Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / Redactor de Opinión, especializado en economía

El dólar comienza a declinar

La fuerte subida de los tipos de interés en EEUU responde teóricamente a un intento de controlar la inflación, algo que difícilmente conseguirá. El resto de bancos centrales se ha visto obligado a adaptarse a la nueva situación, aunque no todos lo han hecho en la misma dirección.

Comparecencia en el Senado del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell
Comparecencia en el Senado del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell (Win MCNAMEE | AFP)

Hace diez días la Reserva Federal de EEUU elevó un 0,75% la tasa de interés, el mayor aumento en 28 años. La explicación oficial fue que era para contener el imparable alza de los precios en una situación que casi se podría definir como de pleno empleo. Una decisión que sigue los postulados de la ortodoxia económica. Sin embargo, un cambio de tanta envergadura delata también cierto desasosiego. Los precios han crecido durante el último año y los que decían que iba a ser un fenómeno pasajero callan. La carestía de la vida aparece ya como una cuestión que tiene mucha más enjundia.

El discurso económico considera que la inflación es un fenómeno monetario, es decir, que depende básicamente del dinero en circulación. Cuanto más dinero haya, más posibilidades habrá de que suban los precios. Una alta tasa de interés hará más caro el dinero y, en teoría, reducirá el crédito; como consecuencia también disminuirá el dinero en circulación y la posibilidad de que los precios sigan subiendo. La Reserva Federal ha tomado una decisión coherente con la doctrina económica establecida.

Sin embargo, la inflación es un fenómeno mucho más complejo y no depende solamente de las emisiones de dinero. En la actual escalada de precios, por ejemplo, parte de la subida se debe a los desajustes que se han producido tras el fin de los confinamientos: retrasos en las cadenas de suministros, acaparamiento de productos, etc. Otra parte se debe a las inversiones aplazadas por la incertidumbre. La vuelta a la actividad ha puesto de manifiesto que en determinados sectores falta capacidad productiva. Y una última parte, más reciente, se debe a las sanciones a Rusia que han cortado muchos suministros estables y están obligando a buscar nuevos proveedores, casi siempre mucho más caros que los que se han perdido.

Hay, sin embargo, otro elemento del que nadie habla pero que tiene un importante peso en el alza de los precios: el gasto militar. Según el SIPRI ha superado por primera vez los 2 billones de dólares en todo el mundo, una cifra que no incluye el gasto inducido por la guerra en Ucrania. Solamente la ayuda militar de EEUU a Ucrania suma más de 53.000 millones de dólares, casi tanto como el presupuesto ruso de Defensa. Todo ese dinero sirve para demandar armas, equipos, productos químicos, explosivos y demás mercancías bélicas a la economía. Productos que se retraerán de otros usos, empujando los precios de todos ellos al alza. El gasto militar es dinero que fluye a través de la economía, encarece todo, pero que no aporta ninguna utilidad: las armas suelen terminar destruidas en las guerras. Al creciente gasto militar mundial hay que sumar ahora la decisión de todos los países de la OTAN de aumentar sus presupuestos militares, con lo que el alza de los precios tiene más gasolina.

Por todo ello, la subida de los tipos de interés en poco modificará el impulso inflacionista del gasto militar, de los cuellos de botella en la producción y el transporte y de la caída de la capacidad productiva por el retraso en las inversiones. Esta vez la inflación tiene otras bases y posiblemente los gobiernos se vean obligados a tomar otro tipo de medidas para tratar de controlar la carestía de la vida como los impuestos especiales a los beneficios empresariales extraordinarios o el control de determinados precios.

Contradicciones con otros bancos centrales A pesar de ello, la Reserva Federal optó por una subida de los tipos sin precedentes, sin embargo, no todos los bancos centrales ven las cosas de la misma manera. Dos días más tarde, el Banco de Japón (BoJ) en su reunión mensual ordinaria decidió mantener sin cambios su política monetaria. El regulador nipón advirtió que prestará especial atención al mercado de divisas y su impacto en la economía, después de que el yen esté en mínimos de 24 años frente al dólar. A Japón le preocupa que un yen bajo haga muy caras sus importaciones y a través de ellas termine introduciendo en su economía la inflación del resto del mundo.

Señaló, además, que en un contexto marcado por las incertidumbres en relación con la evolución de la situación en Ucrania, los precios de las materias primas y las economías extranjeras, un aumento de los tipos puede frenar a la economía nipona, que no termina de recuperarse tras el parón de la pandemia.

El BCE, sin embargo, celebró ese mismo día una reunión de urgencia. Tras el encuentro confirmó su intención de subir los tipos este verano, a pesar de que como en Japón la economía no termina de despegar y es dudoso que la subida de tipos sirva para frenar la inflación. En el BCE se mantienen instalados en la ortodoxia y siguiendo la estela de la Reserva Federal estadounidense.

La urgencia, en este caso, venía dada por el descosido que pueden hacer unos tipos de interés altos a la zona euro, como ya ocurrió en la anterior crisis con la prima de riesgo. Por esa razón, el BCE se mostró flexible con la compra de deuda pública, esto es, informaron de que seguirán comprando bonos de aquellos países en los que detecten problemas de financiación; o dicho de otra manera, comprarán más deuda soberana de aquellos países a los que la prima de riesgo se les dispare. Por esa razón, también, hablaron de que están estudiando mecanismos para evitar la fragmentación de la zona euro, aunque no dieron más detalles sobre el asunto. No parece que preocupe tanto la inflación como la debilidad de la zona euro.

El dólar, moneda de reserva La decisión de la Reserva Federal tiene algunas otras consecuencias que afectan al dólar como moneda de reserva del sistema internacional. Generalmente, cuando un país sube el tipo de interés los depósitos en su divisa pagarán más intereses, lo que suele hacer que la demanda de esa moneda aumente, y como consecuencia se suele revalorizar respecto al resto de monedas. Unos tipos altos deberían fortalecer el valor del dólar con respecto al resto de divisas. Mucho más si se trata del dólar que está respaldado por EEUU. Sin embargo, de momento nada de eso ha ocurrido, el dólar no se ha apreciado significativamente estos días.

Puede que eso se deba a que algunos países han empezado a tomar precauciones con respecto al dólar. Por una parte, está el estratosférico gasto militar para armar a Ucrania que, tarde o temprano, terminará impactando negativamente en su economía. Pero, por otro lado, están las decisiones unilaterales que ha tomado el Gobierno estadounidense al congelar los activos del Banco Central de Rusia y expulsar a los bancos rusos del sistema swift. Es posible que estas medidas hayan llevado a algunos países a diversificar riesgos y posiblemente hayan empezado a poner sus reservas también en otras divisas.

Así lo indican, por ejemplo, los datos del Tesoro norteamericano. La tenencia de bonos del Gobierno de EEUU por parte de extranjeros ha caído en abril hasta 7,45 billones, el nivel más bajo desde abril de 2021. Entre marzo y abril, los últimos datos, los tenedores extranjeros se deshicieron de más de 150.000 millones en bonos. Los países con mayor cantidad de bonos estadounidenses han reducido significativamente su cartera: Japón (de 1,232 hasta 1,218 billones) y China (de 1,039 hasta 1,003 billones).

Es posible que en el caso de China sí haya un intento de diversificar sus reservas en moneda extranjera. Yu Yongding, un destacado economista de la Academia China de Ciencias Sociales, sugirió recientemente que las autoridades debían reducir la tenencia de bonos del Tesoro de EEUU y aumentar sus reservas en otras formas de activos. Asimismo, animaba a que se aumenten las inversiones en países productores de recursos estratégicos y se protejan estrictamente a los inversores extranjeros en China. En el mismo sentido se pronunció Tian Yun, exvicedirector de la Asociación de Operaciones Económicas de Beijing que sugirió que China aumente sus reservas de oro, ancle el yuan a las exportaciones de recursos críticos como las tierras raras, impulse las operaciones internacionales que se liquidan en yuanes y que se utilice el yuan para fijar precios de importación de recursos de otras naciones. Los expertos chinos abogan claramente por reducir la dependencia con respecto al dólar.

No es el caso de Japón, estrecho aliado estadounidense en Asia, que posiblemente esté vendiendo bonos norteamericanos para mantener la cotización de su moneda y evitar que se devalúe demasiado con respecto del dólar. El Banco de Japón tiene un largo historial de intervenciones en el mercado de divisas, aunque generalmente buscaban el efecto contrario.

En el caso de que los inversores extranjeros continúen deshaciéndose de la deuda de EEUU, aumentará el costo de financiación del gobierno de EEUU, pero también aumentará el costo de los préstamos para los consumidores y empresas estadounidenses y debilitará las perspectivas de la economía. El debilitamiento del dólar como moneda de reserva hará más difícil que las actividades productivas estadounidenses puedan financiarse; y más difícil significa, más caro.

Por último, entre los datos publicado por el Tesoro llama la atención que las acciones estadounidenses en manos de extranjeros disminuyeron en abril en 7.100 millones de dólares. En marzo las ventas netas alcanzaron los 94.338 millones, la mayor salida 1978 que se empezaron a contabilizar estos flujos. Y además, con abril son ya cuatro meses en que disminuyen las acciones en manos de inversores extranjeros.

Lo contrario ocurre con los bonos de las corporaciones que han aumentado durante los últimos cuatro meses. No obstante, los 22.587 millones de abril y 33.380 millones de marzo no compensan la salida de capital en forma de acciones. Da la impresión de que se está produciendo una salida neta de capital. Posiblemente la confianza en el poder estadounidense se esté empezando a resquebrajar porque la economía, desde luego, va a pleno rendimiento.

Tal vez la Reserva Federal optó por elevar tanto la tasa de interés para frenar los precios, pero, también para frenar esa salida de capitales. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que la confianza en el dólar no es la que era.