Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

Twitter contagió menos bulos sobre la epidemia que otras redes sociales

Un estudio paneló las preferencias en redes sociales antes del primer caso de coronavirus. En mayo de 2020, cuando la pandemia había estallado, preguntaron a estas mismas personas sobre tratamientos milagro y teorías conspirativas. Los usuarios de Twitter resistieron mejor la propagación de bulos.

Manifestantes contrarios a las vacunas en Barcelona auguran la muerte a los vacunados rodeados de espartanos con cartelería sobre óxido de grafeno.
Manifestantes contrarios a las vacunas en Barcelona auguran la muerte a los vacunados rodeados de espartanos con cartelería sobre óxido de grafeno. (Lluís Gené | AFP)

Uno de los rasgos de las personas que caen en bulos sobre el coronavirus, según indica la encuesta de la Fecyt de mayo de 2021, es que dedican mucho tiempo a informarse y, a pesar de su esfuerzo, acaban sosteniendo opiniones muy alejadas del consenso científico. Hay varios fenómenos que pueden explicar esto, como el sesgo del razonamiento motivado (me informo únicamente para refrendar algo en lo que creo previamente, por lo que solo soy capaz de percibir datos que lo apoyen). Ahora, otro estudio introduce una variable nueva, al vincular bulos y redes sociales. La conclusión es que las personas que se declaran usuarias de Twitter creen menos en teorías conspirativas.  

El estudio parte de una macroencuesta realizada antes de la pandemia a 28.000 personas en toda Europa representativas de los distintos grupos de edad, nivel de estudios, etc. En ella, se preguntó cuáles eran las redes sociales que empleaban, dando las opciones de WhatsApp, Youtube, Twitter, Facebook y Messenger. No estaban ni Telegram, ni TikTok. En mayo de 2020, cuando ya había estallado la pandemia, se volvió a llamar  a esos mismos 28.000 encuestados y se les realizó una batería de preguntas, entre las que estaban si creían o no en ciertas teorías conspirativas sobre el origen del virus o tratamientos milagrosos (como tomar vitamina C, etc). 

Al cruzar los datos se vio que, entre los usuarios de Twitter, la propensión a caer en bulos sobre el coronavirus era menor. Esto sucedía, en mayor o menor grado, en todos los países de Europa. Y, más significativo aún, esta diferencia seguía existiendo una vez corregidas otras variables, como el nivel de estudioso el estatus económico, de los encuestados.

«El usuario de Twitter de promedio tiene más estudios y más conocimiento político. Pero la diferencia no se debe a eso, pues lo controlamos, lo tuvimos en cuenta para hacer una comparativa homogénea», explica Ana Cardenal, profesora de Ciencia Política de la Universidad Oberta de Catalunya, y una de las responsables del estudio en el que participaron especialistas de distinos países.

Una hipótesis sugerente

Así, los investigadores concluyeron que la razón de que Twitter funcionó mejor filtrando contenido sobre el coronavirus debía radicar en la estructura de la propia red. «Una hipótesis posible pasa por que las características de la plataforma expliquen cómo se comportan los individuos en ellas. La de Twitter es una red asimétrica y eso puede hacer que la gente se cohiba a la hora se dar por buena una información no contrastada», expone Cardenal.

Dentro de esta red, el control social parece mayor. «Es muy posible que los usuarios se autocensuren si no están muy seguros. Si te equivocas, pronto serás sancionado por una comunidad un tanto histérica», prosigue la investigadora.

Frente a Twitter, otras redes sociales que aparecían en el estudio como WhatsApp o Facebook, sirven para comunicarte principalmente con amigos, conocidos o familiares. 

Técnicamente, se dice que Twitter que es una red asimétrica (un usuario puede seguir a quien quiera, sin que sea necesario que esta persona te siga a ti), mientras que Facebook es una red simétrica. Para ser «amigo» de alguien en Facebook, esta persona debe hacerse a su vez «amiga» tuya. Y para hablar por WhatsApp también es necesario que la persona figure entre los contactos. De no ser así, el primer mensaje llega, pero la aplicación da la opción al receptor de vetar al remitente.

«Por contra, un entorno de amigos o familia resulta, de algún modo, más confortable. No te van a censurar tanto por compartir un bulo sobre el coronavirus.  Te sientes más confiado», resume Cardenal.  

Según la investigadora, existe un efecto inverso que da verosimilitud a los bulos en redes simétricas. «Es más fácil que te creas algo si la fuente es un hermano, un primo o un amigo, pues confías de antemano». 

Otros factores a considerar

La autocensura mayor en un entorno menos confortable puede explicar lo sucedido con los bulos sobre el tratamiento y el origen del coronavirus, pero los investigadores apuntan que harán falta nuevos estudios más específicos para valorar si esta es la razón principal. 

Por otro lado, que a Twitter le haya ido mejor no implica que no pueda mejorar. «Twitter ha hecho muy poco por erradicar los bulos sobre el coronavirus y además, se ha puesto a ello muy tarde», afirma el analista en ciberseguridad y experto en redes sociales Marcelino Madrigal. Pone un ejemplo concreto, el del nieto negacionista de Kennedy, que lidera un movimiento absolutamente conspiranoico en Estados Unidos. 

Robert. F. Kennedy Jr. no solo no ha sido expulsado de la red, sino que Twitter señala su perfil con un distintivo azul que aporta a perfiles con muchos seguidores un plus de credibilidad. 
«Los interesados en difundir bulos sobre la epidemia buscan redes simétricas, pues están basadas en la confianza. La estructura de Twitter no les conviene,  pues resulta relativamente sencillo dar con la fuente de la información y, de este modo, verificarla. En redes sociales como Telegram o WhatsApp, hacer esto resulta prácticamente imposible», recalca este experto. 

Y es que, en muchas ocasiones, los bulos o desinformaciones sobre la epidemia no han llegado al gran público de forma accidental, sino por el interés de un colectivo concreto. Según Madrigal, «no hay nada inocente, todo responde a un porqué. Una cosa es la gente que cree la información y la replica, y otra distinta, los motores». 

Madrigal caracteriza a algunos de estos motores. Por un lado, estarían las personas que buscan seguidores a costa de lo que sea, que aspiran a ser influencers. Otros promotores de bulos son los defensores (y comercializadores) de terapias alternativas, que este analista en ciberseguridad señala como particularmente fuertes en América Latina. Luego aparece la extrema derecha, que ha visto potencial subversivo aprovechable en ciertos sectores descontentos. Y un último sector serían confesiones ultracatólicas contrarias a las vacunas, pues creen que se fabrican con células de fetos muertos, principalmente en EEUU. 

Este experto precisa que ciertos bulos han derivado en conductas, que deberían combatirse mejor. Pone como ejemplo, las campañas de acoso hacia sanitarios que se realizan a través de las propias redes. Y también, las que revivifican el nazismo. «Un usuario de Twitter sin expulsar, acaba de preguntar esto: ‘¿Cómo no nos van a colar una pandemia falsa si ya nos hicieron creer en el Holocausto que jamás existió?’», ejemplifica Madrigal.