Entrevista
Antonio Gómez Villar
Filósofo y escritor

«Algunas izquierdas plantean un repliegue nostálgico y reaccionario»

Antonio Gómez Villar analiza en su libro ‘Los Olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario’ la situación de la izquierda en este contexto de crisis, incertidumbre y frustración, y encara una pulsión «conservadora» que pretende un repliegue ideológico hacia posiciones obreristas del siglo XX.

Antonio Gómez Villar, autor del libro ‘Los Olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario’.
Antonio Gómez Villar, autor del libro ‘Los Olvidados. Ficción de un proletariado reaccionario’. (Monika DEL VALLE | FOKU)

¿Qué o quiénes son esos «olvidados» que menciona en su libro?

Es el sujeto político de las nuevas extremas derechas. Donald Trump o Marine Le Pen apelan a esos olvidados como el sujeto político por antonomasia de sus proyectos políticos. Esto quiere decir que los sujetos políticos no existen, sino que se construyen. La pregunta es: ¿Cómo se construyen y a partir de qué lógica se articulan? Las nuevas extremas derechas han construido un sujeto político desde una lógica desigualitaria, politizando los dolores sociales y los malestares de las clases medias. Es un sujeto político reaccionario que padece el miedo y la angustia a perder el status material y simbólico que detentaba en las últimas décadas.

El auge de las extremas derechas en el mundo es evidente. Por contra, comenta que tras los intentos frustrados de una transformación social tras las crisis de 2008 la izquierda vive un momento de impasse. ¿Se trata de una incapacidad a la hora de proyectar un imaginario de vida alternativo al neoliberalismo?

Efectivamente. De alguna manera es eso lo que me animó escribir el libro. Podríamos decir que, históricamente, a cada momento revolucionario o de cambio social le ha seguido un momento de repliegue o desorientación. A partir de la crisis de 2008, las movilizaciones de 2011 y los intentos de formaciones políticas de penetrar en la arena electoral, tiene lugar una reacción conservadora en el campo de las derechas y, al mismo tiempo, vivimos un momento de desorientación en las izquierdas, con un repliegue identitario que se declina desde la apelación o construcción de una dicotomía entre las luchas materiales supuestamente olvidadas y la construcción de un «chivo expiatorio», que serían las mal llamadas luchas culturales, como el feminismo, el antirracismo o el ecologismo que, según algunos sectores, impiden el desarrollo de la verdadera lucha de clases.

Se trata de un momento de impasse donde se dan debates virulentos y muy enfrentados que generan una atmósfera política poco propicia para poder salir de aquí con un proyecto de futuro.

«Idealizan una supuesta clase trabajadora que solo existe en su fantasía, y, al final, son incapaces de ver la potencia de los antagonismos realmente existentes»

En este contexto, la corriente que califica como «izquierda conservadora» defiende un repliegue ideológico hacia posiciones «obreristas».

Sí, lo que hay es una mirada nostálgica hacia un pasado que se presenta como hipostasiado, con una imagen mítica, que pretende la vuelta a la lucha de clases «verdadera y real». A mí me interesaba someter a crítica esas perspectivas, porque de alguna manera lo que están haciendo es mimetizarse con las matrices discursivas de las extremas derechas.

Las extremas derechas están articuladas a partir de un regreso nostálgico: volver a hacer América grande, recuperar los valores fundacionales de la república francesa, la España imperial... Ante la incapacidad de pensar horizontes de futuro, hay un repliegue nostálgico reaccionario en el pasado. Hay algunas izquierdas que de alguna manera se mimetizan con ese discurso, y quieren hacer una declinación de izquierdas de esa hipótesis reaccionaria regresiva con la vuelta a un pasado hipostasiado. Lo que hacen es idealizar una supuesta clase trabajadora que solo existe en su fantasía, y, al final, son incapaces de ver la potencia de los antagonismos realmente existentes.

Sostiene que la clase obrera es «una forma de identidad, y no una realidad natural». Asimismo, señala que el proletariado, como agente transformador, «siempre ha sido múltiple y diverso».

Esa es la cuestión fundamental. Yo creo que no es políticamente operativo distinguir entre clase obrera y movimiento obrero, porque la clase obrera solo existe en esa conciencia, solo existe en su condición de movimiento. Si hay un proletariado que no tiene conciencia de clase, entonces no hay proletariado. Eso quiere decir que el proletariado, históricamente, se ha construido en los espacios de lucha: Es el resultado de las formas de luchas en su intento de sustraerse del dominio del capital. Ahí es donde se articula como sujeto político, y esa articulación precisa de una identidad.

En cambio, existen sectores de la izquierda que nos plantean que la clase obrera es un sujeto ahistórico y natural, algo que está ahí. Pero la clase obrera no es anterior a las formas de resistencia, es el resultado de ello. Esto es clave.

«La clase obrera es diversa y múltiple desde sus orígenes. La pregunta es cómo somos capaces de leer esa diversidad y esa pluralidad»

El proletariado siempre ha estado racializado, feminizado y atravesado por una multiplicidad inherente. La clase obrera es una clase diversa y múltiple desde sus orígenes. La pregunta es cómo somos capaces de leer esa diversidad y esa pluralidad.

Hay quien ve el Mayo del 68 como el origen de una disgregación de la clase obrera. Usted señala que ese momento fue un «intento de la clase obrera de ir más allá de sí misma».

Yo creo que el Mayo del 68 es un trauma del cual la izquierda todavía no ha sido capaz de recuperarse. Todos los debates sobre reconocimiento, redistribución, clase, diversidad... de alguna manera nos convocan a la censura de los años 60.

A mí me parece que tenemos que hacer una lectura proletaria del Mayo del 68, porque los repertorios de acción colectiva de los años 60 y 70 no vinieron de niños pijos traidores a su clase, sino que es justamente una radicalización de la lucha obrera. Un momento en el que se descubren nuevos deseos y horizontes existenciales más amplios que los que tenía la generación anterior. El descubrimiento de nuevos deseos fue posible gracias a las mejoras materiales y al bienestar alcanzado gracias a las luchas de las generaciones anteriores. Esas mejoras hacen posible que la generación posterior pueda tener deseos y horizontes existenciales más amplios. Eso no es una traición de clase, eso es una radicalización de la lucha de clases.

Lo que ocurrió en el Mayo del 68, en mi opinión, es la incapacidad de parte de la izquierda muy apegada a la matriz disciplinaria y obrerista de dar cuerpo político a esos nuevos deseos.

«Hay que ver la potencia que albergan la propuesta de renta básica, el ecologismo, las luchas por la vivienda o las nuevas formas sindicales»

Volviendo a la situación actual, en el libro habla de una «decadencia del realismo capitalista» y de una «potencialidad de lo nuevo». Destaca la «potencia política» de reivindicaciones como la renta básica o la semana laboral de 35 horas, así como ensalza el movimiento feminista.

Vivimos en un momento en el que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. Yo creo que es importante atender a los nuevos antagonismos. Históricamente, cuando las formas políticas plebeyas han tenido potencia ha sido cuando han sido capaces de impugnar lo universal desde una particularidad.

Por ejemplo, Marx nunca identificó a la clase obrera como sujeto revolucionario, lo que dijo es que los intereses del proletariado coinciden con los intereses de la humanidad. Cuando las mujeres se manifiestan el 8M, no están haciendo unas demandas narcisistas o particularistas solo para ellas, sino que, si las demandas de las mujeres se cumplen, las formas de dominación sobre la base de la distinción producción-reproducción estallan; y si eso estalla, es una liberación para todos y todas. En Chile, el sujeto protagónico han sido los estudiantes, y a nadie se le ha ocurrido decir que los estudiantes rompen la unidad de la clase trabajadora porque es una lucha particular, parcial, generacional y sectorial. Sino que si las demandas de los estudiantes se cumplen, el modelo neoliberal chileno cae.

En este momento existen nuevos antagonismos en las propuestas de renta básica, en el ecologismo, en el feminismo, en las luchas por la vivienda o en las nuevas formas de sindicalismo. Pero es clave el cómo acompañar y trabajar políticamente estos repertorios. Más que ver en esas luchas síntomas de decadencia, desvíos o fragmentación, hay que ver las potencias que albergan y cuáles son los efectos de clase que generan. Aunque estas luchas no se declinen bajo la identidad de clase trabajadora, son una forma de lucha de clases.