Milán, la semana grande de la nada
Milán ha vuelto a ser sede de la Design Week, donde la protagonista debería ser el diseño. Días de locura, colores, eventos espectaculares y fiestas, pero con una pérdida evidente del significado original, devorado por el apogeo del consumismo y la inmediatez.
Milán no era así, pero si no fuera así no sería Milán; una metrópoli que ha vendido su alma de ciudad trabajadora y casi obrera a un estilo de vida que va mas allá del capitalismo más extremo, donde lo efímero resulta necesario. Lo ha reflejado la Design Week celebrada en la segunda semana de junio tras dos años de parón por la pandemia.
En esta tiranía de lo inmediato, cualquier producto acaba directamente en la basura si no tiene una buena respuesta de público inmediata: «Produci-consuma-crepa!», «¡Produce-Consume-Muere!», cantaban los CCCP, pioneros del punk en Italia, en 1986 en su canción “Morire”. Todo junto, por supuesto.
Milán es una gran ciudad que no tiene fiestas oficiales o patronales, pero sí una semana realmente grande, exagerada. Y en los tiempos que corren, con un motor aún a más revoluciones de lo normal. Tras dos años de pandemia, ha retornado con el frenesí de tener que darlo todo en esta 60 edición.
Un evento moderno
Milán tampoco tiene tradición de fabricantes de muebles. Estos son objetos más tradicionales en la zona norte de Lombardia, entre Como, Lecco y Varese, lugares más discretos.
Cuando se inventó “El salón del mueble”, en 1961, nadie pensaba realmente en generar un evento tan explosivo, pero obviamente pareció más oportuno ubicarlo en la capital económica de Italia.
Durante tres décadas, esta exposición, situada en la vieja Feria cerca del estadio de San Siro, se mantuvo tan discreta como la gente de Como, Lecco o Varese, o la de otras partes de Italia con una tradición similar, como la zona de Trento y del Tirol por ejemplo. La gente se encontraba, alguien compraba, tomaba nota de las tendencias y volvía a su casa. Tan simple como hacerse un aperitivo, cuya tradición sí que ha sido milanesa desde el primer minuto, porque no había tiempo para esperar una cena o un menú.
En la capital lombarda no se producían muebles, sino ideas, hasta absurdas. Intelectualmente, la ciudad meneghina ha sido siempre vanguardia durante el siglo XX. «Se sta mai coi man in man”» son los versos de “O mia bèla madùnina”, el himno semioficial de Milàn: «Nunca se descansa».
En Milán se construyó una cultura de la creación como objetivo práctico, pero «diseño» es un término que se puede convertir fácilmente en una «fuffa»
Gracias a uno de sus polos universitarios mas famosos, el Politécnico, generación tras generación se ha construido una cultura de la creación ,no como fin en sí mismo, sino con un objetivo práctico, para el día a día. Así ha nacido el culto al «design», palabra mágica y evocadora que tiene un enorme defecto: se puede convertir facilmente en un flatus vocis, en una simple emisión vocal sin significado. En italiano, en una fuffa.
Los jovenes estudiantes que visitaban el Salón del Mueble a partir de los 90 empezaron a copiar lo que hicieron los pintores fuera de los circulos académicos del siglo XIX. Los impresionistas, por ejemplo, exponían sus obras en el ‘‘Salon des refusés”. Así llegó el turno del FuoriSalone, una serie de micro-eventos donde se podían enseñar las últimas creaciones, las ideas más modernas, a la vez que el salón oficial. Y no solo eran muebles, sino objetos raros o peculiares, a veces más interesantes que los que estaban en la Feria.
Un detalle muy importante; todos podían ir al FuoriSalone, mientras que al salón oficial solo entraban las personas acreditadas y los compradores.
Mientras todos los eventos se quedaron en Milán no se notó mucho la diferencia, en realidad. Pero todo ha cambiado cuando la Feria se trasladó a Rho, al noroeste de la capital lombarda, en 2005. Un lugar mucho mas incómodo y extremadamente feo, lejano y frío. Mejor el perímetro de la ciudad, barrios periféricos pero estratègicos, para multiplicar las fiestas y los micro-eventos, a modo de telaraña alrededor de los turistas, que iban, tomaban nota, lo pasaban bien casi gratis (un milagro en Milán) y se apuntaban para el siguiente año.
El grano había empezado a caer, la avalancha no tardaría mucho tiempo. Por un lado, gente realmente sin interés en la arquitectura cuyo objetivo era respirar un aire de fiesta; por el otro, aspirantes a diseñadores cargando con sus creaciones de exposición en exposición, copiando o intentando imitar lo que habían visto y a la vez dejándose imitar, creando un circuito sin fín.
Sin olvidar a los medios de comunicación, que enseguida percibieron la mina de oro. Hablamos de una revista mensual como “Interni”, que hasta 1990 era la típica publicación de tendencias arquitectónicas,y que luego tuvo la intuición genial de ser la guía del FuoriSalone. Hoy en día resulta totalmente imprescindible en la Design Week para moverse las 24 horas por de la ciudad.
Asì se ha formado un mejunje donde el sentido primigenio de exposición de muebles prácticamente ha desaparecido. Además, parece casi coqueto tomar como excusa para ir de vacaciones a Italia «una visita a una feria de frikis del diseño», palabra ya vaciada de significado.
Efectos colaterales
La Milano Design Week puede ser un amplificador también para los que no tienen nada que ver con el diseño en sí mismo. Siendo el máximo escaparate del año, cualquier ocasión es buena para «chupar rueda», como se diría hablando de ciclismo; es decir, para llegar a un público inmenso aprovechando estos días. Por ejemplo, si hay un libro que presentar.
Gracias a una amiga consigo una entrada para uno de estos eventos. Es a las 18.30 de un clásico jueves milanés, el peor día de cualquier semana, así que imaginadlo durante la Design Week. ¿Y por qué el peor día de la semana? Pues porque es el único momento donde todos se mueven dentro de la ciudad y no hacia fuera, como ocurre el viernes, con el pistoletazo del fin de semana. Dentro de la ciudad para los ritos de la ciudad: aperitivos, gimnasio, fútbol sala o padel... y saliendo todos juntos del trabajo.
La cita con mi amiga es a esa hora punta y a 50 metros del teatro La Scala, en un espacio privado llamado "Identità golose". El tema del evento es "Cocinar con Corto Maltese": no se habla de muebles o de sofás sino de alta cocina, por supuesto, y del inmortal marinero bohemio inventado por el riminés Hugo Pratt, uno de los rostros mas conocidos en el imaginario colectivo italiano.
Las recetas que aparecían en sus historias han sido revisitadas en este libro por algunos grandes chefs. «Lo siento por este retraso pero como habéis visto el tráfico era imposible», explica el presentador del evento, ya sobre las 18.50. Luego empiezan las intervenciones de los invitados hasta el aperitivo final, que incluye un par de copas de champán italiano y algunas tapas inspiradas en las recetas del mismísimo Corto Maltese.
Para llegar allí en bici el riesgo ha sido máximo, entre cruces totalmente bloqueados y un tráfico atosigante, tanto de personas como de coches, patines y motos (todos alquilados gracias a decenas de aplicaciones). Son los peajes de la semana del Design.
Al día siguiente, viernes, un amigo y excompañero de trabajo, Emanuele, tiene que presentar su último libro, una biografìa del tenista Roger Federer. Siendo de Roma, ha tenido que reservar una habitación y la más barata le ha costado un riñón: 117 euros/noche en un barrio semiperiférico, en la calle Pasteur. «No me había fijado en la fecha, si no hubiera presentado el libro en otro momento», protesta Emanuele.
De hecho justo antes de la Design Week se ha publicado un informe sobre los precios de los pisos en las grandes ciudades de Italia, y en los últimos diez años solamente en Milán han crecido, y nada menos que el 11.5%.
Milán es la ciudad más cara de toda Italia, y qué decir en estos días de Design Week
En realidad son muchos, prácticamente mensuales, los informes sobre la situación inmobiliaria de la capital lombarda. Milán es la ciudad más cara de toda Italia, con sus 8.000 euros por metro cuadrado de promedio, y en 2022 se han vendido 36% más inmuebles que en el primer trimestre del 2021. Una evolución excelente, parece... si no fuera porque en los ultimos 30 años Italia es el único país en Europa donde los salarios han bajado, un 3%.
Son datos que conocen de primera mano quienes trabajan en contacto con la realidad del día a día, como los propietarios de bares y restaurantes de zonas turísticas, como Pavé, uno de los locales más de moda de toda la ciudad, con sus productos de altísima calidad preparados en su laboratorio de pastelería y confìtería, que en 2022 ha cumplido 10 años de vida: «Nosotros trabajamos sobre todo durante el día y con respecto a una semana normal el aumento de clientes ha sido del 20-25% –nos explica Luca, uno de los dueños de Pavé, que tiene seis locales entre cervecerias, bares y heladerías–. No estamos en los niveles pre-covid, porque en Milán el efecto del teletrabajo se ha notado de manera exorbitada: algunos barrios se han vaciado literalmente. Sin embargo durante la Design Week esto parece haber vuelto a 2019 gracias a los turistas».
Claro que antes la saturación era aún mayor: «El Salón era en abril, con temperaturas más frescas para quedar por la tarde, por ejemplo –añade Luca, milanés y experiodista–. La especulación con los alquileres también ha cambiado, porque en algunos barrios donde antes había mucha movida en esta ocasión se han quedado sin eventos. Lo que no han cambiado son los precios en general, que para esta semana son totalmente de locos».
Se llama «distritos» a los barrios donde se sitúa la mayor afluencia de gente durante la Design Week. Uno está al noreste, en la zona de Lambrate, donde en la posguerra solo había oficinas y talleres mecánicos (allí se producía la Lambretta, la “prima” de la Vespa, o mejor dicho su versión milanesa), y el otro al suroeste, en la mítica “Zona Tortona”, en alusión a Calle Tortona, practicamente una interminable serie de expositores, cerca del estratégico entorno de los Navigli.
En Lambrate o en Tortona una semana de estancia puede costar en torno a 2.000 euros. Aunque ocurre que hay un tercer «distrito» de la DW, Brera, la zona bohemia de los artistas, donde habrá que sacar unos 5.000 euritos para costear la estancia.
Las instalaciones más espectaculares
«Disculpe, ¿me puede sacar una foto? Así, gracias, con la pared detrás». Una mujer con acento de Bérgamo o de Brescia (son muy parecidos y se confunden), boqueado en este mediodía caluroso, en que el aire trae olor a asfalto recién renovado, me ha pedido el favor. A mis espaldas, la instalaciòn que ha llenado las páginas de los mayores periódicos y revistas del sector: se llama ToiletPaper y ha transformado una calle de Milán en una especie de Nueva Orleans.
Se trata de Via Giuseppe Balzaretti, en el barrio universitario de Città Studi, al noreste de la ciudad. Ni ancha ni larga ni conocida, pero en la semana de la Design Week ha estado en boca de todos y todas. En el número 4 de esta calle en 2019 se había instalado ToiletPaper, un proyecto impulsado por Maurizio Cattelan, artista nacido en Padova y milanés adoptado, famoso en el mundo por sus obras provocativas y extremas como el gigantesco dedo medio en frente de la Bolsa.
Para el Salón del Mueble 2022 TP ha decidido decorar todo un lado de la Via Balzaretti con otras imagenes y dibujos, muy colorados e impactantes. Es una instalación patrocinada por una conocida marca de bebidas energéticas (la que tiene equipos de fútbol y de Formula 1) y que ha llamado muchísimo la atención gracias a eslogans como: «Venid a ver la calle mas instagramable de Milán».
Dibujos de pintalabios y trompetas, a un lado. Al otro, el que no se ve en las fotos subidas en las redes sociales, casas anónimas y chiringuitos donde tomar algún refresco. Colas inmensas de turistas esperando entrar en los edificios, música a alto volumen, la Policía cerrando la entrada y la salida de la calle, más ese olor a asfalto nuevo que taladra las narices.
Por cierto, el señor Balzaretti era un arquitecto del siglo XIX, cuyo estilo muy «inglés» se puede ver en Milán por ejemplo en los jardines de Porta Venezia, otra zona que durante la Semana del Mueble se ha convertido en una especie de hormiguero para aficionados del diseño o turistas en general.
Otra obra muy llamativa ha sido una idea de Stefano Boeri, arquitecto de fama internacional y desde 2011 hasta 2013 consejero de Cultura del alcalde de Milán, Giuliano Pisapia. Situada provocativamente en frente de la carcel de San Vittore, es «el banco para los que tienen o no tienen piso».
Se trata de una instalación «inclusiva», equipada con un reposabrazos, un reposacabezas y un panel que protege del sol y de la lluvia. ¿Ùtil para los presos? Vete a saber.
FuoriSalone ha registrado 262.000 visitantes en Rho y otros 500.000 en los eventos. Un gran éxito como siempre, el fracaso no está permitido aquí
Boeri ha estado tambièn en la organizaciòn del FuoriSalone, que al final ha registrado, con China y Rusia como grandes ausentes en el baile de la Design Week, 262.000 visitantes en la sede oficial de Rho y otros 500.000 en los eventos por toda la ciudad. Cualquier patio, cualquier agujero, hasta el viejo y mítico Jai Alai de Via Palermo, en una callejuela del centro, se ha convertido en escenario. Un gran éxito, como siempre en estos casos donde el fracaso simplemente no está permitido.
Cerca de algunas de las instalaciones del FuoriSalone se puede admirar la máxima contradicción de una ciudad totalmente alienada: las obras para realizar la cuarta línea del metro, que empezaron en 2012 y todavía tienen que terminarse a pesar de tener en principio como plazo final el Expo de 2015.
De este al oeste, incluida parte del centro como la Piazza San Babila, Milán es un martirio de obras y desvíos de tráfico, que complican todavía más la circulación en estos días. Parece que en 2022 alguna parada se podrá abrir finalmente, pero nada está asegurado. Los taxistas, por ejemplo, no se conforman con el tramo desde el aeropuerto de Linate hacia la periferia: el miedo a perder clientes entre los turistas es patente.
Sería interesante saber qué opinan estos turistas sobre lo que han visto. Seguramente muchos contestarían «nada», porque no se han fijado realmente en nada. O igual «nada» por haber visto algo realmente imposible de definir, otro tipo de nada.