Al menos 13 personas han muerto y tres han resultado heridas este miércoles por la explosión de dos bombas colocadas en un autobús del Ejército sirio cuando se desplazaba por el centro de Damasco, donde hacía años que no se registraban ataques de este tipo.
Dos artefactos explosivos han detonado a primera hora de la mañana cuando el vehículo militar cruzaba el puente de Al-Raes, en pleno centro de la capital siria, mientras que las fuerzas de seguridad han desactivado una tercera bomba que se habría desprendido del vehículo.
La agencia oficial SANA no ha precisado si todas las víctimas son militares o entre ellas había también civiles, pero ha difundido imágenes del autobús prácticamente carbonizado.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), una ONG opositora exiliada en Gran Bretaña y una amplia red de colaboradores sobre el terreno, ha elevado a 14 el número de muertos y ha advertido que el balance podría aumentar en las próximas horas ya que varios heridos estarían en estado crítico.
La capital siria no registraba acciones de este tipo desde que hace más de tres años las tropas leales al presidente sirio, Bashar al-Assad, retomaron en 2018 el control de la región de Ghuta Oriental, un antiguo bastión opositor situado a las afueras de la capital.
El último atentado más mortífero en Damasco, reivindicado por el Estado Islámico (ISIS) tuvo como objetivo el Palacio de Justicia y dejó al menos 30 muertos.
Bombardeo de represalia
Al menos 13 personas han muerto y más de 25 han resultado heridas en un ataque con artillería de represalia del Ejército sirio contra la ciudad de Ariha, situada en la provincia de Idleb (noroeste), según ha informado el OSDH.
El ataque ha sido llevado a cabo a primera hora del día, una hora después del atentado en Damasco, «cuando los niños iban a la escuela y los adultos al trabajo», asegura el OSDH, que subraya que el balance de muertos podría igualmente aumentar en las próximas horas. Entre los muertos hay al menos una niña de 10 años.
La provincia de Idleb y zonas de las de Alepo y Hama se encuentran en manos de varios grupos armados, el más importante de los cuales es Hayat Tahrir al Sham (HTS), una coalición salafo-yihadista en la que está integrada la sección siria de Al Qaeda.
El Gobierno de Siria, respaldado por Moscú, ha defendido que la ofensiva es parte de su «lucha contra el terrorismo».
Estabilidad retórica
Se trata de los bombardeos más mortíferos en Idleb desde la tregua negociada por Turquía –que apoya a los rebeldes– y Rusia, aliada de Damasco, en vigor desde marzo de 2020.
El atentado y los bombardeos ponen en cuestión la retórica del régimen sirio sobre el fin de la guerra y el retorno a la estabilidad.
El Gobierno de Bashar al-Assad trata de salir del aislamiento internacional para recabar inversiones y afrontarla reconstrucción del devastado país.
Si bien es cierto que, con la ayuda de Rusia y de las milicias pro-iraníes, ha recuperado el control de gran parte del territorio (la Siria fértil) y de casi todas las grandes ciudades, los kurdos siguen controlando parte de Rojava con la ayuda de EEUU, el norte sigue en manos de la coalición salafo-yihadista y Turquía controla con sus rebeldes-mercenarios sirios territorios situados al otro lado de la frontera.
Por su parte, el ISIS sigue atacando a las fuerzas gubernamentales y a sus aliados en el gran desierto sirio en el centro-este del país y perpetra periódicamente atentados con sus células durmientes en ciudades y pueblos del país.