Koldo Landaluze
Especialista en cine y series de televisión

40 años sin Fassbinder: La vida y el cine como exceso coherente

Rainer Werner Fassbinder fue tan incisivo como temido. Su cine fue un brillante acercamiento a la trastienda alemana descrita mediante una mirada tan implacable como sensible. La variada temática que abordó hace que su obra adquiera una relevancia muy especial en los tiempos actuales.

El cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder.
El cineasta alemán Rainer Werner Fassbinder. (Deutsches Filminstitut )

Fassbinder filmó como vivió, muy deprisa. En opinión de Jean-Luc Godard, uno de los cineastas que más admiraba el director de ‘La ley del más fuerte’, Fassbinder hizo él solo lo esencial del llamado 'Nuevo Cine Alemán'.

Quizá sea exagerado, porque Wim Wenders o Werner Herzog también contribuyeron de forma importante a la creación de una innovadora cinematografía alemana en los años setenta. Pero la rabia y la contundencia con la que Fassbinder construyó su filmografía no tiene simil alguno con el resto de sus compañeros europeos.

Asociado a la polémica, famoso e injuriado, trabajó como un obseso hasta completar una obra que se compuso de 42 largometrajes, una serie de televisión que es hoy considerada como un referente de la ficción catódica –‘Berlin Alexanderplatz’– y 26 obras de teatro, hasta su repentina muerte con solo 37 años.

Su célebre frase «ya dormiré cuando esté muerto» describió a la perfección su pasión enfermiza por su trabajo. Tuvo una compleja vida sentimental salpimentada con alcohol, drogas, tranquilizantes y somníferos que resumió cuando dijo «cada cual debe decidir si es mejor llevar una vida breve pero intensa o larga y rutinaria».

Alemania ante su espejo

Eligió vivir intensamente y murió joven, el 10 de junio de 1982, mientras trabajaba en un nuevo guion. Poseía un talento infalible para captar el espíritu de la Alemania de posguerra con su atrevido tratamiento de temas como la emancipación, la sexualidad y la xenofobia, hurgando como nadie lo había hecho hasta entonces en la trastienda del 'milagro económico alemán' y en sus demonios, legados por el fascismo.

Ejemplo de ello fueron propuestas como ‘Todos nos llamamos Alí’, en la que arremete contra los corsés sociales sociales a través de la relación que comparten un marroquí treintañero y una mujer de más de sesenta años, que se gana la vida limpiando casas. En obras como ‘La ley del más fuerte’ también aportó sus experiencias personales sobre el amor, la homosexualidad y el consumo de drogas.

Desde su ópera prima, ‘El amor es más frío que la muerte’ (1969), hasta su obra póstuma, ‘Querelle’ (1982), Fassbinder enriqueció un discurso mediante sentimientos y emociones que estallan como consecuencia de la tensión y la violencia que rigen las relaciones entre quienes no son más que un reflejo de su sociedad.

Las clases altas, medias y bajas; las facciones políticas de todo signo; el pasado y el presente del pueblo alemán fueron objeto de una mirada crítica, profunda e insobornable que escandalizó a la conservadora nación alemana de los años setenta.

La reputación de Fassbinder la consolidaron películas como ‘El matrimonio de María Braun’ o ‘Effi Briest’, entre otras, y radiografió las diferentes secuencias de la historia moderna de su país. Indagó en los años fundacionales y el origen del antisemitismo moderno de la novela de Gustav Freytag ‘Soll und Haben’ en un proyecto que nunca pudo llevar a cabo, plasmó el declive prusiano en ‘Effi Briest’, abordó el caos del nacionalsocialismo en ‘Desesperación’, la catarsis de la guerra en ‘Lili Marleen’, su posguerra en ‘El matrimonio de María Braun’, el llamado milagro alemán en ‘Lola’, el epílogo de los años 50 en ‘La ansiedad de Verónica Voss’ y el prólogo de los 60 en ‘El mercader de las cuatro estaciones’, la hipocresía de aquella época de los llamado ’trabajadores invitados’ de los países europeos pobres en ‘Todos nos llamamos Alí’, el ‘otoño caliente’ del 77 en ‘Alemania en otoño’ y el final de la organización armada RAF en ‘La tercera generación’.

En cierta ocasión dijo sobre él mismo: «Me gustaría ser para el cine lo que Shakespeare fue para el teatro, Marx para la política y Freud para la psicología: alguien de quien nada es lo que solía ser».