Periodista, especializado en información cultural / Kazetaria, kulturan espezializatua
Entrevista
Stefan Jäger
Cineasta (‘La fotógrafa del monte Veritá’)

«Las utopías siempre se malogran al contacto con el dinero»

En 1998 dirigió su primer largometraje de ficción, ‘Misguided Angel’ y desde entonces se ha consolidado como uno de los nombres más importantes del cine helvético. Su último filme, ’La fotógrafa de Monte Veritá’ acaba de llegar a las salas.

El realizador Stefan Jäger.
El realizador Stefan Jäger. (SURTSEY FILMS)

Nacido en Uster (Suiza) en 1970, debutó como documentalista a finales de los años 80 trabajando asiduamente, también, en la televisión.

Impulsada por Ida Hoffman, una de las primeras teóricas del feminismo, Monte Veritá fue una comuna consagrada al contacto del ser humano con la naturaleza, al amor libre y al pleno desarrollo de las relaciones en igualdad. Aquel espacio de libertad enclavado en las proximidades de Locarno fue la primera experiencia ‘hippie’ de la historia y funcionó a pleno rendimiento durante las dos primeras décadas del siglo XX. Stefan Jäger evoca aquella historia en su último largometraje, donde también reflexiona sobre los deseos de emancipación femenina.

¿De dónde le vino la idea para rodar esta película? ¿Fue usted el que encontró la historia o la historia le encontró a usted?

Fue una historia que conocí a raíz de mi primera visita al Festival de Locarno, en 1989. En aquella época era estudiante y me sorprendió, como ciudadano suizo, no saber que en mi país existía un sitio como Monte Veritá. Cuando fui a conocerlo me pareció un entorno natural incomparable y el interés que suscitó en mí aquel entorno se vio acrecentado al conocer la historia del lugar. Dos décadas después, la guionista Kornelija Naraks vino a mí con un argumento ambientado en aquel espacio durante la primera década del siglo XX, que fue el momento de mayor efervescencia de Monte Veritá, cuando aquella comuna funcionó a pleno rendimiento y contó entre sus huéspedes a gente como Herman Hesse o Isadora Duncan.

A pesar de estar considerada una de las primeras comunidades hippies de la historia, hoy apenas nadie se acuerda de aquella experiencia pionera ¿a qué lo atribuye?

Es raro porque fue un proyecto que se prolongó en el tiempo más de lo que es habitual para este tipo de iniciativas. Aquella comuna funcionó durante dos décadas, mucho más de lo que duró el movimiento hippie que surgió a finales de los 60. Harold Szeemann, que organizó una exposición de fotografías y documentos sobre la experiencia de Monte Veritá, aduce que aquel proyecto atravesó por tres fases distintas. En sus primeros años, Monte Veritá fue una experiencia impulsada por personas que defendían la utopía del amor libre, luego, en una segunda fase, comenzaron a llegar los artistas y, finalmente, hicieron su aparición los capitalistas, aquellos que vieron en esa experiencia una oportunidad de negocio y quisieron sacar dinero montando un hotel y un balneario. Las utopías siempre se malogran al contacto con el dinero.

Teniendo en cuenta todas las historias de personajes reales que pasaron por allí ¿Por qué le interesó echar mano de un personaje ficticio para contar lo que fue aquello?

La guionista de la película tenía la intención de narrar aquella historia a través de una mirada femenina y eso nos conducía inevitablemente a dos nombres, el de Ida Hoffman, pianista, escritora y pionera del feminismo que fue una de las fundadoras de Monte Veritá, y el de Lotte Hattemer, hija del alcalde de Berlín, que se suicidó en la comuna en 1906. Pero ambas historias nos llevaban al terreno del biopic y aquello nos dejaba con las manos atadas. Entonces decidimos crear un personaje de ficción como Hannah que nos permitiera también cuestionar el rol de las mujeres en aquella época, constreñidas como estaban por obligaciones familiares que las alejaban de cumplir sus sueños.

Da la sensación de que a través del personaje de Hannah, han querido rendir tributo a toda esa generación de mujeres con trastornos depresivos producto de su reclusión en el ámbito doméstico a las que, invariablemente, se las diagnosticaba como histéricas.

Totalmente. Hannah es una mujer de cierta posición social que, sin embargo, vive enjaulada, aunque sea en una jaula de oro. Lejos de representar un caso excepcional, en aquella época había muchas mujeres como Hannah. Y aún hoy en día los ecos de ese conflicto se siguen reproduciendo en miles y miles de mujeres. Basta girar la vista hacia ciertos países del Este de Europa para ver las dificultades que las mujeres siguen teniendo para expresarse libremente de acuerdo con sus deseos.

¿Diría que Monte Veritá fue también fue un espacio pionero para el desarrollo del feminismo?

Ida Hoffman, que fue la principal impulsora de la comunidad, fue también una de las primeras teóricas del feminismo. Ella estaba en contra del matrimonio como institución y de los valores del patriarcado en tanto restringían la capacidad de acción de las mujeres. Esas ideas están en sus libros y fueron las que inspiraron el funcionamiento de Monte Veritá, donde hombres y mujeres se relacionaban en igualdad.

El hecho de que Hannah, la protagonista, sea una fotógrafa ¿obedece a la necesidad de diseñar un personaje con el que identificarse? Al fin y al cabo tanto ella como usted, con la cámara de cine, buscan levantar acta, dar testimonio de lo que allí ocurrió.

Efectivamente, había un deseo en mí de proyectarme a través de Hannah. Los años en los que transcurre la película fueron una época en la que el cine estaba en sus albores y entre los fotógrafos había ese empeño de captar imágenes en movimiento aunque fuera a través de instantáneas desenfocadas o mal hechas. En aquella época había un deseo de captar la realidad, de que las imágenes rezumaran espontaneidad, verdad, frente a los posados de estudio. Aquello me inspiró el tono de la película.

Creo que ese tono y el propio argumento de la película vino dado precisamente por la colección de fotos de aquella época que encontraron y donde se daba testimonio de lo que fue Monte Veritá ¿fueron una fuente de inspiración para usted?

Sí, de hecho fueron la primera fuente documental que manejé para rodar esta película. Años antes de rodarla, pude confrontarme con el archivo fotográfico que existía sobre Monte Veritá y en esas fotos, muchas de las cuáles aparecen en la película, se podía captar el sentido y el aroma de aquella época y de aquella experiencia. Un porcentaje significativo de aquellas imágenes estaban desenfocadas y aquello también me pareció muy elocuente porque en aquella época para tomar una foto, a la gente que posaba se le hacía aguantar la respiración para que la imagen no salieran movida y aquí era justo al revés. Y eso habla de la libertad para respirar y para moverse que había en aquel entorno.

De los veinte años en los que se mantuvo activa la comuna ¿por qué determinó ambientar la película en 1906?

Ese fue el año en el que Lotte Hattemer se quitó la vida. Su suicidio fue un punto de inflexión en el devenir de aquella comuna y representa, en cierto modo, el fin de la inocencia. Durante sus cinco o seis primeros años de existencia, en Monte Veritá todo era armonía y cooperación. Pero a partir de ese momento, la comuna vivió sus primeros momentos de incertidumbre, también en lo económico, hubo que hallar nuevas fuentes de financiación y el proyecto original, poco a poco, comenzó a verse desvirtuado.