Carlos Gil
Analista cultural

De nuevo las sombras de cómicos y soñadoras engalanan las calles de Leioa

Los japoneses de To R Mansion, teatro de calle como dibujos animados.
Los japoneses de To R Mansion, teatro de calle como dibujos animados. (Gerardo SANZ | UMORE AZOKA)

Tras dos años de confinamiento y semiconfinamiento, Umore Azoka vuelve a ser una oferta abierta, callejera, transformadora de las calles y plazas de Leioa. Dos años que parecen un siglo, o un suspiro. Y que, al ver en la fachada de Kultur Leioa los carteles de toda la historia de esta feria, las emociones se amontonan, por lo que tiene de vital, biográfica y porque ayuda a repensar qué fue, qué ha sido y qué es hoy el teatro, circo, danza... atracciones diversas que se ofrecen en la calle y que cuesta escribir de que es teatro de calle, sino en la calle y el juego de las preposiciones se convierte en categoría.

Es por ello que el cronista debe buscar recursos en su mochila subacuática para encontrar modos de meter el ojo crítico en propuestas frontales, estáticas, que no tienen ningún detalle estructural, comunicativo, expresivo que se pueda entender como algo pensado para que el aire libre, la falta de detalles luminotécnicos, la parte estética, los movimiento ayuden a otra cosa que a sentarse y mirarlo con ojos cándidos. Porque lo que se nos ofrece está ahí, existe, por lo que ‘Murmullo’ de la compañía andaluza La víspera nos coloca ante ejercicios técnicamente mejorables, una narración cargada de sugerencias reiterativas cargadas de tópicos y una suerte de consagración de la obviedad.

Muchas más energía transmiten los dos danzantes de ‘Otempodiz’ de Ertza, donde se ve la mano de Asier Zabaleta de manera constante, ya que los jóvenes bailarines están muy pendientes de la caligrafía, no parecen romper el cascarón y se conforman con lucir sus cuerpos bien tallados y hacer el recorrido coreográfico marcado de manera fría y correcta.

Probablemente se enfrente en forma y fondo esta propuesta con los japoneses de To R Mansion y su popular ‘Dive/Jour-Ney’, que recurre a colores básicos en los pelos, vestuarios dislocados, movimientos distorsionados, en una recopilación de números típicos del género que logran convertirse en algo de un poder comunicativo excepcional.

Los niños y niñas se quedaron prendados de estos actores que se movían como los dibujos animados de la tele. Un fenómeno que se debe estudiar.

Por eso, y por muchas cosas más, ‘Zanguango’, recurriendo a lo de siempre, a lo habitual, a buscar convertir lo normal en excepcional, de saber reutilizar los elementos callejeros, desde un paso de cebra a un patio de vecindad, en escenarios propicios para contar algo que se vaya aparentemente improvisando, pero que viene de una fuerte estructura dramatúrgica y de unos artistas muy preparados para la improvisación y la capacidad de aprovechamiento desde el paso de una mosca hasta un avión supersónico, para que el número de espectadores que les va siguiendo se sienta dentro de un espectáculo vivo, que sucede, que se va construyendo conjuntamente en su devenir nómada, y que es de calle y se hace en la calle.

El cronista vio de perfil otros espectáculos que intentará revisitar para tener una apreciación mucho más asentada. Lo que hay que señalar es que la mirada de los niños y niñas es siempre nueva. Y eso ayuda a que lo de siempre sea un descubrimiento para ellos y ellas.