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Japón deshoja la margarita

El Banco de japón no se plantea subir los tipos de interés ya que considera que esa medida no afectara a la inflación. El reverso de esa decisión es que está devaluando el yen, lo que terminará por encarecer todavía más las importaciones y multiplicará la presión al alza de sobre los precios.

Pantalla en las calles de Tokio con la cotización de la Bolsa y del mercado de divisas
Pantalla en las calles de Tokio con la cotización de la Bolsa y del mercado de divisas (Kazuhiro NOGI | AFP)

El Banco de Japón, el Ministerio de Finanzas y la Agencia de Servicios Financieros hicieron público el viernes un inusual comunicado conjunto en el que mostraban su preocupación por la caída del yen que ha alcanzado su valor más bajo en los últimos veinte años.

La declaración subraya la preocupación política que existe por el daño que puede hacer a los consumidores y a la actividad empresarial, puesto que una fuerte caída de la divisa encarecerá todavía más las importaciones.

Muchos interpretaron el comunicado como una intervención verbal en el mercado a la que pueden seguir otro tipo de operaciones destinadas a sostener la cotización, bien mediante la venta de divisas, o bien con un aumento de los tipos de interés, algo a lo que el Banco de Japón se resiste.

Defensa del yen. Una intervención activa en el mercado de divisas puede resultar, además de costosa, diplomáticamente tensa. En ese escenario, el Banco de Japón debería vender dólares, del que es uno de los mayores tenedores, lo añadiría presión contra la moneda norteamericana.

Por otro lado, el G7 –en el que Japón también participa– mantiene una política de no intervención en los mercados de divisas, excepto cuando los movimientos excesivos y desordenados pueden acarrear consecuencias en la actividad económica.

Sin embargo, Japón tiene un largo historial de intervenciones en el mercado, aunque la mayoría de ellas han sido para evitar que su moneda se revalorizara en exceso y encareciese en demasía sus exportaciones. Esta vez la actuación iría en sentido contrario, puesto que estaría dirigida a evitar que el yen caiga todavía más y encarezca las importaciones de productos energéticos y alimentos.

Los tipos de interés. A diferencia de otros bancos centrales, el Banco de Japón se resiste subir los tipos de interés. Considera que esa medida ralentizará la economía y endurecerá las condiciones de vida de la gente corriente. Un alza de los tipos presiona sobre todo a las familias y empresas ya endeudadas que deberán pagar más intereses por sus préstamos.

Es precisamente esta negativa a subir los tipos de interés lo que hace que los activos japoneses sean cada vez menos atractivos para los especuladores que están vendiendo sus yenes y con ello están empujando a la baja la cotización de la moneda nipona.

El Banco de Japón considera, asimismo, que los precios de las materias primas no van a bajar porque dependen de las condiciones de oferta y demanda. «El endurecimiento [de la política monetaria] para combatir los precios más altos de la energía en Japón (...) puede conducir a una contracción de la demanda interna. Dado, además, que se espera que las condiciones mundiales de oferta y demanda se mantengan ajustadas, es probable que los precios del crudo se mantengan altos. Por lo tanto, tal cambio de dirección haría que las condiciones de vida en Japón fueran aún más difíciles», señaló recientemente Adachi Seiji, miembro del comité político del Banco de Japón, en una conferencia en Sapporo.

Y los precios estables. Lo más sorprendente en este debate es que los precios apenas han subido en Japón: de enero a abril un 1,4% y la inflación interanual en está en el 2,4%. Mucho se ha discutido sobre las razones de semejante comportamiento. Algunos analistas lo achacan a la cultura empresarial japonesa que evita en lo posible trasladar a los consumidores las subidas repentinas de precios. Tras esta actitud puede que esté el miedo a perder clientes y el recuerdo de la deflación que retrajo el consumo durante años.

El Gobierno de Japón está atrapado entre su historia económica reciente marcada por la deflación y la presión internacional. Intervenir en el mercado le puede acarrear problemas políticos con el resto de miembros del G7. Y la otra solución –subir los tipos, algo en lo que están embarcados el resto de bancos centrales del G7– considera no ayudará nada a controlar la inflación.