Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / Redactor de Opinión, especializado en economía

Sobre inversiones

Hay cierta confusión sobre qué es inversión y qué es gasto. Pero lo que no ofrece ​ninguna duda ​acerca de su caracter de gasto superfluo son los ​recursos ​destinados a los ​militares y a la ​guerra

En el debate político normalmente los conceptos relacionados con la economía suelen tener un uso bastante arbitrario. Una de las nociones que más se presta a la inconsistencia es la idea de inversión. A grandes rasgos, se entiende por inversión aquella actuación por la que se dedica una cierta cantidad de recursos con el objeto de que en el futuro permita obtener cierto beneficio, ya sea en forma de bienes, rentas o servicios. Algo bastante claro cuando se trata de una máquina que hace, por ejemplo, latas o de una vía férrea que comunica una mina con un puerto.

Hay otro tipo de inversión que atendiendo al resultado puede resultar más dudosa. Por ejemplo, los recursos que se destinan a enseñanza o sanidad. ¿Qué es exactamente lo que producen? En principio, permiten que los trabajadores cuenten con formación necesaria para desempeñar correctamente su trabajo. También se puede considerar que el cuidado de la salud proporciona trabajadores sanos que rendirán más en su trabajo. Parece claro que, atendiendo al resultado, en estos dos casos tendrían la consideración de inversiones. Sin embargo, los recursos destinados a estas dos ramas de actividad a menudo se consideran como gasto.

​En sentido contrario, los recursos que se dedican a la investigación suelen tener la consideración de inversión. Pero la investigación, por su propia naturaleza de búsqueda azarosa, a menudo no ofrece ningún resultado positivo. Frecuentemente solo sirve para descatar vías o enfoques, algo que automáticamente no se transforma en un acercamiento a aquello que se busca. Muy pocas veces tiene resultados directos, tangibles y positivos, pero a pesar de ello, esos recursos son catalogados sistemáticamente como inversión.

​Lo que desde luego no ofrece ninguna duda acerca de su carácter de gasto, además superfluo, son los recursos destinados a los militares y a la guerra. De ellos la sociedad no obtiene ningún beneficio de ninguna clase. A pesar de ello, Pedro Sánchez sigue empeñado en calificarlos como inversión. De momento, la ocurrencia no ha triunfado. A ver si no termina imponiéndose.