Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad

Europa se prepara para hacer frente a una crisis energética sin precedentes

En un contexto que ya era complicado antes de febrero, la invasión rusa de Ucrania y las sanciones adoptadas por la UE, han afectado sobremanera al suministro de crudo y de gas a los países europeos, que maniobran para hacer frente a un otoño-invierno que se presume muy complicado.

El gasoducto Nord Stream-1, de 1.224 kilómetros, traslada gas procedente de Rusia hasta Alemania a través del mar Báltico.
El gasoducto Nord Stream-1, de 1.224 kilómetros, traslada gas procedente de Rusia hasta Alemania a través del mar Báltico. (John MACDOUGALL | AFP)

«El miedo a una recesión es abrumador». Estas palabras del ministro alemán de Economía, Robert Habeck, sirven de advertencia de lo que puede estar por venir tras un verano que muchos están disfrutando con alborozo tras dos años de limitaciones pandémicas pero que no pocos perciben como antesala de un escenario aterrador. Y es que la crisis energética derivada de la ruptura entre la UE y Rusia y el posible corte del suministro del gas procedente del gigante euroasiático está haciendo temblar previsiones y balances.

Dos noticias de esta misma semana son ejemplo de la seriedad del momento. El miércoles, la primera ministra francesa, Elisabeth Borne, anunció, en su discurso ante la nueva Asamblea Nacional salida de las elecciones de junio, la nacionalización total de EDF –el Estado tiene actualmente un 84% del capital–, la principal compañía eléctrica gala. Un movimiento que justificó en la necesidad de garantizar la producción de electricidad frente a las consecuencias de la guerra en Ucrania, pero que no escapa al hecho de que la empresa se encuentra en una situación económica muy complicada, con un pasivo de 43.000 millones de euros.

Apenas 24 horas antes, el Gobierno alemán propuso una ley de emergencia que le permitiría rescatar a las empresas energéticas en dificultades en medio de preocupaciones de que Rusia podría cerrar el grifo del gas la semana que viene.

En concreto, el Ejecutivo se plantea una reforma de la ley de seguridad energética, que le autorizaría a brindar ayuda financiera a las energéticas o incluso rescatarlas, al tiempo que crearía la opción de introducir un impuesto especial al precio del gas, que compartiría los costos de los precios de importación más altos entre los consumidores y las empresas.

París apuesta por la nuclear

En su discurso ante la Asamblea, la primera ministra gala, que sostuvo que la nacionalización permitirá a EDF diseñar «proyectos ambiciosos», declaró que «la transición energética pasa por la energía nuclear» que, defendió, «es una energía descarbonizada, soberana y competitiva». Precisamente, ese día el Parlamento Europeo dio su visto bueno a considerar inversiones «verdes» las que se acometan en centrales nucleares y en gas.

Borne apuntó que el Ejecutivo quiere controlar la producción de electricidad y «garantizar nuestra soberanía» frente a los efectos de la invasión de Ucrania, y las medidas adoptadas por la propia Unión Europea contra los hidrocarburos rusos. «No podemos seguir dependiendo del petróleo y el gas rusos», señaló.

Mientras, en Berlín, Habeck argumentó la necesidad de la nueva ley en que «se trata de hacer todo lo que podamos para mantener los suministros básicos durante el próximo invierno y mantener los mercados energéticos funcionando todo el tiempo que podamos, a pesar de los altos precios y los crecientes riesgos».

Y es que la reforma legal se anuncia cuando se teme que Rusia podría usar un mantenimiento de rutina del gasoducto Nord Stream-1 programado mañana para cortar el suministro de gas a Alemania, y a la UE, por un período más largo.

Rusia, como contramedida a las sanciones europeas, ya ha reducido drásticamente las entregas de gas a Alemania en las últimas semanas, lo que ha causado graves problemas financieros al mayor importador de gas del país, Uniper, que está comprando gas a precios elevados en el mercado mundial para compensar las entregas rusas no realizadas.

Las leyes alemanas de protección al consumidor prohíben que Uniper transfiera la mayor parte del aumento de los costos a los consumidores, pero esto implica que la empresa tenga problemas financieros creciente y podría incluso arriesgarse a la bancarrota.

En este contexto, el canciller, Olaf Scholz, insinuó el domingo pasado un rescate de Uniper similar al paquete de 9.000 millones de euros para Lufthansa que el Gobierno alemán utilizó para rescatar a la aerolínea durante la pandemia, y finalmente hace dos días la propia compañía solicitó oficialmente el rescate.

Hablando en un foro económico en Berlín el martes, Habeck advirtió de que el aumento de los costos de energía para ciudadanía y empresas alemanes parece inevitable, pero también prometió contrarrestarlos con más medidas de compensación financiera. Pero no está claro cómo podrían financiarse, pues el ministro de Finanzas, Christian Lindner, se ha opuesto a más medidas de apoyo que aumentarían la deuda de Alemania.

Italia lo fía todo a Argelia

Los movimientos protagonizados por los dos motores económicos de la UE no son, sin embargo, casos aislados. De hecho, hace unas semanas se apostaba a que Italia, tercera economía europea, iba a ser el primer país en declarar el estado de alerta energética, algo que si no ha ocurrido ha sido gracias a la garantía que le ofrece la profundización de sus relaciones con Argelia, al que Mario Draghi, sumido él mismo en una crisis de Gobierno, lo ha fiado todo. O casi todo, porque  también ha suscrito acuerdos con la República del Congo, Catar y Angola.

De todas formas, el 22 de junio el mandatario italiano anunció que va a incrementar sus compras de carbón para aumentar, si fuera necesario, la producción de energía de cara al invierno. Esta apuesta renovada por el carbón se está extendiendo a otros países, y choca frontalmente con la estrategia de la UE para hacer frente al cambio climático.

Todas estas actuaciones se están dando después de que los líderes de la UE encargaran a la Comisión un plan común de emergencia para reducir la demanda energética y lograr que el bloque esté preparado ante posibles nuevos cortes en el suministro de gas de Rusia.

«Hemos revisado los planes nacionales de emergencia para asegurar que todos están listos», anunció la jefa del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, a finales de junio, y añadió que «cuando actuamos juntos, a veintisiete, cuando evitamos la fragmentación, somos fuertes y tenemos un impacto importante».

Está por ver, sin embargo, cómo aguanta esa apelación a la unidad los rigores de un invierno que se presenta cálido, pero solo en la arena política.