la tierra y la repartió, hizo lo mismo con las riquezas minerales, cortó con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y frente a la ayuda de Occidente y a la «nueva colonización de la deuda impuesta», lo apostó todo por la construcción de un nuevo país basado en la gestión independiente y con orientación socialista de los recursos humanos y naturales.
Prácticamente erradicó el hambre, priorizó la salud y la educación. Vacunó a millones de niños, los alfabetizó y se dedicó por completo a mejorar el estatus de la mujer en su país. Bajo su gobierno se prohibieron la mutilación genital femenina, las bodas forzadas, la poligamia y otras prácticas que atentan contra la dignidad de la mujer. Fue el primer jefe de Estado en elevar a la mujer a puestos claves de Estado y del Ejército.
Antiimperialista y panafricanista, gran seguidor del Che Guevara y amigo personal de Fidel Castro, acudía en bici a las reuniones del Gobierno –hasta que le «obligaron» a utilizar un Renault 5– y en el momento de su muerte solo tenía 350 dólares en su cartilla. Era una persona querida por su pueblo y admirada por las gentes de toda África y del resto del planeta.
Sankara no se opuso al imperialismo por opción ideológica o cálculo político sino que buscó el desarrollo de su gente desde sus propios recursos y los de su tierra, quiso que se sintieran orgullosos de lo que eran y confiaran más en sus propias fuerzas que en los préstamos y las ayudas de Occidente.
«Nuestra lucha por la independencia y el bienestar de nuestros pueblos es tachada de insumisión, y el saqueo que ellos hacen de nuestras riquezas se llama obra civilizadora. Así escriben ellos la historia y así la aprende la mayor parte de la Humanidad», decía Sankara, que en sus escasos cuatro años de gobierno encendió todas las luces rojas en la antigua metrópoli. Burkina Faso era una chispa que podía prender un enorme incendio en el continente africano, era un ejemplo a seguir. Y París nunca se lo perdonó.