Media hora antes de que comenzara oficialmente la despedida a los gigantes, la Plaza Consistorial ya era un hervidero de gente, especialmente en las cotizadas sombras, donde el termómetro marcaba 30 grados.
«De la mano, que hay mucha gente», avisaba un preocupado aita a la prole, mientras buscaban su espacio. Otros ya llevaban un rato y animaban a sus hijos a no perderse los bailes de los gigantes, que estaban ya en acción. «Mira allá», decía una amatxo, mientras su pareja pedía calma diciéndole «que no va a mirar, déjale tranquilo».
Los balcones de la plaza también estaban a rebosar, incluso el más bajo del Ayuntamiento, donde los concejales saludaban a la concurrencia, con Maider Beloki demostrando una forma física envidiable para ser 14 de julio, ya que no paraba de bailar.
Al cabo de un rato, el calor ya pasaba factura y algunos se rendían y abandonaban el lugar. Había que salir entre la multitud con la silleta, tarea nada fácil y que generaba tensión entre algunos de los presentes, donde no faltaban emocionadas abuelas y abuelos. «Tengo miedo de que una silleta me dé por detrás y me caiga con el crío», confesaba un aita con el txiki a reconcoletas.
Kilikis y cabezudos se han distribuido por balcones y ventanas de la plaza para lanzar caramelos, mientras el speaker de la jornada, Barbas, animaba la despedida con sus comentarios en castellano y euskara.
«Todos queremos más», ha entonado la concurrencia, y los gigantes no se han hecho de rogar; Braulia puede dar más vueltas que el tambor de una lavadora
Tras salir un momento de la plaza, los gigantes han vuelto para doblar la cabeza y ofrecerla para recibir sentidos besos. A ritmo de la música, se han adentrado en la Casa Consistorial, pero Barbas ha pedido más. «Todos queremos más», ha terminado entonando toda la concurrencia, y los gigantes no se han hecho de rogar para salir de nuevo y seguir bailando.
Con el mítico reloj del Consistorio sobrepasando las 14.00 horas y bajo un sol que seguía siendo de justicia, ha llegado el momento de la despedida a ritmo de ‘La Polonesa’. Con Braulia demostrando que puede dar más vueltas que el tambor de una lavadora centrifugando y siguiendo el camino de sus hermanos de comparsa, ha terminado el acto.
A modo de despedida particular, un aita reconocía que «he tenido que comprar una estantería de Ikea para poner todos los gigantes». No ha quedado claro si eran de su vástago o suyos, pero, por la cara de emoción que ponía mientras emprendía la retirada, cualquier opción era posible.