Aitor Agirrezabal
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

A Johnson se le revuelve el jardín trasero: fractura Inglaterra-Escocia entre conservadores

Con el independentismo reclamando un segundo referéndum y Johnson cerrando esa puerta, puede que el primero en independizarse en Escocia sea el propio Partido Conservador.

Douglas Ross, líder de los conservadores escoceses.
Douglas Ross, líder de los conservadores escoceses. (Partido Conservador)

Boris Johnson tiene un problema. Tras las evidencias, ayer tuvo que reconocer en sede parlamentaria que el 20 de mayo de 2020, en pleno confinamiento, participó en una fiesta en su residencia de Downing Street. Trató de exculparse afirmando que pensó que se trataba de «un evento de trabajo».

Parece que el premier británico no sabe lo que pasa en el jardín trasero de su casa. De forma literal y figurada. Aquel 20 de mayo, tal y como se pudo comprobar en imágenes que salieron a la luz casi un año después, Johnson se encontró en la parte trasera del número 10 de Downing Street con su pareja y varios colaboradores de su Gobierno. En total, unas 40 personas cuando, debido a las restricciones sanitarias, los británicos solo podían reunirse con una persona no conviviente, al aire libre y en lugar público.

Pero bueno, para salir de ese jardín, comparecencia en la Cámara de los Comunes, pedir perdón con muchos asteriscos, hacer caso omiso a las peticiones de dimisión de la oposición y a otra cosa mariposa. Sin embargo, al líder de los conservadores se le ha revuelto el otro patio trasero: Escocia.

El líder del Partido Conservador al norte de la isla, Douglas Ross (que también es parlamentario en Londres), se sumó a esas voces críticas, pidiendo la dimisión de Johnson: «Su posición no es sostenible». De hecho, envió una carta formal al presidente del grupo parlamentario conservador en Westminster para poner en marcha una moción interna de confianza. Y comenzó la guerra. O, quizá, salió a la luz una batalla interna más profunda.

Figuras de peso del Partido Conservador decidieron enfrentar estas declaraciones echando más leña al fuego. Michael Gove, con distintos cargos desde hace décadas, restó peso a Ross señalando que «está en Elgin (Moray)», circunscripción a la que representa, a casi 1.000 kilómetros de Londres. A él se sumó Jacob Rees-Mogg, líder de la Cámara de los Comunes y Lord presidente del Consejo, diciendo que no cree que el escocés sea «una gran figura», a pesar de los casi 600.000 votos que recibió en las elecciones de mayo.

Esta división, que nunca ha trascendido más allá de alguna declaración esporádica, viene de lejos. A Johnson, los eventos sociales privados le salen caros y cuando asumió el Ejecutivo británico se filtraron varias declaraciones sobre su posición ante Escocia. Se asegura que en esos círculos privados el primer ministro se mostraba favorable a que el norte de la isla se independizase porque «supone un lastre» para el poder tory en Londres.

En las elecciones británicas de 2019, que dibujaron el actual reparto del Parlamento de Westminster, el Partido Conservador se hizo tan solo con seis de los 59 asientos que se reparten en Escocia. 48 fueron para el SNP, cuatro para los Liberal-Demócratas y los laboristas, al igual que en toda la isla, cayeron con estrépito hasta quedarse con uno. Pese a que los tories salieron mejor parados que los laboristas, la posición del SNP es una costosa hipoteca para los conservadores.

Y la fractura se ha evidenciado. Mientras la inmensa mayoría de los representantes del Partido Conservador en Londres se han mantenido en silencio o han respaldado a Johnson, además de Ross, los otros 30 parlamentarios conservadores en la Cámara de Edimburgo han secundado de forma pública la petición de dimisión.

Con el independentismo en Escocia reclamando un segundo referéndum y Johnson cerrando esa puerta, puede que el primero en independizarse en Escocia sea el propio Partido Conservador.