No vamos a insistir en que nadie esperaba que, con Pablo Laso al frente, el Real Madrid fuera a conseguir ni la cuarta parte de lo que ha conseguido. Ahí están las hemerotecas que trasladan el cambio en el rictus de exégetas de toda condición, que pasaron –pasamos– del pasmo –cuando no la carcajada bien sonora– cuando el gasteiztarra dio el triple salto mortal de Gipuzkoa Basket a un Real Madrid que recién acaba de echar por la puerta falsa el proyecto de Ettore Messina para su sección de basket, a la admiración por todo lo conseguido, incluyendo siete presencias en la Final Four de la Euroliga –incluyendo Belgrado 2022– y su quinta finalísima, contando con las derrotas de 2013 y 2014 –ante Olympiacos y Maccabi– y los triunfos de 2015 y 2018 –ambos contra Fenerbahçe–.
El tiempo ha desposeído de razones a toda la cohorte de analistas que «sabían» –sabíamos– que aquel experimento ideado por Alberto Herreros –mandamás de la sección del basket del Real Madrid y amigo íntimo del propio Laso– iba a salir mal, duraría muy poco e iba a desposeer del poco prestigio que le quedaba a un Real Madrid de basket que no ganaba una Euroliga desde 1995, con Zeljko Obradovic en el banquillo –sin duda y sin ironía, el mejor entrenador del basket europeo hasta la fecha–, y con Arvydas Sabonis y Joe Arlauckas en la cancha. Y si la final que juegan este sábado a las 19.00 los merengues ante el vigente campeón, un Anadolu Efes que encadena su tercera final europea tras la derrota de Gasteiz 2019 y la victoria de Colonia 2021 –y la lástima de que se cancelara la edición de 2020, cuando los de Ergin Ataman practicaron su mejor basket–, vuelve a encumbrar al técnico gasteiztarra a lo más alto del basket continental, pues habrá terminado de barrer todas las dudas posibles sobre si Pablo Laso es o no un grande en la historia del basket europeo.
Sí, hay quien lo considera un «buen gestor de plantillas», capaz de hacer que grandes jugadores –con grandes egos– puedan hacerse sitio los unos a los otros en aras del rendimiento colectivo. ¿Pero no es esa precisamente la definición de equipo?
Después de caer en la final de Copa y de unos meses muy malos en la Liga ACB y la Euroliga –para el nivel que dice representar el Real Madrid–, más de uno puso negro sobre blanco que el crédito de Pablo Laso se había agotado y que sus días en el campo merengue entraban en su cuenta atrás. Más aún, Alex Mumbrú, entrenador de perfil similar al gasteiztarra, exjugador con experiencia en el Real Madrid, a su vez curtido en los banquillos en un equipo de tercera fila –a cuenta de las apreturas económicas– al que le ha ido sacando más jugo de lo esperado, ejerciendo con «mano izquierda» cuando ha sido necesario, fue ungido como sucesor «in pectore» del alavés. Bueno, la campaña 2021/22 no ha terminado aún y todo puede pasar, pero aun en el caso de que Pablo Laso no siguiera al término de la temporada, nadie en su sano juicio podrá decir que su equipo ha languidecido sin pena ni gloria y sin optar a nada.
Por lo pronto, ha sobrevivido a unas semifinales durísimas ante el Barça este jueves y opta a llevar a las vitrinas merengues su undécimo entorchado continental, tercero en el palmarés del gasteiztarra –que se incorporó como jugador a la disciplina madridista en la campaña 1995/96, sin poder levantar el título continental vestido de corto–.
Este Real Madrid tiene, en todo caso, visos de no quedarle mucha gasolina. Los más destacados de la remontada sobre el Barça fueron Causeur y Sergi Llull, dos jugadores que cumplirán los 35 años en este 2022, y con un historial de achaques físicos más que notable. Los Yabusele, Poirier o Abalde sí que no llegan a los 30 años, pero no son estrellas que por sí solas pueden liderar un equipo de este nivel, como si lo era Luka Doncic en 2018. Claro que Doncic llevaba el sello de «estrella mundial» en su frente desde que lo vimos en la Minicopa de 2013 –según los diarios de Madrid, sí; la prensa menos forofa intentaba ser más cauta– y así se puede ver al esloveno en las Finales de Conferencia de la NBA después de mandar a casita a los Utah Jazz y los Phoenix Suns. El proyecto que ha ido amoldando Pablo Laso desde su llegada en la campaña 2011/12 está dando sus penúltimos coletazos por una cuestión simple de edad y longevidad física y quizá a la hora de gestionar ese relevo generacional, Pablo Laso puede quedarse sin sitio –o no–.
Pero lo primero es lo primero, que no es otra cosa que la final de la Euroliga, una final que el técnico gasteiztarra deberá afrontar sin Nigel Williams-Goss, lesionado en el primer minuto del partido ante el Barça y que ha sido descartado por el propio Laso en la previa del duelo. En una decisión que puede definirse como osada, el Real Madrid valora reactivar a Thomas Heurtel, apartado del club merengue desde el 31 de marzo, demostrándose una vez más que el talento no lo es todo. Los merengues llegan a esta finalísima después de encadenar nueve victorias, nada menos.
«Estamos muy contentos por llegar hasta aquí. Hay mucho trabajo detrás de esto y espero una gran final. Tengo mucho respeto por el Efes, es un gran equipo con grandes jugadores y vamos a tener que hacer muchas cosas bien para superarlos», se ha limitado a decir Pablo Laso, acostumbrado hasta la náusea a los momentos previos de estas finales.
La pareja de oro
Shane Larkin y Vasilije Micic es una de las parejas de oro de la Historia de la Euroliga. Cuesta creer que ambos llegaron al club otomano casi de rebote, sobre todo Larkin, y que tampoco nadie daba un duro por ver el rendimiento que iban a dar. Todavía resuenan las carcajadas cuando Ergin Ataman, envalentonado por arrasar al Fenerbahçe de Obradovic en semifinales en la Final Four de Gasteiz 2019, dijo aquello de «mi equipo es el Golden State Warriors de Europa». Ya lo advirtió aquella fría tarde del 20 de mayo de 2019 todo un Ettore Messina. «Ergin dijo que iba a hacer de su clun un equipo campeón, y nadie se ríe ya de aquello».
Frenar a esa pareja de oro parece la misión más importante del Real Madrid y es de suponer que jugadores como Jeffrey Taylor, Yabusele, Causeur, Rudy Fernández o Abalde tendrán una misión muy clara para ese cometido.
Hay que recordar que el año pasado estos dos equipos se enfrentaron elos cruces de cuartos de final de la Euroliga, y que tras dos palizas inmisericordes de los otomanos en Estambul, los de Pablo Laso empataron a dos después de completar sendas remontadas, con los jóvenes Carlos Alocén –hoy lesionado de gravedad– y Usman Garuba –en la NBA– siendo dos de los elementos inesperados que igualaron aquella contienda.
La igualaron y casi la voltearon en el desempate. Ganó Anadolu Efes, pero para ello contó con elementos que un año más tarde o bien no aparecerán o bien es muy improbable que aparezcan. Krunislav Simon anotó el triple en el último minuto que supuso la diferencia real entre Anadolu Efes y el Real Madrid, pero el «rey gitano» del basket europeo está lesionado. Cojea hasta cuando camina vestido de calle, como para imaginarlo vestido de corto en un breve plazo, por lo que se rumorea que regresará a la Cibona de Zagreb a terminar sus días de jugador.
Rodrigue Beaubois es el otro elemento. El ex de Saski Baskonia, si en el basket solo pesara el talento, estaría en la NBA jugando 30 minutos por partido y sembrando el terror en las defensas. Pero entre las lesiones y su carácter «disperso», el de Guadalupe cada vez tiene mejor acomodo en el banquillo que en la cancha. Frío y acertado en los finales de infarto, Ataman prescindió de él en la semifinal ante Olympiacos, confiando más en un Elijah bryant con más físico y menos talento, un ideal complemento para que Micic –que, para su nivel, no jugó bien el jueves pese a clavar el triple ganador– y Larkin –que acabó tocado del gemelo– puedan volver a liderar un Anadolu Efes campeón.
Asimismo, como le pasa al Real Madrid, el proyecto turco también está avejentado. Salvo por la mejora de Tibor Pleiss, el juego interior que componen Singleton, Dunston y Moerman se hace viejo a ojos vista, y el Real Madrid de los Yabusele, Poirier y Tavares puede encontrar un camino hacia la victoria por esa rendija.