REAL MADRID 59 - BARCELONA 64
Dos equipazos como el Real Madrid y el Barça jugando tan feo y tan mal debe ser fruto de tres motivos: Uno, que se conocen demasiado y cada uno sabe cómo frenar al rival; dos, una final de Copa agarrota los brazos y hace que aumente el número de errores; tres, sus entrenadores prefieren que sus dibujitos en las pizarras luzcan bien antes de que sus equipos jueguen sueltos, no vayan a desmandarse y perder o, peor aún, ganar sin que se note la mano de su técnico.
Sea como fuere, el Barça ha sumado su cuarto entorchado de Copa ACB en los últimos cinco años y eso no lo cambia nadie, ni falta que hace. La finalísima de Granada poco ha tenido que ver en belleza con los Palacios Nazaríes o los Jardines del Generalife de la Alhambra; poco ha tenido que ver con las vistas de la Alhambra desde el Mirador de San Nicolás. Ha sido más una visita a Cementos Rezola y ver cómo se trabaja la masa. La oda al cemento y al ladrillo de los dos equipos de fútbol del basket hispano ha sido como para plantearse si ver o no el partido si no se es forofo de ninguno de los dos.
Y no, que nadie se lleve a engaño porque la defensa bien hecha en el baloncesto es un auténtico arte. Jugadores como Dimitris Diamantidis, Dennis Rodman, Joe Dumars, Sergi Vidal, Andrei Kirilenko, Tiago Splitter, Jorge Garbajosa, Marc Gasol o Fabricio Oberto han dado verdaderos shows de defensa pura y dura, amargando la vida a sus oponentes y no por ello han embarrado el espectáculo como en esta final de Copa. También se han visto buenas acciones de ataque, faltaría más, pero han sido muy pocas en comparación al talento que atesoran estos dos conjuntos.
Pero el que ha dado primero ha sido el Real Madrid, adelantándose 19-5 al final del primer cuarto. «No hemos salido con la tensión que requiere una final. La Copa es especial y hay que estar fuertes desde el principio», ha admitido Saras Jasikevicius tras el partido, magnánimo con el «carácter» que han mostrado sus jugadores para poder volver al juego y competir hasta darle la vuelta al partido.
El Real Madrid ha dejado escapar al Barça en esa primera mitad, ya que al descanso el partido ha llegado con un ridículo 29-18. El Barça ha metido todo el músculo posible y ha pegado el cerrojazo ante un Real Madrid que, con Nigel Williams-Goss dado de baja para la final –tanta ansia por ficharlo y ahora no les vale– y Carlos Alocén lesionado –el maño tiene para no menos de ocho meses tras fracturarse el cruzado de su rodilla izquierda–, ha echado mano de Heurtel –bien en anotación, pero el «hero ball» no siempre sale–, Sergi Llull –ídem de lienzo– y Alberto Abalde –el base más base sin ser él base, aunque ha pecado de cuadriculado en los minutos claves– para ejercer de armador.
Entre tanto, el Barça ha ido limando las diferencias con la primera aparición de Mirotic y también con Sanli dándole aire con un parde canastas que han venido de maravilla a los de Jasikevicius.
La zurda mágica
Y justo entre los armadores ha estado el juego de la remontada culé. Ni Exum, ni Calathes ni Laprovittola han tenido su mejor día, pero han ido aportando granitos de arena, similar al nivel exhibido por los bases blancos. No ha sido el caso de Rokas Jokubaitis. El base lituano ha dado una vuelta de tuerca a su juego cuando más calentaba el sol. Usando su zurda mágica, ha conseguido dos penetraciones por el centro de la zona del Real Madrid y, superando la intimidación de Tavares, ha clavado dos «dos más uno» de pura calidad, gracias a lo cual el Barça, en un último cuarto espeso hasta el dolor, se ha ido 53-59.
Los merengues, con muy poca fluidez colectiva, han tirado de Heurtel y de Llull para conseguir el empate a 59 con solo 45 segundos por jugarse. Todo podía pasar, pero en esas ha aparecido Nikola Mirotic. La entrada de Llull, por cierto, ha sido tan providencial como desgraciada para el Real Madrid; desgraciada en el sentido porque ha llegado después de que Adam Hanga se ha lastimado la rodilla por culpa de un golpe involuntario pero peligroso que le ha propinado Nick Calathes.
Sí, el mismo Mirotic que en otras finales ha pecado por esconderse y no dar un paso adelante, esta vez lo ha hecho. el hispano-montenegrino ha convertido sus cuatro tiros libres en los momentos de la verdad, y además ha capturado un rebote clave cuando, con 59-61 en el marcador, Gabriel Deck ha fallado una bandeja sencillísima, fruto del esfuerzo que han hecho ambos equipos al punto de que las piernas han fallado más de la cuenta en esos instantes. El de Podgorica, que curiosamente esta vez ha sido insultado un poco menos por sus exaficionados del Real Madrid –en este sentido, hay que advertir del mal gusto, por no decir algo peor, que supone haber silbado a los chavales del Real Madrid cuando han recibido el premio de ganadores de la Minicopa. Que lleven los colores del club merengue no es excusa para increpar a unos adolescentes de 13 y 14 años. Definitivamente, no es de recibo–, ha superado al equipo que lo formó, llevándose además el MVP, que es lo que quedará en los anales de la Historia, sí como el título del Barça, no así la calidad de este partido.