Getxophoto: un mapa por el tiempo y el espacio con vistas al mundo
Desde la playa de Ereaga, en Algorta, seguimos un recorrido más o menos circular y muy anárquico por el festival Getxophoto. Un viaje geográfico y temporal por una edición que se celebra del 2 al 26 de junio. Este primer fin de semana, visitas guiadas con el comisario y los artistas.
La fotografía de guerra más famosa de la historia, la que más dudas ha provocado sobre su veracidad a lo largo del tiempo –’Muerte de un miliciano’, de la que se ha puesto en duda todo, incluso que su autor sea Robert Capa– está recreada en una imagen a gran tamaño en uno de los containers colocados en el paseo de la playa de Ereaga. Enfrente: el mar, los paseantes mañaneros y la orilla industrializada de Ezkerraldea.
Al lado del republicano abatido en la Guerra del 36, el ‘Black Power’ de Tommie Smith en las Olimpiadas de México 68 y otras imágenes icónicas, como las Torres Gemelas en llamas. Pero hay algo raro aquí: los protagonistas son maniquís y se ven también los materiales usados para recrear en el estudio esas imágenes icónicas.
Las fotografías son parte del proyecto ‘Icons’ de Jojakim Cortis y Adrian Sonderegger, un dúo de creadores residentes en Zurich, en el que se cuestionan la veracidad de la fotografía, algo en continuo debate, y proponen una reflexión sobre cómo se han usado los iconos para transmitir información.
Al lado, en otros paneles, contrastan unos paisajes, en teoría, idílicos. No lo son tanto. Son las fotografías que David Horvitz tomó en diciembre de 2010 cuando recorrió la costa de California. En las playas en las que se detuvo, se hizo una fotografía mirando al horizonte, siempre de espaldas. Subió las fotos a Wikipedia y ahí saltó la polémica: ¿Eran arte? ¿Información? ¿Qué eran? Tras una votación, se las retiró de Wikipedia, al considerar que habían infringido sus normas. Debate finalizado, pero la pregunta sigue ahí: ¿Quién decide qué es lícito o no de lo que se publica en internet?
Tomates, brujas y setas
Estas son solo dos de las 22 propuestas internacionales que articulan la tercera edición comisariada por el hondarribitarra Jon Uriarte –parece que quieren que siga, aunque generalmente el comisariado en Getxophoto suele ser de tres años– y que hace la número dieciséis de este festival. Con el leit motiv ‘Imaginar’, Getxophoto se instala ahora en la normalidad pospandémica, aunque no falta una cierta ‘anormalidad’ en cuanto a fechas: siempre se ha celebrado en setiembre y ahora cambia a junio. Concretamente, del 2 al 26 de junio, casi un mes de festival con mejor tiempo y más perspectiva de visitantes.
Aunque han tenido menos tiempo para preparar esta edición, no se percibía, al contrario, en este recorrido anárquico y totalmente subjetivo que realizamos la mañana del martes. Eminentemente callejero, porque las exposiciones están colocadas en distintos enclaves urbanos, el mapa del recorrido por el que se despliega Getxophoto arranca, en realidad, en la calle Amezti de Algorta, pero una se puede dejar perder o elegir otro camino hacia el ‘tesoro’, para llegar a la exposición que le sorprenda y le haga parar.
Ascensor arriba, en la antigua gasolinera, está otro de los invitados de lujo de este año: el japonés Takashi Homma, uno de los principales fotógrafos de su país. Seis meses después del tsunami de 2011 y el accidente nuclear en Fukushima, Homma fotografió esos bosques. ¿Y quiénes estaban volviendo a limpiar la radiación? Las setas.
Los pies nos llevan ahora entre calles a buscar a otras mujeres que usaban setas —las sorginas de la bilbaina Bego Antón, en la plaza San Nicolás; una propuesta muy interesante–, a entrar entre los puestos del mercado a por los tomates del abuelo de Judit Bou (‘Tomàquets’) o a descubrir a las mujeres de los mercados recuperadas de los fondos de Kutxa por Ainhoa Resano (‘Mercaderas’).
También podemos enfrentarnos a la descarnada reivindicación de la libertad de expresión de la turca Cemre Yesil o, en Punta Begoña, bajarnos imágenes de un satélite meteorológico en una instalación ‘imposible’.
Solo es cuestión de perderse. El viaje lo merece.