Iraide Ibarrondo
Bilbo
Entrevista
Thimbo Samb
Actor

«África no necesita ninguna ayuda, lo que necesita es que la dejen en paz»

En la obra de teatro ‘El sueño es vida’, estrenada este viernes en el Bizkaia Aretoa de Bilbo, Thimbo Samb, natural de Senegal, narra mediante versos el viaje que realizó en cayuco con tan solo 17 años para llegar a la ansiada Europa.

Thimbo Samb horas antes del estreno de ‘El sueño es vida’ en Bilbo.
Thimbo Samb horas antes del estreno de ‘El sueño es vida’ en Bilbo. (Oscar MATXIN | FOKU)

Desde muy pequeño, Samb estuvo rodeado de distintas disciplinas artísticas. Hijo de actriz y nieto de cantante, de pequeño alternaba su trabajo como pescador, labor que comenzó a los 11 años, con distintos papeles en funciones locales. Tras un arduo viaje para llegar a Europa, con detenciones, intentos fallidos y muchos obstáculos de por medio, ahora, con 34 años, Samb continúa con la trayectoria artística familiar. Aun con una agenda apretadísima, Samb, conocido por papeles en series como ‘Antidisturbios’, ha concedido la siguiente entrevista a NAIZ horas antes del estreno de la función ‘El sueño es vida’ en Bizkaia Aretoa, este viernes.

Hábleme un poco de sus raíces.

Mi nombre es Abdoulaye Samb, conocido como Thimbo. Soy de Senegal. Llegué aquí en el año 2006, cuando tenía 17 años. Soy actor y ARTIvista.

Descríbase a usted mismo con tres palabras.

Uau…– toma un tiempo para meditarlo– soñador, pensador y atrevido.

¿En qué momento decidió atreverse a emprender ese viaje hacia Europa, con todo el riesgo que conlleva, con 17 años? ¿Qué fue lo que le hizo click?

Cuando, al crecer, poco a poco, empecé a darme cuenta de que había cada vez menos peces. Entonces me preguntaba a mí mismo: ¿por qué hay cada vez menos peces? Hablé con la persona con la que pescaba, porque yo en Senegal era pescador, y se lo iba comentando: «¿Por qué hay cada vez menos peces?». Y él me respondía: «¿Pero no ves todos los barcos? Estos barcos grandes vienen a robarnos los peces». Y le volvía a preguntar: ¿Pero, de dónde son?; y él: «son occidente; España y otros sitios de Europa».

Entonces, cuando uno ve todos los días que los barcos grandes vienen a llevarse los peces, y ve cómo gente de su pueblo se está yendo, algunos muriendo en el camino y otros llegando, dice: a ver, ¿qué hacemos aquí? ¿Nos quedamos y en 5 o 20 años nos morimos de hambre, o vamos a buscarnos la vida?

¿Qué le dijeron sus familiares?

Somos ocho en total. Mi hermano pequeño me decía: ‘¿Pero, por qué te vas? Si tienes todo aquí, eres de las personas más populares del pueblo, todo el pueblo te quiere. Puedes ir a cualquier casa, ir y dormir. No te falta de nada. ¿Por qué te vas?’. Estaba diciéndome eso todo el rato. Pero sí, cuando uno no tiene nada que perder el miedo desaparece.

No tenía miedo a morir porque no tenía nada que perder. Siempre me preguntan: ¿por qué vienen? Es muy importante hacer estas preguntas, no solo hablar de las consecuencias. Detrás de la inmigración está el saqueo de nuestros recursos. Estoy seguro de que si dejan de robar nuestros recursos, nosotros dejaremos de venir aquí. O si lo hacemos, lo haremos de una manera legal; vendríamos de vacaciones, como tú puedes ir a Francia y volver.

Pero no nos dejan en paz. Yo sé que África está bien preparada para salir adelante sin Europa, pero ¿Europa lo está? Esa es la pregunta, si Europa está preparada para salir adelante sin África –zanja con convicción y serenidad–.

¿Qué fue lo peor del viaje? ¿Tuvo algo bueno?

Algo bueno…–se detiene a recordar– los momentos en los que cantaba es cuando sentía paz. Por eso es la cultura tan importante para mí. Un país sin cultura no es un país.

Lo más difícil del viaje era pensar que sufriría antes de morir. Yo era pescador, por lo tanto, sé nadar. Veía más de 137 personas [en la patera], y pensaba: «Estos lo tienen chupado. El barco se hunde y mueren. Pero, ¿qué pasará con los que sabemos nadar?». Lo más difícil era tener esa certeza de que sufriría mucho antes de morir.

«Lo más difícil era tener esa certeza de que sufriría mucho antes de morir»

¿Cuál era la idea que tenía de Europa? ¿Qué se esperaba encontrar?

Cuando a un chaval europeo de 17 años le preguntas qué espera de África, qué espera ver y qué espera encontrar, te va a contestar lo mismo que yo pero a la inversa. Te va a decir: animales, miseria, guerra y hambruna. Pues yo te voy a decir: riqueza, gente buenísima, no hay racismo y hay dinero por todas partes.

Porque eso es lo que nos enseñan. No nos cuentan la verdadera historia española ni europea, no nos cuentan las realidades de Europa, al tiempo que ni a vosotros os cuentan cuál es la realidad de África. Pero, ¿cómo puedo pretender yo que conozcan mi cultura, si no conocen la suya propia? Les esconden la guerra civil, los españoles no tienen conocimiento de esto, porque lo quieren esconder cuando realmente lo mejor sería contarla tal y como pasó para poder cerrar la herida.

En lo referente al colonialismo, el Estado español se enriqueció a base de saquear Latinoamérica…

Ahí está el problema. Si a un continente como África lo dejan en paz, nosotros podemos apañarnos y salir hacia delante, además, con nuestros propios medios. Pero no, vienen a ‘ayudar’. África no necesita ninguna ayuda, lo que necesita es que la dejen en paz.

¿Cómo fueron las primeras horas y días tras su llegada?

Si te digo la verdad, dudo que vuelva a tener una sensación de tanta felicidad que cuando llegamos y vi que era España. Esa sensación de logro. De joder, qué guay, después de cuatro intentos en patera hemos llegado. Pero eso solo dura unos minutos.

Los próximos días te cogen y te empiezan a hacerte preguntas y preguntas. Tú te preguntas por qué te hace tantas preguntas esa gente cuando eres tú el que acaba de llegar a un país que no conoces y nunca has estado.

¿Cuando llegó hablaba algo de castellano o inglés?

Cero. Solamente un peu de français. Tendrían que ponerte un intérprete, eso es lo lógico. Pero te empiezan a preguntarnos cómo te llamas, de qué país procedes… Me preguntaron cómo me llamaba, les contesté que Chambo, porque todo el mundo me conoce como Chambo, y me pusieron Thimbo. Si tu nombre es difícil de pronunciar te ponen uno más fácil. Me pusieron Thimbo y el número 20.

Lo duro no fue estar en la cárcel durante 18 días. Lo duro fue, después de mucho tiempo, ver ‘El Diario de Anna Frank’ y darme cuenta de que yo había estado en un sitio así con mi propio número. Por eso, cuando estaba en Senegal, escuchaba mucho eso de que África no era una tierra civilizada, mientras que Europa sí.

Pero al llegar aquí, me di cuenta de que, a pesar del maltrato que han tenido los países europeos hacia África, se sigue acogiendo a personas europeas sin ninguna persecución ni maltrato. En cambio, aquí, hay vallas, fronteras y existen muchos más proyectos para frenar la inmigración, para evitar que vengamos aquí. Hacen cosas ilegales para ello. Y luego, ¿Es este, el primer mundo, el mundo civilizado? No, no me cuentes esto.

«Lo duro fue, después de mucho tiempo, ver ‘El Diario de Anna Frank’ y darme cuenta de que había estado en un sitio así con mi propio número»

Usted llegó solo y siendo menor de edad todavía… ¿Qué siente cuando escucha el término ‘mena’ de forma despectiva?

Me da risa y rabia a la vez. Risa porque esa gente que nos llama ‘mena’ es tonta. El facha está preparado para insultar, no para el diálogo. En sus cabezas tienen discursos que han ido escuchando durante mucho tiempo, solo tienen discursos sin ningún argumento. Tú te sientas con un facha y lo único que sabe hacer es insultar y gritar. Ni siquiera está dispuesta a escucharte, entonces, esta gente no está bien del todo. Mezclan dos cosas: el fascismo y la ignorancia.

Para mí, ser ignorante no es un pecado, para nada. Pero cuando uno se niega a aprender, eso sí que lo es. Ese es el problema que tenemos aquí. Y llamar ‘mena’ a los chavales para separarlos… Oye, se llama Abdullah, tiene nombre.

Siento mucha rabia porque sé que la gente se cree eso que dicen de nosotros. Yo llegué en patera solo y con 17 años, me pueden llamar ‘mena’, sí. Pero, hoy en día soy autónomo y pago los impuestos en este país. En el cartel que sacó Vox diciendo no sé qué de 4.000 euros y una abuela… ¡Está mi imagen! –dice visiblemente enfadado–.

Dígame que me está tomando el pelo…

Te lo juro.

¿En serio me está diciendo que utilizaron la foto de un negro famoso y trabajador para ilustrar a un negro que supuestamente vivía de las ayudas?

Ya te lo he dicho. Son tontos, pero saben qué hay que hacer para llegar. Lo que más me gustaría sería llevar esta obra a sitios donde únicamente haya fachas. La obra va dirigida a esa gente, porque las personas que vienen a verla ya son conscientes de este problema. Hay una diferencia tremenda cuando actuó delante de los chavales del instituto que cuando actúo delante de otras personas. Durante los primeros dos minutos están riendo entre ellos, pero cuando la obra empieza, no dicen ni una palabra hasta el final. Y, al acabar, todos se levantan a aplaudir mientras lloran. Ahí es donde quiero que llegue la obra, a universidades e institutos, sitios donde no haya inmigrantes.

La obra está producida por la compañía Teatro Sin Papeles. ¿Cómo surgió la idea y cómo llegó usted allí?

Esta obra la creamos Moises Mato y yo. Fue mi idea. Respecto a la compañía, al llegar aquí, estaba durmiendo en la calle, en Valencia, y abriendo los cubos para encontrar comida. Pero lo más duro era la soledad. No me podía comunicar con nadie. Entonces, yo iba donde los chicos manteros que vendían en La plaza de los toros para verlos y comunicarme con ellos. Me daba vergüenza decirles que estaba durmiendo en la calle.

Un día, cuando estaba llegando donde ellos, de repente todos salieron corriendo. Era la policía y me cogieron: una manta, un negro al lado… Me llevaron y me soltaron a los tres días con una orden de expulsión en la mano.

Estaba caminando por al lado del río cuando me crucé con una chica, Andrea, me detuvo y me estaba mirando a las manos. Me preguntó qué era lo que llevaba, ella trabajaba con personas inmigrantes, me quitó las cosas y yo pensé: ‘¿pero de qué va esta chica?’.

Después, me dijo que me fuera con ella y me llevó a la asociación CEAR. Allí me preguntó: ‘¿Qué quieres ser?’. Algo que nunca en mi vida me habían preguntado. Yo le dije que quería ser actor. Tenían un grupo de teatro oprimido, me incorporé allí y durante una función me vio un profesor de la fundación William Shakespeare.

Él me dijo que daba clases, que podía ir y, como pago, podía repartir flyers. Yo encantado. Estuve allí hasta que me contrataron para una peli y aquí estamos.

Permítame que le pregunte por una curiosidad. Al igual que a los y las actrices gordas se las encasilla en papeles de gorda, ¿a ustedes también les encasillan en papeles de negros, con estereotipos racistas?

En el mundo del cine estamos muy pocos negros. Hay muchísimos actores, pero actores negros que hayamos participado en grandes producciones somos muy pocos y siempre hacemos lo mismo, de negro: negro mantero, el que no habla bien el castellano, el que muere primero y el que trabaja en el campo.

En el cine español no existen negros universitarios, negros profesores o abogados que en la vida real existen. Por una parte, entiendo que España está en su segunda generación de inmigración, por esa parte es normal. Pero, por otra parte, creo que la cultura va muy lenta, porque, para mí, la mejor manera de cambiar la conciencia de la gente es a través de la cultura.

Además, alguna gente es muy egoísta porque en las películas españolas no hay negros, pero en Netflix siempre estamos viendo películas donde los protagonistas son negros.

«La mejor manera de cambiar la conciencia de la gente es a través de la cultura»

Al final, ha logrado cumplir su sueño de ser actor, se puede decir que ha tenido un final feliz. Sin embargo, sabiendo todo lo que has tenido que pasar, ¿ha merecido la pena?

Sinceramente, sí. Con que solo me quedase con todo el conocimiento que he obtenido, sin dinero, sin los logros… Me quedaría con el conocimiento. Yo puedo decir que era ignorante cuando estaba en Senegal, no tenía conocimiento de nada más allá de lo que vivía. Pero ahora conozco otras realidades, creo que, el día que los tenga, estoy capacitado para educar bien a mis hijos. Sí que ha merecido la pena. Ganamos a Hitler, tuvimos muchísimas bajas, ¿pero mereció la pena o no?

Para terminar… ¿Qué le diría al Thimbo de 17 años?

El otro día estuve mirando en el espejo, porque me gusta hablar conmigo mismo. Confío en mí plenamente, más que en nadie en este mundo. Me miré a mí mismo y el reflejo me preguntó quién era yo. Entonces, todavía estoy intentando descubrir de dónde viene esta capacidad que tengo hoy en día. Porque soy una persona muy confiada, soy de las personas que se cree que algún día ganará un Goya. ¿Por qué? Porque me considero muy buen actor y trabajador. Pero cuando me miro en el espejo le digo al joven Thimbo de 17 años que no podría haberlo hecho sin él. No podría ser la persona que soy hoy sin haber ido a la cárcel, sin haber estado en la calle y sin haber cogido esa patera.