Dos años seguidos sin fiestas. ¿Cómo ha vivido el parón sanferminero provocado por el covid-19?
Hasta mi prominente nariz, porque me jode tanto que haya fiestas como que no. Si hay, porque estaría más a gusto durmiendo hasta el mediodía que con codo de tenista de repartir vergazos y la cabeza como un bombo de peña por aguantar a esos aitas y amas, que son más cansos que una vaca en brazos. Pero si no hay, también me revienta, porque no puedo dar vergazos a diestro y siniestro, y me entra el mono.

¿Y el coronavirus, qué tal lo ha pasado?
Pues de pena, porque me he dejado una pasta gansa en mascarillas para poder cubrir mi hermosa napia. Voy a tener que salir tres días más por mi cuenta para acabar con los números rojos del banco. Se lo planteé a Maya, pero al final no coló. Yo era el ‘amigo’ que tanto dio que hablar.

¿Ha celebrado de alguna manera los no-sanfermines?
Como soy un acidulado antisistema, basta que dicen que no hay fiestas, para que yo las celebre más a gusto. Así que he almorzado todos los días de las no-fiestas de estos dos años como un auténtico campeón. La jodienda era que no podía ir mucho más allá, pero a los chavales del barrio, algún que otro vergazo ya les he dado para que no pierdan el hábito.

¿Así que ha entrenado para darlo todo en estas fiestas?
Ya lo creo. Que se prepare la chavalería, que voy a salir todos los días como un miura. Me he empleado a fondo estas últimas semanas para dar bien de caña al mono. Aunque también porque me probé los pantalones blancos y no me cabían, así que había que bajar peso y nada mejor que unas cuantas horas repartiendo una tunda de palos para perder calorías. Mano de santo, aunque en este caso la cargue el diablo.