Cuando se prende un fuego, por violento que este sea, llega un momento en que acaba por apagarse, no se propaga indefinidamente. Y esto sucede intervenga o no el ser humano, aunque las personas, claro, podemos hacer mucho para sofocarlo antes. Del mismo modo, esta oleada del covid, que ha arrasado con todas las estadísticas de contagios, acabará por remitir, pero lo hará más por falta de combustible que por las medidas adoptadas.
En Hego Euskal Herria han transcurrido tres meses desde que los positivos comenzaron a remontar, y han estado subiendo ininterrumpidamente sin que se haya articulado ninguna medida eficaz para evitarlo. Y aunque ómicron ha provocado que los contagios se hayan disparado, para cuando esta nueva variante llegó a nuestro país, hace un mes, la incidencia ya era la más alta registrada oficialmente en toda la pandemia.
Quizá eso explique que ahora nuestra tasa sea la más elevada de Europa, con casi siete mil casos por cien mil habitantes en Bizkaia y Nafarroa, por encima de 7.350 en Gipuzkoa y algo menos de seis mil casos en Araba.
Cuando los contagios empezaron a repuntar, en la semana del 4 al 10 de octubre en la CAV, y del 11 al 17 de octubre en Nafarroa, la incidencia estaba en torno al medio centenar de casos por cien mil habitantes. Nada que ver con la situación que hay ahora, en la que, además, hay que tener en cuenta que las tasas de positividad están rondando el 40%, lo que apunta a un número de contagios reales sensiblemente mayor que el oficial.
A este dato se suma que desde hace unos días Osakidetza ha dejado de registrar una parte importante de los positivos.
La vacuna, única estrategia
Que se hayan encadenado tres meses de aumento de las infecciones se debe, más allá de la enorme contagiosidad de ómicron, a la decisión consciente de no adoptar medidas preventivas del tenor de las olas anteriores y de apostar casi en exclusiva en el buen hacer de las vacunas.
Con el estado de alarma desactivado en el Estado, la alerta sanitaria reactivada en la CAV pero apenas dos reuniones del LABI en este periodo, y el Gobierno de Iruñea remiso a adoptar decisiones de mayor calado, durante semanas la única medida fue la exigencia del pasaporte covid para acceder a determinados locales y eventos, lo que no ha servido en absoluto para cortar los contagios y, al contrario, ha generado controversia y ha enervado debates. Luego han llegado decisiones insólitas, como recuperar la mascarilla en exteriores, o prohibir la competición de deporte escolar por parte de Lakua, y algunas limitaciones en horarios y aforos.
Pero la decisión parece clara: con el 90% de la población diana vacunada, en octubre se optó por dejar hacer al virus, confiando en que la presión asistencial no fuera muy fuerte. Y el criterio apenas ha cambiado con la llegada de ómicron, que por pura acumulación de casos está llevando la situación en los hospitales cada vez más al límite.
Con todo, tres meses después, y aunque hay que tomar los datos con cautela, sobre todo en la CAV, los últimos informes epidemiológicos apuntan a que la ola podría estar empezando a remitir. Pero, aunque así sea, el nivel de contagios seguirá siendo demasiado alto por bastante tiempo. Quién sabe si harán falta tres meses para bajar lo que ha tardado tres meses en subir.