Josefina Lamberto, fallecida el pasado lunes a los 93 años, ha sido enterrada en el cementerio de Iruñea en una ceremonia cargada de emoción en la que Fermin Balentzia y El Drogas han hecho su aportación musical.

El féretro que contenía los restos mortales de Lamberto estaba cubierto por la bandera republicana española y al mismo se han ido incorporando ramos y coronas de flores, como la de la Asociación de Familiares de Fusilados de Nafarroa-1936.

Una nutrida comitiva ha seguido el ataúd hasta el lugar donde iba a ser enterrado, mientras la enseña de la Segunda República española se hacía muy presente tanto en el formato más clásico de bandera como en las pegatinas que muchas de las personas presentes lucían en el pecho.

Una vez en el lugar designado, la música se ha sumado a la ceremonia. Dos referencias de la canción reivindicativa y de denuncia de los luctuosos acontecimientos del 36 han querido hacer su particular homenaje a Josefina Lamberto.

Así, Fermin Balentzia ha entonado lo que puede ser considerado un auténtico himno y con una especial y estrecha vinculación para Josefina. Era ‘Maravillas’, la icónica canción dedicada precisamente a la hermana de la fallecida, a la joven de 14 años a la que los sublevados dieron muerte tras violarla en repetidas ocasiones con 14 años por no separarse de su padre Vicente, al que también ejecutaron tras someterle a torturas.

El Drogas, siempre comprometido con la denuncia de la represión franquista y que le llevó a componer los temas del disco ‘La tierra está sorda’, también ha cogido la guitarra para rendir un último homenaje a la mujer de 93 años que hasta su último aliento recordó y denunció lo que sucedió en 1936.

Homenaje en Bidankoze

Ese compromiso va a ser recordado el próximo 18 de junio en el homenaje a los esclavos del franquismo que se celebrará en Igari-Bidankoze y en el que se tendrá muy presentes a quienes realizaron trabajos forzados bajo el franquismo y sus familiares. En esta ocasión habrá un recuerdo especial para Lamberto, «mujer fuerte y resistente» que acudía a este evento habitualmente, según destacan desde la organización.

En una de sus presencias en el homenaje, Josefina Lamberto reconocía que «nos queda ya poco y lo poco que podemos decir es que estamos aquí para poder hablar de lo que sucedió, porque muchos a veces ni se lo creen. Les parece que son cosas imaginarias. Pero no, es una realidad y que los niños pequeños cuando se hagan mayores, sepan lo que nos hicieron». De esa manera denunciaba lo que les hicieron a su padre y a su hermana en agosto de 1936.

Recordó que desde el Gobierno de Nafarroa «van a hacer algo a ver si pueden encontrar por lo menos a mi padre, que no sabemos dónde está. Se supone que en una cuneta, pero dónde, no sabemos. Mi hermana, nada, porque la quemaron con gasolina y fue comida por los perros cuando la abandonaron en un monte y no hay rastro».

Ella depositaba sus esperanzas en que aparecieran los restos de su padre en esa búsqueda que realizaba el Ejecutivo «por darnos un poco de placer», aunque, consciente de su avanzada edad, como sucede con muchos familiares de fusilados en el 36, añadía que «no sé cuánto vamos a resistir, porque nuestra vida está muy agotada». Sin embargo, con más de 90 años y a pesar de las dificultades, tenía muy claro que estaba en el homenaje «para dar testimonio hasta el último momento». Y así ha sido hasta el final.