NAIZ
Entrevista
David Harland
Director ejecutivo del Centro para el Diálogo Humanitario (HD)

«La idea de Aiete surgió para crear una plataforma incluyente para una paz duradera»

«La idea de la Conferencia de Aiete surgió en ese contexto para crear una plataforma incluyente cuyo fin era lanzar el esfuerzo final para alcanzar una paz duradera», afirma David Harland, quien se muestra orgulloso por haber logrado la confianza de las partes para la labor de facilitación.

David Harland muestra la declaración final de ETA, el 3 de mayo de 2018. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)
David Harland muestra la declaración final de ETA, el 3 de mayo de 2018. (Jagoba MANTEROLA/FOKU)

El Centro para el Diálogo Humanitario (HD) –más conocido en Euskal Herria como Centro Henry Dunant– nunca ha hablado sobre su papel en el proceso vasco. Su única intervención pública fue la de poner voz a la declaración final de ETA de mayo de 2018. Todo ello confiere un valor especial a esta entrevista con su director ejecutivo, David Harland, quien en todo caso debía mantener su equlibrio en su papel como «tercero» entre ETA y el Gobierno español.

Se cumplen diez años de la Conferencia de Aiete y de la decisión de ETA de abandonar la lucha armada. ¿Siguen ustedes haciendo seguimiento?

El papel del Centro para el Diálogo Humanitario (HD) concluyó en mayo de 2018, con la declaración pública de ETA notificando la disolución de la organización. El anuncio se hizo en nuestra sede en Ginebra, y el mismo día, a través de una nota verbal, comunicamos la decisión final de ETA a los gobiernos de España y Francia. Desde aquel momento, nos hemos mantenido informados de los acontecimientos políticos en el País Vasco, como solemos hacerlo en otros contextos, en términos más bien generales. Los temas que el pueblo vasco considera o podría considerar como pendientes serán, sin duda alguna, resueltos mejor por los actores nacionales.

Usted leyó en mayo 2018 la declaración de disolución de ETA. ¿Qué supuso para usted aquel momento?

El 3 de mayo de 2018, con la declaración de ETA sobre la disolución de la organización, fue un día marcado por una emoción intensa, combinando serenidad y alivio por el hecho de que el País Vasco, una región increíblemente hermosa y rica en el corazón de Europa, haya logrado cerrar definitivamente un capítulo oscuro de medio siglo de violencia y sufrimiento de todos. Es un orgullo que HD haya podido contar con la confianza de las partes durante los largos años de progresos en la búsqueda de una solución definitiva y que «haya terminado su trabajo». Eso no suele ocurrir frecuentemente. Y también hay nostalgia; un desenlace semejante es una joya demasiado rara en el ámbito de la resolución de conflictos.

¿Cómo definiría el proceso vasco? ¿Cuál es su singularidad? ¿Cuáles fueron los elementos que permitieron avanzar?

Fue un honor para HD haber podido desempeñar un papel en ese proceso único, y las personas a las que es preciso reconocer son las que tuvieron la valentía de escoger el camino hacia la paz, y la sabiduría de optar por un camino que podía tener éxito. Me estoy refiriendo al señor Alfredo Pérez Rubalcaba, que se fue de manera inesperada y prematura, a sus colegas en Madrid, al presidente Zapatero. También me estoy refiriendo a los líderes de ETA y a otras personas. Es a ellos a quienes les incumbe definir el proceso que  llevaron a buen puerto. A mí personalmente me gusta el término utilizado por Teresa Whitfield de «esfuerzo virtual en pro del establecimiento de la paz», dado que las partes no se sentaron juntas –sus mensajes fueron transmitidos por un tercero–, y porque no hubo un acuerdo escrito. Cualquiera que sea el término utilizado para definir el proceso, lo importante es que este haya funcionado.

En julio de 2011, después de deliberaciones bien largas e intensas en ambos lados, se llegó a una posición común, a una hoja de ruta, sobre el camino hacia la paz. Era doloroso para todos y tal vez aún más doloroso para los que no estuvieron directamente involucrados en las discusiones, desde las víctimas del conflicto hasta la sociedad civil extraordinariamente orientada hacia la paz. Pero se escogió el camino hacia la paz y se definieron pasos específicos.

Uno de los primeros tenía que ser la declaración pública de ETA anunciando que sus acciones armadas terminarían para siempre. La idea de la Conferencia de Aiete surgió en ese contexto para crear una plataforma incluyente cuyo fin era lanzar el esfuerzo final para alcanzar una paz duradera.

Incumbe a quienes participaron en ese esfuerzo extraordinario por la paz la tarea de compartir los pormenores con la opinión pública, cuando lo consideren oportuno. Creo que pueden sentirse orgullosos de los pasos que habían dado: el fin de la extorsión, el anuncio público del fin de las acciones armadas, los esfuerzos de la sociedad civil para darle un impulso final a la paz, los pasos para legalizar al ala política del movimiento, el largo proceso de inventariado de armas y luego de la entrega para ponerlas fuera de uso, los temas relativos a los presos, la disolución definitiva de ETA, el camino largo e incluyente para lograr una paz completa.

Al saludar a todas las mujeres y a los hombres que contribuyeron a que todo eso fuese posible, también me permito saludar al Gobierno de Noruega con el papel que había desempeñado allanando el camino hacia la paz, con un profesionalismo y una discreción extraordinarios.
 
¿La paz también tiene enemigos?

Siempre. Este era un ciclo de violencia que había empezado en la era de Franco, y demasiada sangre se había derramado durante un tiempo demasiado largo para que ese proceso pudiera no tener sus enemigos. Había buenas razones para mantener muchos aspectos de lo que se llevaba a cabo en estricta confidencialidad, y una de ellas era la necesidad de evitar una confrontación pública con los actores que no hubiesen podido o no hubiesen aceptado las concesiones necesarias.

Había personas, a través de todo el espectro, para quienes cada adaptación, cada una de esas concesiones, cada gesto de paz se percibía como una traición. No puedo, como tercero, decir que no tuvieran razón. No puedo decir que hubiera actuado de manera diferente si mi familia hubiese perdido a un pariente o a un hijo. Todo lo que puedo decir es que todas y todos, en todas las partes, quienes decidieron que un futuro en paz merecía algunas adaptaciones dolorosas, pueden sentirse orgullosas y orgullosos que no haya habido ninguna víctima desde aquel momento crucial en julio de 2011.