Ramón Sola
Entrevista
Karlos Ioldi y Sebas Barinagarrementeria
Vicepresidente y presidente de Harrera Elkartea

«Tener más socios y ayuda nos permitiría afrontar el problema principal de las jubilaciones»

Harrera Elkartea ha cumplido diez años (ayer celebró su asamblea anual) de labor pionera en la asistencia a personas que salen de la cárcel o vuelven del exilio político. Los logros están a la vista con 440 beneficiarios, pero las necesidades también, y entre ellas emerge la de las jubilaciones.

Ioldi y Barinagarrementeria, responsables actuales de Harrera Elkartea, que cumple diez años.
Ioldi y Barinagarrementeria, responsables actuales de Harrera Elkartea, que cumple diez años. (Andoni Canellada | Foku)

Cuando Harrera Elkartea se puso en marcha hace diez años, en el contexto del nuevo tiempo que abría la decisión de cese definitivo de ETA, en Euskal Herria no estaba socializada la problemática de las personas que vuelven a casa tras años de prisión o de exilio. Quizás por desconocimiento, quizás por pudor de exponer públicamente una cuestión de precariedad. Era una cuestión compleja que parecía percibirse con más claridad desde el exterior, como mostró el que fuera ministro laborista británico David Miliband al declarar que «Europa no necesita centenares de personas que han sido de ETA arrojadas a la calle y sin futuro». Lo recuerda perfectamente Barinagarrementeria: «Sí, dijo incluso que era una situación potencialmente peligrosa».

Una década más tarde, el retorno de estas personas sigue siendo igual de duro o más por los nuevos condicionantes existentes (edades avanzadas, precariedad laboral, digitalización...), pero Harrera ha mostrado que esa asistencia no solo resulta imprescindible sino que, además, es posible. La creación ahora de la agencia Aukerak por parte del Gobierno de Lakua da fe de ello, aunque con marcos de actuación –y quizás finalidades– diferentes a las de Harrera. Ayer esta asociación celebró su asamblea anual en Elorrio [imagen de Jaizki Fontaneda | Foku] y NAIZ aprovecha para hacer balance y mirar al futuro con sus dos máximos responsables.

Empecemos por los datos. ¿Qué ha hecho Harrera en estos diez años?

Karlos Ioldi: Hemos asistido a unas 400 personas que han padecido la prisión y a 40 que han regresado del exilio. Contamos con 3.180 personas socias. La de Harrera Elkartea es una labor callada y discreta, y diría que hemos logrado ser eficaces en la atención a estas personas que a su vuelta no tienen trabajo, ni vivienda, ni médico... En algunos casos están en situación de extrema necesidad.

Entre medio no han faltado problemas, como cuando un partido que ha desaparecido [por UPyD] fue a la Fiscalía en 2013 con intención de ilegalizarnos. Tuvimos contactos con diferentes agentes políticos y con el propio lehendakari y conseguimos superar aquella situación. Hemos ido tejiendo relaciones y complicidades en este sentido, a nivel institucional, político, empresarial... y con ello hemos logrado un reconocimiento y tenemos muchas puertas abiertas.

Ayudar a encontrar un trabajo suena muy difícil en estos tiempos y para estas personas...

K.I: Las personas que salen de prisión ahora, o bien tienen mucha edad, con lo que es difícil encaminarlas en el mundo del trabajo, o bien son jóvenes y deciden hacer oposiciones o estudiar. Con lo cual ahora nos hemos encontrado incluso con tres puestos de trabajo fijos que han quedado vacantes y no se pueden cubrir. No solo se trata de trabajo; por ejemplo, las personas que deciden hacer oposiciones de bombero necesitan una carnet de conducir camiones y hay que ayudarles en eso. Lo importante es que cuando salen ya tienen la referencia de Harrera y acuden a ella.

Sebas Barinagarrementeria: Nos surgen algunos problemas con los perfiles de las personas. Antes había puestos de trabajo que requerían escasa formación pero ahora, por ejemplo, la informática es un requisito importante. Y luego está el problema de las jubilaciones, que es muy importante y creciente.

¿Por qué?

K.I: Porque estas personas cada vez vuelven con una edad más avanzada y no han cotizado casi nada o muy poco. Entonces, o las derivamos hacia la RGI o tratamos de ayudar a que tengan una pensión digna, en la línea de los 1.080 euros que se están fijando como referencia.

S.B: Eso supone mucho dinero y para eso se necesita ayuda, socios. Porque en la medida en que los años pasan, estas situaciones se van a reproducir. Las personas que vayan saliendo tras tantos años de cárcel tendrán muy poco cotizado. Es el problema número uno que vamos a tener.

«Harrera y Aukerak tienen marcos de actuación diferentes. El nuestro es el ‘post’, no el ‘pre’»

Sigamos con el tema de la edad. En una entrevista hace tres años, antes de la pandemia, ya explicaron que habían empezado a gestionar ingresos en residencias...

K.I: Por dar un caso, ahora mismo estamos trabajando con una persona de 83 años que ha estado en Ipar Euskal Herria y no tenía donde vivir. Ha estado un tiempo en casa de otro compañero y ahora le estamos gestionando el ingreso en un centro geriátrico de Gipuzkoa. Son casos que no teníamos cuando empezamos con Harrera.

Habrá otros problemas ligados, por ejemplo la digitalización, que complica mucho la vida a las personas de edad más avanzada.

S.B: Sí. A nosotros también nos pasa que a veces no haya forma de coger una cita previa, así que imagina estos casos en que no han visto un ordenador. La sociedad de hoy no tiene nada que ver con la de hace 20 años, se han complicado mucho ciertas cosas.

¿Necesitan ayuda sicológica, además de odontología u oftalmología?

K.I: En algunos casos, sí. Tenemos servicios de asistencia sicológica en los cuatro herrialdes. Y están atendiendo ahora a 26 ó 27 personas.

Aparte de los socios tienen otras aportaciones...

K.I: Donaciones, alguna herencia, fianzas que devuelve la Audiencia Nacional... son casos con nombres y apellidos.

S.B: El tema de las herencias tiene su miga. A mí siempre me viene a la memoria cuántas veces ha ocurrido que el cura del pueblo vaya a una persona de edad que no tiene descendencia a tratar de hacerse con ella [sonríe]. La ayuda a Harrera es una decisión que muestra la importancia y gravedad que se da a esta cuestión. 

La transferencia carcelaria a la CAV ha supuesto la creación de la agencia Aukerak, ¿tienen relación?

K.I: Aukerak nos citó a una reunión porque querían conocer nuestra labor. Lo tomamos como un reconocimiento y fue una cita positiva. Tenemos relación en este sentido. Aunque hay que dejar muy claro que la función es diferente, en absoluto se solapan. Aukerak está enfocada en las personas que todavía están en prisión, bien en libertad condicional o en tercer grado, mientras que Harrera ayuda a quienes ya han salido. El marco de actuación es diferente, el suyo es ‘pre’ y el nuestro es ‘post’. También lo es posiblemente el objetivo. ¿Qué se quiere trasladar con el nombre Aukerak? Que ‘tú te equivocaste en tu momento y ahora te damos otra oportunidad’. Por contra, Harrera ayuda a todas estas personas, independientemente de cuál sea su ideología concreto o por ejemplo la adhesión a la línea del proceso actual.

S.B: Y lo hace desde una perspectiva siempre asistencial, somos una asociación asistencial.

K.I: Las decisiones las toman siempre las personas socias, a través de la asamblea como órgano decisorio. Cuando hay alguna cuestión coyuntural que requiere cambiar algo, lo debe refrendar la asamblea. Ahora estamos tramitando que Harrera sea reconocida como entidad de utilidad pública por el Gobierno de Lakua, algo que conlleva requisitos bastante estrictos.

«Hay mucho trabajo, esto no es solo ‘hasta que salga el último preso’, luego también habrá que seguir atendiendo»

Al margen del tema de la ayuda práctica, ¿cómo ha avanzado la sensibilización en torno a este tema en estos diez años?

K.I: Mucho. Recuerdo que al principio fuimos a Irlanda para hablar con la asociación Coiste, para ver cómo estaban trabajando este tema. En algunas cosas están bastante peor pero hay una diferencia en su favor: allí tienen ayudas europeas y aquí no. Y también un ‘teléfono rojo’ para atender casos en 24 horas. Pues bien, aquí no hay ‘teléfono rojo’ pero hemos conseguido poder responder en 24 horas. Sin prepotencia, pero es cierto que tenemos capacidad de afrontar los casos que se nos plantean.

¿Qué queda por hacer, cómo afrontan los próximos diez años?

K.I: Hay mucho trabajo. Porque esto no es solo ‘hasta que salga el último preso’, luego también habrá que seguir atendiendo a estas personas. De hecho, hay casos en que necesitan una asistencia inicial, luego no les hace falta y más tarde vuelven a tocar la puerta de Harrera porque tienen problemas sobrevenidos. Cada día surgen necesidades, es un trabajo diario en el que hay que valorar y decidir.