«Gran dimisión»: uso y abuso de una expresión
Más de diez millones de trabajadores con experiencia han abandonando sus puestos en EEUU, en mitad de su carrera laboral. Se habla de escasez de mano de obra, de un cambio de mentalidad, de la organización del trabajo. Para unos es una oportunidad única, para otros un canto de sirena.
Empecemos por los hechos, describiendo un fenómeno de escasez de mano de obra, una tendencia donde la oferta de trabajo es mayor que la demanda. Eso es básicamente a lo que la gente se refiere cuando habla de The Great Resignation o The Great Quit. Según la Oficina de Estadísticas Laborales de EEUU, desde el año 2000 hasta la pandemia de 2020, la tasa mensual de renuncia al trabajo nunca había superado el 2,4% de la fuerza laboral total del país.
Las renuncias despuntaron en abril de 2021, cuando este fenómeno comenzó a azotar el mercado laboral: cuatro millones de trabajadores abandonaron sus puestos; unos 3,9 millones lo hicieron en junio y otros tantos millones en julio. Y estas cifras se han mantenido inusualmente altas durante los últimos meses del año, con un récord acumulativo de 10,9 millones de puestos de trabajo abandonados a finales de julio.
Anthony Klotz, sicólogo y profesor asociado de gestión en la Universidad de Texas, acuñó el término «Gran Dimisión» para describir este fenómeno que va camino de convertirse en una de las historias económicas más bulliciosas de 2021. Está dando mucho que hablar. Y cuanto más se habla, menos se sabe de qué se está hablando. Es algo que ocurre a menudo con las frases ingeniosas y los neologismos, más en estos tiempos donde ideas como el «Gran Reinicio» o el «Gran Apagón» hacen su agosto. El uso y el abuso se dan en igual proporción.
El concepto ha saltado del mundo académico para entrar con fuerza en el mainstream informativo. Esta misma semana, la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, apuntaba con preocupación que se está produciendo una escasez de trabajadores en algunos sectores claves y que las compañías «necesitan tener paquetes más competitivos que ofrecerles». Robert Reich, exsecretario de Trabajo de EEUU, declaraba a la revista “Time” que «los trabajadores no quieren volver a trabajos agotadores o aburridos, con salarios bajos» ya que «están quemados, hartos; tras tantas dificultades, enfermedades y muertes, no aguantan más».
No parece que se pueda hablar de un fenómeno semejante, de momento, en Euskal Herria, pero en la máquina-herramienta faltan mecanizadores y el economista Joseba Garmendia menciona que en este país faltan fresadores, carpinteros, ingenieros en robótica, fontaneros, electricistas, soldadores, ajustadores, pescaderos, carniceros, programadores y analistas de datos.
Emociones y realidades materiales
La explicación más popular del fenómeno se centra en los sentimientos y actitudes cambiantes de los trabajadores, desde una suposición poderosa: ¿Por qué no dejarlo todo y empezar de nuevo? ¿Qué tienes que perder? Como ha ocurrido con otros cambios económicos, este también se explica con teorías sobre emociones, en lugar de realidades materiales específicas, sean de género o de clase. Y se obvia que la mayoría de las economías no desarrolladas, con altas tasas de desempleo y apenas protección, no pueden permitirse ese «lujo».
La «Gran Dimisión» es fácil de imaginar pero aún imposible de evidenciar. Los datos que demuestren su existencia en el largo plazo, de manera sostenida en el tiempo, tardarán años en aparecer. Así que cabe preguntarse: ¿Debemos tomarlo al pie de la letra? Algunas empresas y economistas, también en Euskal Herria, ya lo hacen y ven en esta nueva tendencia una ola potencialmente destructiva y quizá inminente.
Pero todo necesita un contexto. Que miles de trabajadores cualificados y con experiencia estén dejando su trabajo, no significa necesariamente que todos estén agotados, que no puedan estar entusiasmados con las nuevas posibilidades, que no puedan ver un futuro diferente y más satisfactorio. Muchos han trabajado desde casa durante la pandemia y eso ha sido un triple recordatorio. En primer lugar, que la vida es pasajera y demasiado valiosa para desperdiciarla. Luego, que la «libertad» de unos horarios flexibles, sin desplazamientos, da una mayor sensación de control sobre el destino propio. Y por último, que sus habilidades y experiencia son un activo apetecible para las empresas de la competencia o de otros sectores.
Nueva organización del trabajo
Al inicio de la pandemia, el mercado laboral estaba plagado de incertidumbre y despidos masivos: millones perdieron sus trabajos y los millones que tuvieron la suerte de conservarlos lo hicieron en modo supervivencia. Sin embargo, esta ola es diferente. Muchos de los trabajadores que abandonan su puesto están en posiciones relativamente privilegiadas, no viven de sueldo a sueldo.
Existen factores materiales y emocionales que pueden ayudar a explicar el fenómeno. Y, desde luego, hay algo que ya se vislumbra con claridad: la forma en que se organiza el trabajo y se trabaja conjuntamente no volverá a ser la que era antes de la pandemia. Muchas empresas ya anuncian que sus trabajadores no volverán a tiempo completo. La organización del trabajo se está alejando de un enfoque de talla única para todos. Hoy se priorizan otros que permitan la organización individual y asincrónica del trabajo y del entorno laboral. No es casualidad, las industrias que más han sufrido durante la pandemia son aquellas con modelos de negocio en el que los proveedores y receptores de un producto o servicio se encuentran en el mismo lugar y al mismo tiempo.
Quizá las nuevas generaciones ya no tengan seis puestos de trabajo en su vida, sino seis puestos al mismo tiempo, ya que ofrecerán sus habilidades a diferentes empresas en diferentes proyectos. Quizá pronto seremos testigos de una economía descentralizada, con formas distribuidas y seguras para que fabricantes y creadores interactúen directamente con clientes y usuarios, sin necesidad de pasar por intermediarios.
Para los llamados «trabajadores de cuello blanco» la pandemia ha traído nuevas ventajas: la capacidad de trabajar desde casa, una mayor flexibilidad, un nuevo equilibrio entre el trabajo y la vida. Hoy, si cualquier empresa vasca dice que sus trabajadores deben ir a la oficina, o espera que lo hagan, y si uno de sus competidores dice que se puede trabajar desde casa, ¿quién no tomaría la segunda opción? Quizá en esto radica otra de las razones de la «Gran Dimisión».
Cambio cultural y de mentalidad
Es difícil saber lo que vendrá tras la pandemia, si iremos hacia una economía que brinde a las personas un nivel básico de seguridad que permita vivir vidas significativas, sin temor a la miseria económica; o si iremos hacia otra que le diga a la gente que deben estar felices por tener un trabajo, cualquiera que sea, y que no merecen mucho más. Los antecedentes históricos no sugieren que las cosas vayan a salir bien para la gente corriente. Pero al menos existe la oportunidad de crear algo diferente: la organización del trabajo está cambiando y las empresas tendrán que responder, encarar este cambio cultural y de mentalidad.
El capitalismo ha buscado durante mucho tiempo que los trabajadores encuentren un equilibrio entre el impulso de trabajar duro y el de disfrutar la vida que se supone que trae la seguridad económica. En las últimas décadas, la presión ha empeorado y muchos han tenido que aceptar otra premisa: buscar un equilibrio entre el trabajo y la vida personal era contraproducente, o peor aún, un signo de mediocridad y falta de ambición. Esa mentalidad va cambiando. Y es que al final de todo, nadie muere lamentando no haber podido pasar más tiempo en la oficina.