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El Papa Francisco no descarta su dimisión: «La puerta está abierta, no sería una catástrofe»

Jorge Mario Bergoglio ocupa la Silla de San Pedro desde el 13 de marzo de 2013, cuando fue elegido por el cónclave de cardenales de la Iglesia católica tras la renuncia al pontificado de Benedicto XVI. El propio papa Francisco alimenta las especulaciones sobre si seguirá los pasos de su antecesor.

El papa Francisco saliendo de la la basílica-catedral de Notre-Dame de Quebec, el pasado 28 de julio.
El papa Francisco saliendo de la la basílica-catedral de Notre-Dame de Quebec, el pasado 28 de julio. (Lars HAGBERG | AFP)

El actual papa, a sus 85 años, no descarta la posibilidad de renunciar ante las crecientes dificultades para caminar, según ha admitido este sábado ante los periodistas que lo han acompañado en su viaje a Canadá.

Francisco, que debido a sus problemas en la rodilla no logra casi estar de pie y durante esta visita ha utilizado en todo momento una silla de ruedas para sus desplazamientos, ha hablado por primera vez del tema, sin tapujos, fiel a su estilo.

«No es una catástrofe: se puede cambiar de papa y no es un problema», ha comentado el pontífice argentino. «No he pensado en esa posibilidad, pero eso no quiere decir que pasado mañana no lo piense», ha añadido.

En consecuencia, ha comentado que «no sería algo extraño» seguir el ejemplo de su predecesor, Benedicto XVI, quien renunció en 2013 al trono de Pedro porque le «faltaban las fuerzas» para seguir gobernando la milenaria institución.

¿Tres papas en el Vaticano?

Aunque dos lo hicieran en calidad de eméritos, la idea de tres papas conviviendo –ya que el alemán Joseph Aloisius Ratzinger, a sus 95 años, reside en un convento dentro del Vaticano– resulta descabellada incluso para los más anticlericales.

Francisco, que se ve un poco subido de peso, fue sometido el año pasado a una operación del intestino, sufre de ciática y ahora también de problemas en los ligamentos de una rodilla.

Los informes médicos son limitados y muy escasas las explicaciones científicas. Sin embargo, el mismo pontífice explicó que no se someterá a una operación, porque le teme a la anestesia, sobre todo después de la cirugía del colon a la que fue sometido el año pasado.

«No se juega con la anestesia y por eso se piensa que no es conveniente –ha explicado–. Sufrí 6 horas de anestesia y aun veo los rastros».

Todo parece indicar que los organizadores de los viajes papales deberán estudiar con mucha atención sus futuros peregrinajes, teniendo en cuenta la edad y sus limitaciones.

Preparando el futuro de la Iglesia

No se trata del primer papa de la era moderna que aparece enfermo ante sus fieles. Muchos católicos recuerdan los últimos años del polaco Juan Pablo II (1978-2005), quien presidía ceremonias encorvado y con problemas de dicción por la enfermedad de Parkinson, imágenes impactantes que desataban muchos interrogantes.

En una entrevista reciente, Francisco aseguró que, en el caso de que decidiera renunciar, le gustaría mantener el título de obispo emérito de Roma y confesar a los fieles dentro de una basílica romana. Declaraciones en las que indirectamente subrayaba su buen estado de salud mental.

La eventual renuncia de Bergoglio ha sido uno de los temas más abordados por la prensa ya que sus problemas físicos resultan cada vez más evidentes. En Canadá, en varias ocasiones tuvo que agarrarse de los brazos de un asistente para levantarse de su silla de ruedas y se le veía notablemente agotado.

Su avanzada edad, la posibilidad de que sus condiciones se agraven o que sufra un accidente en la silla de ruedas durante esos viajes despiertan preocupación. «No creo que pueda seguir con el mismo ritmo de viajes que antes», ha reconocido en la conferencia de prensa a bordo del avión papal.

«Creo que a mi edad, y con estas limitaciones, tengo que guardar un poco mis fuerzas para poder servir a la Iglesia o, por el contrario, pensar en la posibilidad de hacerme a un lado», ha advertido. Esa última decisión será dictada por «la voluntad del Señor», ha añadido.

Lo que sí resulta seguro es que el papa está preparando la Iglesia católica del futuro y entre sus elegidos probablemente se encuentra su sucesor.

El 27 de agosto otorgará el título de cardenal a 21 nuevos religiosos, de los cuales 16 podrán participar en el cónclave que elegirá al próximo pontífice.

Con esos nombramientos, el Colegio de Cardenales estará compuesto por 132 personas con derecho de voto, la mayoría designados por Francisco, quienes decidirán el futuro de la Iglesia y designarán a su sustituto, ya sea en caso de muerte o de renuncia.